La fe se convierte a lo virtual para eludir una plaga casi bíblica

© REUTERS / Vatican MediaEl papa Francisco orando a la cámara
El papa Francisco orando a la cámara - Sputnik Mundo
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MONTEVIDEO (Sputnik) — La imagen estremece por su elocuencia: una figura blanca, solitaria, le habla a la nada desde un estrado, mientras otorga el perdón a más de mil millones de personas, muchas de ellas siguiendo las palabras de ese hombre mayor desde sus casas, forzadas al confinamiento por el coronavirus.

Ese hombre mayor no era otro que el papa Francisco, que desde la mismísima plaza San Pedro y por primera vez en la milenaria historia de la Iglesia Católica, celebraba misa ante un auditorio vacío.

Desde sus casas por el COVID-19: cómo los católicos celebraron la Pascua

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La escena refleja el impacto del coronavirus, que ha infectado a dos millones de personas y ha matado a más de 130.000 en todo el mundo, pero que además ocasiona que cientos de millones de personas deban permanecer en sus hogares, haciendo colapsar la economía global y generando una sensación de cataclismo bíblico del que nadie sabe muy bien cómo salir.

Como el mundo comprobó con la misa papal, parece que ni siquiera dios estaba preparado para esta pandemia.

Misa por Instagram

También en América Latina los sacerdotes pasaron del contacto directo con sus feligreses a las redes sociales para celebrar sus misas.

"Estamos viviendo un descubrimiento, toda una experiencia nueva de mantener viva y creciente nuestra fe, aprendiendo que el uso de las nuevas tecnologías puede ser para algo muy positivo", comentó días atrás a Sputnik el sacerdote boliviano Florencio Flores, quien está al frente de una parroquia barrial en La Paz.

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La situación se repite en buena parte de los barrios latinoamericanos, principalmente debido a la suspensión de actos públicos, medida a la que las iglesias católicas se sumaron de inmediato, en su mayoría, aceptando recomendaciones u órdenes de distanciamiento social de las autoridades sanitarias de sus respectivos países.

"No tengo palabras para definirlo [el cambio]. Por un lado había días que me daba tremenda tristeza; por otro lado me llenaba de alegría el ver el feedback [reacciones] que generaba la cantidad de gente que se sumaba, de la cantidad de lugares", contó a Sputnik el cura uruguayo Juan Andrés Verde.

"Nunca me imaginé estar haciendo una misa por Instagram, no creía que era el espacio (…) Para mí, que celebro la misa como cura, hablarle a dos cámaras, cuando a las misas de los domingos van 700 personas… imaginate hablarle a una camarita", agregó el sacerdote.

Siempre se puede, de todas formas, apelar al ingenio.

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En ciudades de Perú y de Uruguay algunas iglesias locales han hecho procesiones de santos y vírgenes sin feligreses, pero transmitiendo las ceremonias por las redes sociales.

Así ocurrió el domingo de Pascua en la ciudad uruguaya de Florida (centro), donde la imagen de San Cono se paseó por las calles en un vehículo de la intendencia local.

Algo parecido se verá este domingo 19 de abril en el departamento peruano de Puno, donde la iglesia católica organizó una procesión con la imagen de la virgen de la Candelaria, que será transportada en un vehículo policial; las autoridades locales animaron a la comunidad a saludar el paso de la imagen desde sus hogares.

Responsabilidad

"Me ha tocado ir a entierros en los que solamente han participado tres personas. Fui a un entierro donde no pudo siquiera participar la esposa del que murió, porque estaba contagiada [de COVID-19]. El que murió, murió por coronavirus, y participaron uno de los hijos, porque los otros no podían, y los dos yernos. Éramos cuatro despidiendo al padre", relató Verde.

El sacerdote uruguayo toma este duro ejemplo para destacar la importancia de seguir las recomendaciones de las autoridades, que exhortan a la población a salir de sus hogares únicamente cuando sea necesario.

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Verde tampoco hace extremaunciones presenciales, aunque sí le ha tocado hacerlas por videollamada.

"Opté por no ir a los hospitales. Obviamente rezo por esas personas, he hecho videollamadas con personas que están hospitalizadas, y rezar especialmente por ellos, pidiéndole a dios que interceda por ellos en el hospital", dijo.

No se trata de "dejar tirada a la persona", sino de estar a la altura de la responsabilidad que implica estar al frente de una iglesia que colabora con comida en varios barrios pobres de la capital uruguaya, donde el COVID-19 podría hacer estragos, explicó el religiosos.

"Tengo que optar entre meterme en un hospital y asumir un riesgo de pasar a ser un vector del virus, o permanecer lo más aislado posible el tiempo que estoy acá en la parroquia, para poder cumplir con estas medidas, con esta responsabilidad que tengo", explicó.

Pero la fe, asegura, se mantiene intacta: "Creo en un dios que es capaz de trascender cualquier distancia".

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