La tarde del 29 de julio de 2000 el cardiocirujano argentino René Favaloro se disparó a quemarropa, precisamente, el corazón. Las razones, expresadas confusamente en siete cartas, siguen siendo una incógnita a dilucidar, pero son, también, un testimonio de época acerca de la salud y la coyuntura político económica de Argentina.
Tenía 77 años, y estaba próximo a casarse con una mujer 45 años más joven. Su carrera médica lo había llevado al reconocimiento mundial por haber desarrollado el bypass coronario de vena safena en 1967, cirugía de revascularización miocárdica que es hoy el procedimiento quirúrgico de corazón más utilizado en el mundo.
Favaloro había solicitado la cancelación de la deuda que la ONG mantenía con (PAMI), el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, en ese entonces presidida por el ahora jefe de Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y suele citarse la negativa del pedido como una de las principales causas del posterior suicidio del cirujano.
"A mediados de la década de 1970, comenzamos a organizar la Fundación. (...) Cuando entró en funciones, redacté los diez mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. (...) La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza), escribió.
Luego, se refirió precisamente al PAMI. "Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país. Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos [sobornos] que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente)", manifestó.
La desesperación por la deuda que mantenía su fundación y su ética médica, que le demandaba la responsabilidad de atender a todo quien lo necesitase, dejó al médico argentino en una encrucijada que no pudo saltear.
"La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Nuestro juramento médico lo impide", decía.
El día de su muerte no fue casual. La fecha anterior había comenzado a dirigir la fundación un Comité de Crisis con asesoramiento externo, que en su primer día determinó varios despidos. Favaloro no quería volver, "el lunes no podría dar la cara".
Casi en lenguaje poético, finaliza la misiva: "No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil, pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía", dice uno de sus últimos enunciados. Después, pide que no se haga "un acto de comedia", y demanda, "al periodismo, un poco de piedad".
Firmada a las 14:30 horas de la tarde, antes de dar un último abrazo, por escrito, a su familia, aclaró en su carta lo último, pedido simple y llano: "Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles".