"Hay problemas secundarios no planeados al perseguir sus metas, que el presidente elude. O bien no los ve, o no le importan, y eso resulta contraproducente", dijo a esta agencia José Antonio Crespo, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) y autor de una docena de libros, entre ellos dos perfiles biográficos sobre López Obrador.
La violencia del narcotráfico ha mostrado toda su virulencia con el osado ataque reciente de sicarios en el corazón de la capital, sobre el emblemático Paseo de la Reforma.
El principal responsable de combatir al crimen organizado en la megalópolis resultó herido en la acción de tintes cinematográficos, con armas contra blindados, en la que murieron sus dos escoltas principales y una transeúnte.
García Harfuch acusó al poderoso Cartel de Jalisco Nueva Generación, pero presuntos miembros de esa organización criminal lo acusaron de ser un corrupto.
Narcos envalentonados
El atentado perpetrado por una treintena de sicarios es casi anecdótico frente a las 53.628 muertes violentas registradas desde que López Obrador llegó a la presidencia.
Esa cifra supera en un 55% a los asesinatos ocurridos durante los primeros 18 meses de su antecesor, Enrique Peña Nieto.
Una de las paradojas es que Calderón era blanco preferido de los ataques de AMLO (como lo llaman sus seguidores) por ser el primero en utilizar a militares para confrontar al narcotráfico, algo que en esta administración fue legalizado con la conformación de una Guardia Nacional, muy cuestionada por defensores de derechos humanos, dentro y fuera del país.
Durante su campaña por la presidencia y en los primeros meses de su administración, el líder de la izquierda nacionalista pregonó una política de "abrazos, no balazos", para enfrentar al narcotráfico.
Incluso rompió los protocolos de seguridad para acercarse, a finales de marzo pasado, a saludar de mano a Consuelo Loera, madre del capo del narcotráfico Joaquín Guzmán Loera, alias 'El Chapo', quien purga prisión perpetua en EEUU por múltiples crímenes.
Propósitos a medias
López Obrador también ha reivindicado que ha podido avanzar en la lucha contra la corrupción.
Califica a ese flagelo como "la peste mas funesta que ha afectado a México", y lo combate con una campaña de drástica reducción del gasto público.
"En el tema de la austeridad o de cesar los privilegios, todos lo apoyamos; pero siempre que sepa hacerlo con bisturí y no con machete", señaló el historiador.
Crespo recordó que, por ejemplo, el mandatario "aplicó en materia presupuestal drásticos recortes del gasto público, como en el sector salud, que dejaron sin presupuesto el suministro de medicinas".
Además, aplicó una política de "recortes salariales y otras prestaciones en altos cargos del Gobierno que obligaron a gente muy valiosa a irse del sector público".
El desempeño de la economía también sigue siendo un indicador en rojo durante los primeros meses de gestión del nuevo gobierno.
A una reducción del 0,1% en el Producto Interno Bruto en 2019 se suma ahora una previsible debacle tras la pandemia de COVID-19, que podría contraerse por lo menos un 8,8% este año, según una estimación del Banco Central de México.
Cuesta abajo
Los analistas piden mantener la disciplina fiscal, pero observando lo que se hace en otras partes del mundo, con apoyos a pequeñas y medianas empresas.
"Debido a que las consecuencias parecen no importarle, o no parece percatarse de ellas, solo le importan sus propósitos de tipo político, de imagen, de popularidad", señala Crespo.
Inclusive en este rubro, los resultados del Gobierno no parecen ser auspiciosos, según las encuestas.
Un estudio realizado por Consulta Mitofsky, que mide la popularidad del presidente en forma permanente, señaló la semana pasada que la popularidad del mandatario ha caído a 46,1 frente al 80% que registraba en marzo de 2019.