La disputa limítrofe entre Pekín y Nueva Delhi se remonta a mediados del siglo XX, cuando los dos gigantes asiáticos permanecían en estado de guerra. A raíz del conflicto armado que tuvo lugar en 1962, la República Popular China se quedó con el control de una parte de la región de Ladakh, Aksai Chin.
La confrontación que tuvo lugar el 15 de junio en el límite chino-indio se saldó con 20 soldados indios muertos, mientras la parte china perdió, según diferentes fuentes, entre 35 y 43 efectivos. El lugar donde se produjo el incidente, Ladakh, se considera una parte de otra región más grande conocida como Cachemira. Esta zona es conocida por ser el escenario de otras confrontaciones sangrientas: los conflictos indo-pakistaníes por el control sobre ella.
Inicialmente tanto Pekín como Nueva Delhi enviaron refuerzos a la zona para estar preparados para lo peor. Resultó no ser necesario, porque días después los beligerantes llegaron a un acuerdo y retiraron considerables refuerzos compuestos por efectivos del Ejército y vehículos blindados. Pero las tensiones siguen. Por ahora es pronto hablar de una desescalada.
Capacidades de los beligerantes
En el supuesto de que estalle una guerra abierta entre China y la India, esta última tiene menos posibilidades de ganarla.
En el transcurso de cualquier guerra la India va a depender mucho de los países productores de armas, mientras esto no es así en el caso de la RPC, que importa muy poco armamento. Pekín supera también a su vecino del sur en la producción de drones de ataque, armas de alta precisión y, además, su aviación es considerablemente más moderna, numerosa y eficaz que la de la India. China es una verdadera potencia militar en Asia y a la India le será difícil competir con ella.
No obstante, sería incorrecto e injusto decir que Nueva Delhi carece de ventajas. Por ejemplo, sus Fuerzas Armadas tienen más tanques, y su calidad está como mínimo a la par que la de los tanques de China. Además, los militares indios pueden movilizar más tropas que China en un período más corto de tiempo. La reserva de las FFAA indias es varias veces mayor que la de China: 2,1 millones frente a 510.000, de acuerdo con los datos de 2019 y 2020.
También existe el factor pakistaní. Si Pakistán decide entrar en guerra contra la India al mismo tiempo que esta última lucha contra China, Nueva Delhi estará destinado al fracaso militar. Pakistán es una de las partes que reclama la soberanía sobre Cachemira, pero no mantiene discrepancias con China en este asunto, por lo cual teóricamente es posible una alianza entre Islamabad y Pekín.
Aspecto político y rol de Rusia
El 25 de junio concluyó la visita oficial de tres días de la delegación india a Moscú. La misión fue encabezada por el ministro de Defensa del país, Rajnath Singh, y participó en las celebraciones del 75 aniversario de la victoria sobre el nazismo. Pero, además, tomó parte en una serie de encuentros en los que se abordó la cuestión de aceleración del suministro de los sistemas de defensa antiaérea S-400 y los aviones militares MiG-29 —21 unidades— y Su-30MKI —12 unidades—.
Entretanto, la posición de Rusia en cuanto a la confrontación entre sus socios es prudente. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, informó que Rusia sigue los acontecimientos con atención. El punto de vista oficial de Rusia radica en el argumento de que una confrontación entre China y la India es una mala idea para los dos, para la región euroasiática y para el sistema internacional.
En cuanto al Gobierno indio, puede usar las tensiones con China para mejorar la situación en los asuntos internos del país: las discrepancias con Pekín pueden ayudar a consolidar la población, aumentar el presupuesto militar y tener un as en la manga en las negociaciones con los norteamericanos. El Departamento de Estado estadounidense ya se solidarizó con la India en respuesta a la reciente escaramuza en la frontera.
China no quiere un conflicto con la India porque implicaría nuevas tensiones con Estados Unidos; la India no quiere una guerra contra China porque entiende que esta última tiene las de ganar. Además, las autoridades de los dos países entienden que no hace falta luchar y que sus soldados pierdan la vida por un pedazo de tierra deshabitado y desierto, aunque grande. Ni la India ni China han dado todavía un paso atrás por cuestiones de reputación.