Que Anthony Hopkins rechace hacerse fotos porque se siente gordo; que Bill Murray te pida media pastilla para la acidez estomacal; que Robin Williams te salve de un tenso diálogo con Larry David; que Scarlett Johansson te pregunte si te gustó más su culo o sus bragas o que Harrison Ford, el eterno intérprete de Han Solo o Indiana Jones, se lleve tu móvil —por equivocación— al retrete. Esas son algunas de las anécdotas que ha ido coleccionando el periodista Toni García Ramón a lo largo de más de dos décadas. En Mata a tus ídolos (Catedral), el cronista de la industria cinematográfica muestra esa cara B de los festivales o de Hollywood y los flecos no publicados de algunas entrevistas.
A lo largo del libro, la idea se traduce en que las estrellas de cine no dejan de ser personas. Las hay más o menos amables, con más o menos ganas de colaborar en el trabajo de un periodista o más o menos inocentes. "A medida que se van haciendo más conocidos, están cada vez más fiscalizados. Y controlan mucho más lo que dicen, porque son un altavoz muy potente. Llegan a un punto en que están casi robotizados", comenta Toni García, que destaca en el libro esta transformación con la frase oída de un veterano en el oficio: "Lo que les cambia no es el tiempo, es la fama".
✨NOVEDAD✨ 🎬 Johnny Depp, Al Pacino, Harrison Ford, Philip Seymour Hoffman, Nicole Kidman, Scarlett Johansson, Bill Murray, Tom Hanks... Nunca los habías visto así y nunca volverás a verlos como los veías antes de leer 'MATA A TUS ÍDOLOS', de @tgarciaramon #MataATusÍdolos pic.twitter.com/cxNSPnryIE
— Catedral (@CatedralBooks) May 29, 2020
Ha sido testigo de este cambio en múltiples ocasiones. También ha visto lo opuesto: que alguien curtido en la industria se salte las normas tácitas de la profesión. En ese rango están Jack Nicholson, Al Pacino o George Clooney, grandes figuras a las que ya les importan muy poco las opiniones ajenas.
“Cuando tu carrera es dilatada, lo tienes todo hecho", justifica García, "si eres joven aún vas con ese miedo que te asalta porque de repente gozas de popularidad y no puedes ni ir a comprar a un supermercado".
Mata a tus ídolos repasa el circuito de festivales que ha cubierto desde casi la adolescencia. Habla de Venecia, Cannes, Berlín o Sitges, el más cercano a su ciudad de origen, Mataró. Introduce en capítulos cortos el funcionamiento no tan conocido de la industria cinematográfica. Ahí están los publicistas, esos escoltas que vigilan las preguntas, el tiempo o las apetencias del actor o actriz de turno. O el resto de la tribu periodística que se mueve por el mundillo y con la que a menudo se comparte trabajo.
García ha preferido centrarse en las historietas más características que hacer una lista fatigosa de las más de 3.000 entrevistas desde 1996. "La tentación de convertir el libro en un puro name dropping, el término inglés que retrata esa obsesión milenaria , acrecentada en el imperio de las redes sociales, por soltar nombres sin ton ni son, ha sido una rémora. Me ha sido imposible esquivarla, pero he intentado mantenerla a raya, y que cada sujeto que aparece en estas páginas tenga una razón poderosa para hacerlo", indica en uno de los capítulos.
"Creían que era un sinsentido. Una vez les dejé sobre la mesa una revista con una portada mía sobre un actor y a la semana seguía igual: ni la habían abierto", ríe. Eso también sirve para desinflar la burbuja del glamour que se presupone en el universo de las superproducciones. "Al final, el trabajo es rutinario: coges aviones, haces lo que sea y vuelves. Lo que sucede es que revives el imaginario que te has montado", arguye, refiriéndose a otro apartado del libro: las invitaciones a rodajes.
"Son una turra y tú eres el instrumento. Los rodajes pueden ser chulos o una mierda. Generalmente son una mierda. Pero te utilizan para que crees expectativas de algo. Eres la correa de transmisión de un concepto", reflexiona.
Una actividad que no solo le ha dado la oportunidad de desvelar esos ángulos más prosaicos de las estrellas, sino también la de compartir carcajadas con sus amigos. "Me han ayudado a recordar muchas cosas. Y para ellos es un alivio que haya publicado esto, porque así no tienen que escucharlas más", concluye alguien que cree que "nadie resiste un escrutinio constante y severo". "Y los ídolos (todos ellos) son incluso más vulnerables a esa ecuación", avisa. Por eso merece la pena ‘matarlos’, aunque a veces te brinden instantes tan curiosos como los narrados por el periodista. A quien, por ejemplo, Helen Mirren llegó a preguntarle: "¿Qué pasa, Antonio, nunca has visto unas tetas?".