Según los científicos, hace unos 120 millones de años, durante la época de los dinosaurios, una enorme corriente de roca caliente se separó de la frontera entre el núcleo y el manto del planeta y subió rápidamente a la superficie. Se formó una meseta volcánica submarina del tamaño de un continente que con el tiempo, se rompió por los movimientos de las placas tectónicas.
Un fragmento de esta meseta, llamado Hikurangi, se ha movido hacia el sur y ahora yace bajo la Isla Norte de Nueva Zelanda.
Los científicos han estudiado la velocidad de propagación de las ondas sísmicas a través de las capas de estas rocas para determinar su origen y características.
Desde finales de la década de 1970, se habían reportado rápidas velocidades de la onda P (8,7-9,0 km/s) desde una profundidad de unos 30 km bajo la Isla Norte oriental de Nueva Zelanda. Los nuevos datos muestran que la velocidad de las ondas P alcanzó los 9 km/s. La peculiaridad de estas altas velocidades es que son igualmente altas para las vibraciones sísmicas que se propagan en todas las direcciones horizontales, pero mucho más bajas para las que se mueven verticalmente hacia arriba.
Esta diferencia entre las velocidades verticales y horizontales ha permitido a los científicos comparar las rocas de la meseta de Hikurangi con las de la meseta de Manihiki, al norte de Samoa, y la meseta de Ontong Java, al norte de las Islas Salomón, que tienen las mismas características de velocidad.
Los científicos aseguran que todos formaban parte de la misma superpluma mantélica. Estas plumas son columnas estrechas de material proveniente del manto que existen bajo la corteza terrestre, produciendo puntos calientes y lugares con vulcanismo anómalo.
El estudio se publicó en la revista Science.