Cabe recordar que las empresas multinacionales brasileñas se han expandido en grandes mercados aumentando sus deudas externas. En el período 2009-2020, la deuda externa privada pasó de 109.894 a 205.437 millones de dólares de acuerdo con los datos del Banco Central de Brasil. Asimismo, la moneda se devaluó con respecto al dólar pasando de 2 a 5,31 reales por dólar en el mismo período. En consecuencia, la carga de la deuda externa aumentó dado que las empresas obtienen una gran parte de sus ingresos en reales en el mercado local, por lo que necesitan percibir más ingresos para compensar la devaluación de la moneda.
El impacto negativo del coronavirus fue compensado con la aparición de la fiebre porcina en China que incrementó las ventas de los conglomerados brasileños que se dedican a la comercialización de alimentos. Por mencionar algunos casos, la productora de alimentos JBS ha aumentado sustancialmente sus ingresos por la venta de carne al gigante asiático puesto que la fiebre porcina redujo la producción de carne en varias provincias chinas. También la fiebre porcina ha incentivado a los campesinos chinos a usar alimentos como la soja para alimentar a su ganado en lugar de residuos alimenticios que expandirían la propagación de la enfermedad. Otros productos alimenticios han sido favorecidos como el azúcar, arroz y nueces por lo que las empresas están aprovechando esta oportunidad para incrementar sus ganancias y pagar sus deudas pero también para mantener su expansión en los mercados internacionales.
Esto ha modificado la importancia de los socios comerciales de Brasil ya que China concentró un 40% de las ventas totales en el mes de mayo mientras que Estados Unidos acumuló un 8% de las exportaciones de Brasil. Esto es un reflejo de las diferentes relaciones de Brasil con ambas potencias. Con Estados Unidos, la disminución de las ventas se concentró en petróleo, autopartes, aeronaves y minerales por la recesión de la industria norteamericana. Por el contrario, la demanda de alimentos ha aumentado en China de suerte que la relación económica se ha fortalecido a pesar de la propagación del coronavirus.
La exportación masiva de alimentos amenaza la preservación de las regiones naturales en estados productores de alimentos como Paraná y Río Grande del Sur así como la Amazonía en el estado de Mato Grosso. Cabe recordar que la producción de soja junto con la ganadería ha producido una gran deforestación en las áreas naturales en donde recientemente se produjeron graves incendios a causa de los efectos del cambio climático. La elevación de la temperatura producida por el cambio climático tiene repercusiones negativas como sequías prolongadas, desaparición de glaciares y extinción de especies que han sido advertidas por grupos ambientales.
Como prueba de ello, el presidente Bolsonaro mandó una iniciativa (PL 191/2020) al Congreso en febrero de 2020, que tiene como propósito reglamentar la explotación de minería, generación de energía eléctrica, petróleo y gas natural en los territorios indígenas. La parte controvertida de la iniciativa es que establece el requerimiento de estudios técnicos de los proyectos propuestos por la iniciativa privada, pero deja de lado las consultas a los pueblos indígenas. En caso de controversias con las comunidades indígenas, el presidente tendrá la facultad de aprobar el proyecto en caso de la ratificación del Congreso.
Entre los proyectos mineros prioritarios de la Administración de Bolsonaro se encuentran la extracción de uranio, fosfato, potasio y oro. El uranio será extraído en el estado de Minas Gerais con el propósito de incrementar la generación de energía nuclear. El Gobierno brasileño planea también concluir la central Angra III, aparte de comenzar a construir unos reactores nucleares en el municipio de Itacuruba en Pernambuco. La energía nuclear ha recibido críticas por la expulsión de los pueblos indígenas además de los riesgos ambientales y humanos como se mostró con la catástrofe de Fukushima. En este sentido, varios analistas brasileños han advertido que la construcción de centrales nucleares obedece más bien a la prioridad del Gobierno de beneficiar a los conglomerados internacionales que se dedican a la construcción de infraestructura de energía nuclear aparte de las empresas constructoras brasileñas.
En síntesis, el presidente Bolsonaro está aprovechando el coronavirus para apuntalar el extractivismo que beneficiará a la agroindustria y la minería. Pero la crisis económica puso claro que el desarrollo económico no puede ser conseguido favoreciendo la expansión de las empresas multinacionales brasileñas a costa de degradar las condiciones de vida de los brasileños.