El Gobierno de Teherán ha aprobado un documento que una vez ratificado tendrá una duración de 25 años, según confirmó la semana pasada el portavoz del Ministerio de Exteriores, Abbas Mousavi. Los detalles concretos del acuerdo se desconocen aunque The New York Times filtró recientemente un texto general de 18 folios.
A cambio...
A cambio, China tendrá acceso a considerables descuentos en la importación de petróleo y gas, con facturas que no se pagarán en dólares sino en otras monedas con el fin de evitar la injerencia de Estados Unidos. A la vista de este gigantesco acuerdo, Washington deberá decidir si mantiene su hostigamiento permanente a la república islámica o bien revisa la política de aislamiento y trata de impedir que se concrete el acuerdo.
Los pocos detalles revelados son bastante significativos. De entrada, China desplegará en Irán hasta 5.000 empleados de seguridad que se encargarán de proteger los gigantescos proyectos que se desarrollarán en distintos sectores. Pekín también tendrá la posibilidad de decidir en primer lugar si se suma a cualquier proyecto petroquímico en país del Golfo.
Las esperanzas de Teherán
Los iraníes esperan que las dimensiones económicas del acuerdo relancen la economía y creen millones de empleos, y confían en que refuercen las estructuras políticas de la república islámica suscitando un efecto que disminuya la oposición interna al Gobierno. Aunque en el interior hay algunas voces que denuncian que el acuerdo significa vender el país a Pekín, el Gobierno iraní no ha tenido ninguna alternativa.
Además, según funcionarios estadounidenses, China podrá establecer bases militares en Irán. Este es un paso que lógicamente no agrada a Washington, que cuenta con decenas de bases en distintos países del Golfo Pérsico con las que nadie ha rivalizado hasta ahora. La presencia de bases chinas en Irán podría tener repercusiones en el despliegue militar de Estados Unidos.
Los esfuerzos que Irán hizo para establecer relaciones con Occidente parece que quedan muy lejos. Teherán incluso propuso la compra de centenares de aviones comerciales de la compañía estadounidense Boeing y de la europea Airbus, pero todos estos esfuerzos chocaron con la cerrazón occidental, ya que Estados Unidos e Israel persiguen un cambio de régimen en Teherán al precio que sea, lo que explica el acercamiento a China.