Los participantes del programa fueron elegidos con el mismo grado de exigencia que se elegían los cosmonautas del escuadrón soviético. Al fin y al cabo, pese a que seguirían en nuestro planeta, estos hombres simularían un viaje al planeta rojo, viviendo y trabajando en condiciones cercanas a las encontradas en el espacio.
¿Quiénes participaron?
El médico Guerman Manóvtsev, que en aquel momento tenía 31 años, fue nombrado comandante de la tripulación. Quedó encargado de llevar a cabo los experimentos biomédicos a bordo, pero su tarea principal era monitorear la salud de sus colegas durante el 'vuelo'.

Borís Ulibíshev, de 24 años, quedó responsable de todo el trabajo con los instrumentos científicos. El joven y sociable atleta era un excelente especialista en equipos médicos electrónicos.
El tercer voluntario elegido para el experimento fue Andréi Bozhko, quien en aquel momento se acababa de graduar en la Facultad de Biología del Suelo de la Universidad Estatal de Moscú. El joven quedó encargado de llevar un diario de los eventos durante toda la duración del experimento.
¿Cuáles eran las condiciones?
La cámara metálica, ubicada en un complejo experimental en el Instituto de Cuestiones Biomédicas en Moscú, tenía un área de 12 metros cuadrados, mitad de la cual estaba ocupada por dispositivos variados. En el diminuto espacio restante del compartimiento, los tres participantes trabajaban, practicaban ejercicios físicos, comían y dormían. Bañarse se les permitía solamente una vez cada 10 días. Había, además, un ruido constante de unos 90 a 100 decibelios, causado por un ventilador que funcionaba las 24 horas del día.
"El agua provenía de la orina. Giraba a lo largo de un circuito y, con esta agua, teníamos que preparar (las sopas) borsch y shchi", contó Bozhko a Roscosmos.
Su alimentación también era bastante estricta: una dieta magra de 1.000 calorías al día. En comparación, los cosmonautas de los días actuales reciben 3.000 calorías diarias. Como resultado, Ulibíshev perdió 12 kilos a lo largo de 12 meses.

Además de llevar a cabo distintos experimentos, los mismos voluntarios eran objeto de investigación. Cada uno de sus movimientos era registrado por tres cámaras que filmaban ininterrumpidamente. Aunque fue difícil acostumbrarse a la atención, con el tiempo los participantes ya ni les hacían caso a los dispositivos de grabación, detalló Bozhko.
La única comunicación con el mundo exterior era con los responsables del experimento a través de radiocomunicación.
¿Cómo era la vida aislada?
No es sorprendente que, en condiciones tan extremas, se produjera un motín a bordo de 'la nave' solo dos meses después del inicio del experimento. Ulibíshev y Bozhko comenzaron a boicotear al comandante Manóvtsev. Formalmente, él siguió siendo el líder, pero en realidad los otros dos participantes simplemente pasaron a ignorarlo.
En el 121 día del experimento, Ulibíshev comenzó a alucinar: escuchaba sonidos extraños, lo atormentaban visiones y tenía la sensación de que alguien más caminaba por la cámara. Con ayuda de Boshko, decidieron atrapar 'el fantasma' unos días después. Resultó que era Manóvtsev, quien tenía un reloj que emitía un sonido cuando él se movía durante la noche.
En la tercera etapa del experimento, se mantuvieron las condiciones de emergencia por 10 días enteros. Durante este período los voluntarios tampoco recibieron alimentos calientes y su suministro diario de agua fue reducido a la mitad. El objetivo era averiguar los efectos de tales condiciones en el organismo y entender cómo el "accidente" afectaba al rendimiento y las relaciones de la tripulación.

Pese a todas las dificultades, los voluntarios lograron concluir el experimento. En noviembre del 1968, un año después del inicio del experimento, abandonaron la cámara de presión. Fueron recibidos como héroes por miembros del Gobierno, cosmonautas y, por supuesto, los líderes del experimento.
A día de hoy, los científicos todavía utilizan los resultados obtenidos en el 'vuelo' secreto. Los estudios sobre el trabajo del cuerpo humano en un espacio confinado se han convertido en la base de todo un conjunto de recomendaciones para expediciones orbitales. Además, cuando las tripulaciones futuras comiencen a prepararse para vuelos a otros planetas, serán útiles las historias de estos cosmonautas que fueron a Marte sin jamás salir de la Tierra.