Antonio Córdova murió en 2018, pero toda su vida la dedicó a divulgar la verdad del Cristo chileno, un hombre del que se conserva una única foto en la que luce un rostro rechoncho y bonachón.
Luego, la misión que fundó Córdova para su labor predicadora la bautizó como La Hermandad del Cordero de Dios Alfa y Omega, una sociedad que persiste terca en el tiempo y posee un local en el distrito limeño de Lince, donde antes funcionaba un cine.
La vieron venir
Todo esto se sabe por Eudelio Martínez, peruano de 63 años que tomó la posta de Córdova y que relata maravillado lo que, asegura, es una verdad que pocos quieren ver y quizá con razón; digamos, que ahora resulte que Cristo era un chileno gordito es para dudarlo; también otro asunto de relevancia actual: que la pandemia del COVID-19 estaba cantada desde hace tiempo, específicamente desde hace 25 años.
Como nos hemos quedado un poco absortos con tanta buena nueva, le pedimos a Martínez si puede ampliar eso de la resurrección en Lima, del mensaje del hijo de Dios y en general de qué va esto del Alfa y Omega; ya luego volvemos al tema de la pandemia.
Martínez recapitula y ordena los sucesos: el hermano Antonio vio al hermano Luis Soto Romero a su llegada a Lima en 1975, lo escuchó predicar “con una sabiduría superior a la de cualquier hombre” y en su mente supo que estaba ante Cristo que “regresaba en gloria y majestad” a la Tierra.
Un día de 1978, Cristo encarnado muere, se le da sepultura en el cementerio El Ángel de Lima y, al tercer día, toca la puerta de su huésped y le dice: ¡Cómo la ve, hermano!, ¡cómo la ve! Estaba vivo y coleando.
Luego de ver al resurrecto, este le dice que debe marcharse a China en su misión divina y se va no sin antes dejarle 4.000 rollos telepáticos que aún se conservan en el local de la Hermandad.
Los rollos telepáticos, que están al alcance del público, son unos papeles y cartulinas con dictados de Dios y dibujos esmerados hechos con lápices de color. Ahí, en esas cartulinas compradas en una librería de barrio, está el mensaje del Padre para sus hijos.
El imperio ataca
Ahora volvamos a la pandemia que nos tiene gastando jabón como si no hubiera mañana, y el que tenga oídos que oiga, pues en uno de los rollos escrito está esto: “¡Ay de aquellos que manipularon a las bacterias porque ellos también serán manipulados!”, cita Martínez, no con exactitud, aunque sí con entusiasmo.
Es decir que la pandemia, si acaso no nos va a desaparecer ya ya, al menos es una advertencia de que poquito nos queda.
Si la gente de Wuhan hubiera atendido ese mensaje humilde, otro gallo nos cantaría, y lo hubiera podido hacer porque La Hermandad Alfa y Omega llega a todos los rincones del mundo.
A decir, la organización no sólo está activa con 300 miembros y miles de simpatizantes, sino que desde hace décadas tiene un programa de radio en una estación AM en Perú y, desde hace poco, lo retransmiten por Facebook para el planeta entero.
Además, cargando una bandera celeste y crema como emblema, marchan pacíficamente por las calles de Lima manifestándose contra la bestia apocalíptica que es el sistema capitalista, dicen, y su máximo exponente, EEUU, cuyo presidente “representa el 666”.
Martínez asegura que la pandemia es un ataque programado por parte de un orden caduco contra China, ¿y no sabe nada del hombre chileno que es Cristo?, ¿no ha intentado comunicarse con él?, preguntamos. Él está recorriendo el mundo en su labor divina, responde como quien no quiere condicionar su fe a pruebas mundanas, guareciéndose en la ignorancia que no es tan atrevida como es humana y feliz.