La idea de combatir la pandemia de COVID-19 con la vacuna de Bacillus Calmette-Guérin (BCG) ha estado presente desde principios de marzo en la comunidad científica internacional.
Usada hace casi un siglo contra la tuberculosis, es la única vacuna certificada para esta enfermedad en el mundo y obligatoria en países como Rusia, Brasil y China. Por su probada incidencia en el sistema inmune, ha sido usada también contra la lepra, el cáncer de vejiga y la úlcera de Buruli.
En Australia, el personal de salud está recibiendo la dosis con el fin de verificar si puede reducir las posibilidades de contagio del virus SARS-CoV-2 o, en su defecto, si el periodo de la enfermedad se ve reducido y sus síntomas atenuados.
Los resultados obtenidos "servirán a los fines de entender la respuesta y ayudarán a la investigación de posibles nuevos virus en el futuro", indican desde el MCRI.
Los investigadores australianos ya habían anunciado el inicio de pruebas con la dosis de BCG desde finales de marzo, luego de que el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, lo autorizara.
Estudios similares se llevan a cabo también en Vietnam, Países Bajos y Estados Unidos.