Ambas ciudades inician esta semana lo que el Gobierno español denomina "fase 2" de la desescalada de medidas restrictivas para frenar el coronavirus.
Más de la mitad del país ya estrenó previamente esta etapa, e incluso muchos territorios se encuentran ya en la fase 3, pero el alivio de las restricciones en Madrid y Barcelona es especialmente importante porque juntas generan el 40% del PIB español.
Además, Cataluña y Madrid acumulan el 52,6% de las más de 27.000 muertes por COVID-19 en el país, por lo que este cambio de fase también es un hito en la lucha contra la pandemia, permitiendo que la vida cotidiana gane terreno donde el virus golpeó más fuerte.
Un balón de óxigeno
El nuevo escenario implica un importante alivio de las restricciones que permite a bares, restaurantes y algunos locales de ocio recuperar parte de la ansiada normalidad ampliando el aforo permitido en los establecimientos.
Otra de las grandes novedades es la reapertura de centros comerciales y la vuelta a la actividad de cines, teatros y auditorios, en ambos casos con limitaciones de aforo.
Este 8 de junio el Banco de España empeoró sus pronósticos para el conjunto de 2020, proyectando una caída de hasta el 15,1% del PIB para finales de año.
Además, la vuelta al trabajo alivia la presión sobre las arcas del Estado, que desde el inicio de la crisis sanitaria destinó prestaciones a 3,38 millones de personas obligadas a detener su actividad.
Estas prestaciones se ofrecen a través a través de Expedientes de Regulación Temporal de Empleo —los ya famosos ERTES, una palabra instalada en el vocabulario diario de los españoles— por los que el Estado cubre hasta el 70% del salario de los trabajadores obligados a parar.
De acuerdo con datos ofrecidos este 8 de junio por el Ministerio de Seguridad Social, la desescalada ha supuesto la vuelta a la actividad laboral de 587.000 trabajadores entre el 29 de abril y el 3 de junio.
"Si no fuera por el ERTE yo me habría muerto de hambre, pero para mí es un gran alivio poder volver a trabajar y tener mi sueldo completo", explica a esta agencia David, un joven que trabaja en una tienda de gafas de sol, reabierta este 8 de junio gracias al cambio de fase.
"Limpio más de lo que vendo"
El puesto que atiende David se encuentra en el centro comercial de Príncipe Pío, uno de los puntos de conexión del centro de Madrid con las poblaciones del sur de la provincia, lo que habitualmente genera una gran afluencia de visitantes al establecimiento.
Tras casi tres meses meses con la persiana bajada, el centro comercial volvió a abrir este 8 de junio en medio de una colección de medidas de seguridad destinadas a que nunca se supere un 30% del aforo en las zonas comunes.
"Vender hemos vendido poco, no hay demasiada gente todavía, pero eso sí, llevo todo el turno limpiando gafas sin parar", bromea David antes de explicar que "con esto del virus la zona de los ojos y la nariz es delicada, así que nos tenemos que asegurar de desinfectarlo todo cada vez que un cliente se prueba algo".
En total, este centro comercial —en el que trabajan unas 1.000 personas— se ha visto obligado a desarrollar más de 250 medidas de seguridad diferentes para volver a la actividad.
Pese al ritmo lento del primer día, Beatriz se muestra esperanzada porque "la reapertura es un alivio para decenas de negocios que llevan meses sin ningún tipo de ingreso".
Paréntesis en historias centenarias
Más allá del ajetreo de los grandes centros comerciales, la entrada en fase 2 también ha supuesto la reapertura de otro tipo de establecimientos, los locales clásicos que forman parte del paisaje urbano y que ejercen de contrapunto en unas ciudades donde todo se mueve —y cambia— demasiado rápido.
En Barcelona, el restaurante Núria, uno de los locales más emblemáticos de la céntrica avenida de Las Ramblas, celebró su apertura después de tres meses de cierre con un desayuno al que se invitó a vecinos del barrio.
Ahora, los habitantes de Barcelona son los únicos clientes para miles de establecimientos que hasta hace poco dependían de los visitantes extranjeros.
Los propietarios del Núria, que cuenta con casi 100 años de historia, reconocieron en declaraciones a la televisión de Barcelona el reto que supone la reapertura en unas Ramblas sin visitantes extranjeros.
"Siempre hemos tenido un porcentaje de cliente local importante y una política de precios honesta, pero esperamos que ahora los vecinos bajen cada vez más a la Rambla", afirmó el copropietario Marcel Cortadellas.
Uno de los primeros clientes del bar fue el primer teniente de alcalde de la ciudad, Jaume Collboni, que celebró a través de las redes sociales que "la ciudad y los barceloneses recuperen progresivamente la normalidad".
Para evitar aglomeraciones, el Ayuntamiento habilitó una página web a través de la cual los ciudadanos pueden comprobar la ocupación de las playas de la ciudad, aunque los que quieran disfrutar de las olas tendrán que mantener la distancia con otros bañistas.
Con el reclamo de la playa y la vuelta a la actividad de restaurantes, bares y chiringuitos, el litoral de Barcelona recuperará parte de su bullicio a inicios de un verano condenado a operar a medio gas.