No hubo tiempo de preguntarle su nombre, siguió su paso aturdida en medio de un gentío que, sin respetar las medidas de distanciamiento orientadas para evitar el contagio del COVID-19, perdió las elementales normas de cortesía.
Según el Gobierno de la isla, esta situación está motivada por la falta de liquidez financiera, la reducción de ingresos en moneda dura, el cierre de las operaciones del turismo a consecuencia de la pandemia del COVID-19 y las limitaciones del mercado a consecuencia de las medidas de aislamiento impuestas para prevenir los efectos de la crisis sanitaria.
A eso se une, agregan las autoridades, los efectos del bloqueo económico, comercial y financiero que impone Estados Unidos a Cuba, arreciado en los últimos tres años y con innegables consecuencias para los abastos a la isla.
A su vez, también falló el intento de establecer de manera masiva el comercio digital, incapaz de asimilar la demanda de la población, unido a inexplicables irregularidades en los sistemas de cobro y distribución de las mercancías.
"Hay que ser un mago para poder asegurar los alimentos", comentó a Sputnik Candelario Aguirre, un habanero jubilado de 67 años, frustrado de su gestión y que decidió irse de una cola en una tienda capitalina.
Crisis en el campo
La crisis de desabastecimiento se agudiza por la falta de productos del campo, lo que convierte en verdaderos desiertos a los establecimientos destinados a la venta de viandas y hortalizas.
Se apunta además a la falta de optimización en la adecuada rotación e intercalamiento de cultivos y la insuficiente siembra de viandas y hortalizas entre ellas la yuca, el plátano y el boniato, decisivas para complementar la dieta del cubano.
También impacta en los negativos resultados del abasto de productos agrícolas la deficiente contratación de los productores, los impagos a las cosechas vendidas al Estado, las pérdidas en los campos de frutas, viandas y hortalizas por mala gestión en su transportación, un cuestionable trabajo del sistema de acopio, el desvío de cosechas y la falta de control, entre otras irregularidades.
Falta de medicamentos
Las farmacias cubanas también sufren el flagelo del desabastecimiento, con 116 medicamentos en falta, de ellos 87 producidos en el país, que no cuenta, según las autoridades, con la materia prima necesaria para elaborarlos.
También influye la negativa de EEUU a vender insumos y materias primas esenciales para la fabricación de medicamentos, de acuerdo a lo que estipulan las leyes estadounidenses que rigen el bloqueo de Washington contra La Habana.
El titular cubano de Salud apuntó además al uso indebido de algunas medicinas, la deficiente organización en la red de farmacias, y la venta ilegal de medicamentos sustraídos de los almacenes estatales.
Revendedores
En medio de esta crisis reaparece la figura del revendedor, un personaje habitual en el entramado del comercio paralelo cubano que supone con su gestión agilizar o aliviar la situación de muchos que no pueden pasar largas horas —o días— en una fila frente a un mercado.
Su presencia en tiempos de crisis ha generado un malestar general en la población, que se queja constantemente del control que ejercen en las colas, y de la forma en que saquean el bolsillo de los más necesitados.
A su vez, señales de corrupción administrativa en la red de comercio minorista contribuyen a que estos revendedores dispongan de productos que no llegarán a los anaqueles, y serán revendidos en cinco, seis veces o más veces de su valor original.
En las últimas semanas, el Gobierno intensificó una campaña contra algunas de estas ilegalidades enquistadas por años en la sociedad cubana, pero queda mucho por hacer para asegurar un comercio sostenible, que permita llevar a la mesa, lo mínimo esencial.