Como al inicio del aislamiento social preventivo en Chile, con cada prórroga de cuarentena se congregan largas filas de personas en las entradas de los supermercados. La adquisición de alimentos en los centros urbanos parece estar estrechamente vinculada con las estanterías metálicas de estas grandes superficies, a pesar de que muchos pequeños locales de barrio han señalado que sus ventas se han visto incrementadas en este tiempo de pandemia.
Esto es lo que hace el huerto comunitario La Berenjena, que nació a mediados de 2012 con la intención de recuperar un terreno por años en desuso y convertirlo en algo útil y beneficioso para la comunidad.
Con ayuda de un comité de vecinos de Villa Providencia de Macul, ubicada en la populosa comuna de La Florida en la zona sur de Santiago, La Berenjena logró conseguir un terreno eriazo (predio sin construcciones), que hoy trabajan principalmente pobladores de la Villa y de los alrededores.
"Con el tiempo y mucho trabajo comunitario de vecinas y vecinos, amigas y amigos de otros territorios, se convierte en un huerto comunitario y tras ya casi ocho años, se proyecta como un vergel capaz de entregar soberanía alimentaria a quienes participan de él como también a quienes se pueda apoyar con todo lo que el huerto puede generar", cuenta a Sputnik Alonso Herrero, miembro de La Berenjena.
Herrero agrega que en el huerto comunitario no solo se entrega alimento y medicina, sino "también cultura, sabiduría ancestral, control comunitario, autonomía política y autogestión de la vida".
Tras la llegada de la pandemia
Los integrantes de La Berenjena relatan que antes de la crisis sanitaria en el huerto se realizaban periódicamente mingas de trabajo temático. Minga proviene de la voz quechua minka, que es una forma de trabajo colectivo y voluntario tradicional.
Previo a la pandemia se realizaban mingas del barro, de siembra, del agua; momentos de trabajo, pero también de encuentro entre los vecinos, "en las cuales se trabajan las camas de cultivo y se resuelven los problemas del momento, como desmalezar, reordenar espacios, etc., y finalmente se prepara la jornada siguiente, con un momento de compartir alimento, mate y conversación", detallan los miembros de La Berenjena en diálogo con Sputnik.
Hoy en tiempos de crisis "sociosanitaria", como ellos la llaman, las mingas se han suspendido, al igual que otras actividades masivas, pero sí se riega y trabaja el huerto periódicamente. No obstante, se sigue en el trabajo comunitario, pero de otra forma.
"Nos enfocamos en ayudar en la sanitización del barrio y el apoyo a los y las más vulneradas, compartiendo y acopiando alimento, ropa y utensilios de limpieza. En la búsqueda de levantar redes de apoyo y cooperativas", señalan.
Horizontalidad, autonomía y apoyo mutuo
Los integrantes del huerto comunitario La Berenjena han participado de distintas movilizaciones y reivindicaciones, "mantuvimos el año pasado una constante lucha contra el TPP11 [Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico], y durante la revuelta participamos activamente de las asambleas territoriales y el huerto se convirtió en un punto de reunión importante".
Por ello, cuando se produce la revuelta social, el huerto ya estaba organizado y vinculado a otras organizaciones, por lo tanto, vino a potenciar un proceso de descontento y de autoorganización que ya se venía desarrollando.
"La revuelta nos permitió crecer y extendernos con otros territorios en sus saberes y experiencias, lazos inquebrantables que se han afianzado al calor de la barricada, siendo hoy en la pandemia este el germen de esta organización comunitaria que se proyecta como un proceso de construcción popular verdadero y genuino", detalla Herrera.
Hoy forman parte de Asamblea Territorial WAF, que los conecta con una zona de la ciudad más amplia, puesto que el huerto es su organización de base que los vincula al territorio donde están ubicados.
Desde la Asamblea Territorial proyectan un trabajo a nivel comunal y metropolitano, que se funda bajo los principios instalados, como señalaron, en el 2011, de horizontalidad, autonomía y apoyo mutuo. Y que les ha permitido levantar redes de apoyo y comunicación, trabajo de acopio de alimento y ropa, crear cooperativas y otros huertos comunitarios en "espacios subutilizados que permiten generar abundancia y soberanía alimentaria".
Hoy se está trabajando para levantar nuevamente esta red de huertos. Esto es fundamental para planificar y accionar las siembras pensando en la crisis alimentaria. La idea es que los huertos sean una alternativa saludable y nutritiva.
Por todo este trabajo y sus proyecciones es que a los miembros de La Berenjena forman parte de la campaña El Pueblo Ayuda al Pueblo, cruzada que surge según su opinión "en contra de las campañas de 'ayuda' institucionales en las que se distribuyen migajas a cambio fotografías y campañas mediáticas. El Pueblo Ayuda al Pueblo es solidaridad y sobrevivencia".
"El abandono es del Estado, no es de los vecinos ni de la comunidad, y al contrario, con el COVID-19 comenzaron a trabajar las mismas asambleas que antes estaban en la calle. Están trabajando para ir en ayuda de la comunidad", señala a Sputnik Emil Fernández, vecina de la Villa Macul, beneficiaria de La Berenjena.
Esta labor territorial no solo permite al huerto comunitario La Berenjena ir en ayuda de sus vecinos, sino también "encontrarse en el trabajo y cuidado de la tierra". Una experiencia empoderada y enriquecedora, a la que invitan a sumarse, porque para ellos ha significado un camino de descubrimiento, donde han aprendido de la naturaleza, sus ciclos y sus ritmos. Donde han entretejido relaciones humanas y organizativas.
"Aprendimos que la historia ancestral se guarda en las semillas y nos unimos a las luchas populares que nos precedieron. Sembramos trabajo, cultivamos la organización y cosechamos comunidad consciente".