Jacob Blake, George Floyd, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor. Los nombres de algunos afroestadounidenses víctimas de la violencia policial en Estados Unidos durante 2020 se han convertido en símbolo de la lucha por una reforma policial antirracista, que se evidencia urgente.
En América Latina la reforma se evidencia urgente. Dan cuenta de ello la sospecha de que la Policía de la Provincia de Buenos Aires secuestró y mató a Facundo Astudillo Castro, un argentino de 22 años que desapareció desde hace cuatro meses; las más de 6.000 personas que la policía brasileña mata al año —la que más mata en el mundo—; los 500 globos oculares que reventaron las fuerzas represivas chilenas durante las protestas que se desataron el 18 de octubre de 2019; y los miles de casos de violencia policial, corrupción y violación de derechos humanos.
Sin embargo, son difíciles de lograr las transformaciones del ente estatal que tiene el monopolio del uso de la represión y, además, son altamente propensas a ser revocadas ante los cambios políticos. Según Lucía Dammert, doctora en ciencias políticas, experta en seguridad, violencia y crimen organizado, en América Latina la reforma policial es un asunto no prioritario y se enfrenta desde perspectivas puramente coyunturales.
#SputnikDestacado📌
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) September 17, 2019
¿Qué fue lo más leído estas últimas 24 horas?
'Mano dura', cárcel y militares a la calle: la verdad detrás de la (in)seguridad de las ciudades 🏙️
👉🌐 https://t.co/2p1P8xVM8A pic.twitter.com/T4dsTbxdXu
Los temas policiales no han sido los principales en las discusiones políticas. "Han sido temas no profesionalizados donde el mundo político ha tenido un rol muy principal y donde las decisiones no se han tomado basadas en evidencia ni buenas prácticas, sino en el termómetro ciudadano de ansiedad o en las crisis y escándalos institucionales", dijo Dammert a Sputnik.
Según el análisis Reforma Policial. Agenda (aún) pendiente en América Latina, elaborado por Dammert y publicado en julio de 2020, en América Latina las reformas son anuladas antes de que puedan afianzarse y demostrar resultados. "Los avances con el regreso de la democracia [en la mayoría de los países desde finales de la década de los 70 hasta los 90] han sido limitados", aseguró.
¿Qué pasa con la Policía en América Latina?
La policía latinoamericana tiene un "rol político evidente", aseguró Dammert. Además, en su análisis la experta menciona que una parte importante del trabajo policial se desarrolla de forma corrupta, usa la violencia de forma indiscriminada, y los niveles de efectividad en la prevención, control e investigación criminal, son bajos —aunque en casos de violencia contra las mujeres o delitos de cuello blanco la situación es de "literal abandono"—.
Una vez encarados estos asuntos, propone generar consenso político y apoyo de gobiernos locales y ciudadanos, y lograr un financiamiento sostenible para "empezar las reformas que no tienen que ser desde afuera, sino reformas mucho más conversadas" entre las instituciones.
Dammert identifica cinco áreas prioritarias que requieren reformas a corto plazo:
- El papel de los civiles en temas policiales
En América Latina la profesionalización policial no ha sido encarada debidamente por los civiles que trabajan en la temática. "La relación de la policía con el mundo civil, llamemos investigadores, académicos, es muy muy pequeña", aseguró Dammert.
⚠️ El número de muertes a manos de policías en Río de Janeiro alcanza nivel más alto en 20 años 👇 https://t.co/vuEOWPorcy
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) August 22, 2019
En su análisis advierte que múltiples países recurren a funcionarios policiales o militares en retiro para ocupar los cargos políticos vinculados con la temática, "lo que sin duda tiene impactos en la perspectiva y propuestas de cambio, así como en la consolidación de espacios de autonomía institucional". Para avanzar con una "democracia firme" Dammert propone consolidar "cuadros técnicos serios que puedan proponer iniciativas de política pública basados en evidencia y con el apoyo político de largo plazo".
- La regulación de la seguridad privada
El negocio de la seguridad privada "crece de forma exponencial". Dammert identifica dos motivos: la creciente demanda ciudadana y la percepción de que la policía no puede enfrentar las problemáticas.
Además, hay otro tema que requiere de regulación: la portación de armas de fuego. En América Latina vive el 8% de la población mundial, sin embargo, la región registra el 33% de todos los asesinatos. En el mundo, 45% de los homicidios son cometidos con armas de fuego, en América Latina ese porcentaje asciende a 70%. El llamado triángulo del norte (Honduras, El Salvador y Guatemala) es el escenario de la mayor violencia armada en el mundo fuera de zonas en conflicto.
La experta opinó que lo ideal sería que el acceso al porte de armas sea limitado, pero hay muy pocos países en la región con legislación y fiscalización acorde. "Una limitación sustancial es la venta de municiones", ejemplificó. Dammert también asegura que debería haber un "proceso marcado en la trazabilidad de las municiones y armas que ingresan a los países de forma legal, así como aquellas que se producen, sin eso, es muy difícil" controlar la circulación de armas.
- La militarización de las fuerzas policiales (y la policialización de los militares)
Los desafíos que tienen las policías para enfrentar la criminalidad, así como las dificultades estructurales vinculadas con el control de fronteras, la cobertura territorial e incluso los niveles de corrupción han traído de la mano un proceso de militarización. Según explica Dammert en su análisis, es un proceso que tiene dos caras: por un lado, la participación de las fuerzas armadas en tareas policiales, incluyendo tareas preventivas y vinculación con la ciudadanía; por otro lado, la transformación operativa, táctica e incluso de misión y funciones policiales, se alejan de la prevención y se acercan a una postura militar.
La militarización de la policía y la policialización de los militares también implica que se instale la lógica del enemigo interno, que hoy es el narcotráfico, los mercados ilegales. Sin embargo, Dammert advierte que los problemas de violencia estructural continúan sin ser encarados cabalmente. "¿Cuándo vamos a investigar y aseegurar que haya menos impunidad en los temas de violencia contra las mujeres, por ejemplo?", preguntó.
- La criminalización de las protestas sociales y la pérdida de legitimidad de la policía
El aumento del malestar ciudadano y de las crisis en la política en la mayoría de países de la región ha tenido como correlato el aumento de las manifestaciones en el espacio público, y la criminalización de las protestas: "lo que hace el mundo político es rápidamente inscribir la protesta como una amenaza criminal", sostuvo Dammert. "Así van instalando la percepción de que lo que hay no necesariamente es una agenda política, sino una agenda criminal", añadió.
"Es fundamental poder reconocer que la policía no está llamada a resolver los temas políticos, y que cuando traes a la policía a resolver los problemas políticos [como las protestas ciudadanas], terminas con los problemas que hemos visto", concluyó.
- La regulación del uso del reconocimiento facial y otras tecnologías
La amplificación de la utilización de tecnología que incluye identificación facial, grabación a través de drones o de cámaras corporales requieren ser reguladas para evitar que se violen los derechos humanos. "Por eso es muy importante el gobierno civil de los policías, para que estas cosas no sean mal utilizadas", acotó.
Dammert aseguró que para que la reforma policial consolide una verdadera policía democrática, efectiva y profesional, lo principal es que haya voluntad política. "Sin voluntad política sostenida, lamentablemente nada dura por mucho tiempo", resumió.