En los hoteles y alojamientos todavía abiertos se destaca el silencio, y los escasos restaurantes en funcionamiento ruegan por clientes.
"Esto no comienza con la pandemia. Destinos representativos del turismo en Bolivia como (el salar de) Uyuni y Copacabana, que son la punta de lanza, están afectados desde 2019. Comenzamos a hundirnos entonces en crisis mientras otros países vecinos avanzaban con estabilidad", dijo a Sputnik el experto en turismo Marco Sánchez.
Como administrador del Ecolodge Copacabana, un pintoresco hotel del pueblo donde está el santuario de la Virgen María de Copacabana, Patrona de Bolivia, Sánchez ha vivido el ciclo de ilusiones, crecimiento, crisis, recuperación y finalmente pandemia que ha puesto en estado de coma a la incipiente industria turística del lugar.
Vacío y crisis
— ¿Es verdad que ahora casi no se amontona la basura en las calles de Copacabana y que la playa está limpia?, preguntamos por teléfono a Sánchez.
— Así es. Ésa es la parte positiva porque la pequeña infraestructura del pueblo no alcanzaba para atender a una cantidad importante de pasajeros, respondió.
"Pero eso —advirtió— no puede ocultar el problema de fondo: la parálisis en que ha caído la industria turística del pueblo, que por la cuarentena tiene muy reducido transporte terrestre hacia La Paz (casi 150 kilómetros) y además tiene cerrada la frontera con Perú. Esto afecta a todas la población".
El hotelero dijo que el Ecolodge Copacabana está cerrado desde mediados de marzo, cuando llegó a Bolivia la onda expansiva de la pandemia provocando la desaparición de visitantes y la cancelación masiva de reservas para los meses siguientes.
En los cuatro últimos meses del año pasado, la llegada de turistas a Copacabana —que era de al menos un centenar de extranjeros y unos dos millares de bolivianos por día— comenzó a descender sostenidamente debido a las tensiones de una campaña electoral que fue seguida por una violenta crisis política, con golpe de estado incluído.
"Ése ha sido el primer gran golpe. Nuestros ingresos han caído bruscamente desde septiembre; en diciembre todo se comenzó a reactivar y llevábamos unas pocas semanas de crecimiento este año cuando llegó la pandemia, que nos ha puesto en una crisis terrible", relató Sánchez.
"Y así ya vamos completando un año sin ingresos suficientes, pero estamos resistiendo, hay aquí potencial para resugrir y crecer", proclamó.
Industria pequeña
El experto señaló que, incluso en sus momentos de mayor expansión, la hotelería de Copacabana tenía escasos días de ocupación plena.
Lo atribuyó a que la industria turística del lugar estaba dando apenas sus primeros pasos comerciales y tenía pendiente el aprovechamiento pleno de las riquezas culturales y naturales del lugar, en especial del lago Titicaca, que es compartido con Perú.
"Todavía estábamos en condición de sitio de paso, al que llegaban turistas por uno o dos días, viniendo desde Perú hacia el interior de Bolivia y otros países, o desde países del sur que visitan Uyuni y La Paz y se dirigen luego a Perú. Todo este flujo se ha cortado", dijo.
Sánchez aseguró que los emprendimientos privados han logrado establecer la imagen de Copacabana como un "destino distinto y para todas las edades", pese a la falta de políticas integrales de desarrollo del sector, tanto a nivel nacional como en el plano local.
Añadió que la experiencia ganada en los últimos años por la industria turística de Copacabana era "una especie de reserva anímica y moral" para encarar un retorno a la normalidad que anticipó como lento y muy prolongado.