Los criminales nazis empezaron a buscar un lugar seguro y a abandonar su Reich como ratas escapando de un barco que se estaba hundiendo. Las rutas de escape para los exmiembros de las SS aparecieron precisamente cuando la caída del Reich se hizo obvia e inevitable: dichas rutas pasaron a conocerse como líneas de ratas —ratlines, en inglés—. Hubo varias rutas, pero entre ellas destacaron tres principales.
La existencia de estas líneas ayudó a muchos exintegrantes de las SS a escapar de la justicia. Durante muchos años vivieron en algunos países sudamericanos e incluso trabajaron para gobiernos locales o para Estados Unidos. Pero es cierto que hubo casos en los que los servicios especiales de Israel atrapaban a los nazis en su escondite y los transportaban a Israel para poder procesarlos por tomar parte en el Holocausto.
Si bien se acepta universalmente que el führer de la Alemania nazi, Adolf Hitler, se suicidó en su búnker en Berlín en los últimos días de la guerra, hubo teorías conspiranoicas según las cuales pudo haber usado una de las líneas de ratas para escapar a Argentina. Si bien no fue lo que sucedió, sí es verdad que muchos nazis huyeron del territorio alemán y lo hicieron con la ayuda de unos sacerdotes.
El padre que se convirtió en el primer salvador de los nazis
Hudal daba gracias a Dios por poder salvar a los exintegrantes de las SS y a otros criminales de guerra. Fue conocido por su perversa posición hacia la derrota del nazismo. Creía que la guerra contra Alemania "no era una cruzada", sino que con toda seriedad aseveraba que esta era una "rivalidad de complejos económicos". Mientras tanto ponía en duda que la gente a la que ayudaba fueran criminales de guerra.
La táctica era simple: los simpatizantes de los nazis como Hudal inventaban una identidad falsa para los exintegrantes de las SS, conseguían los papeles necesarios, luego obtenían un visado para ellos en la embajada de un país determinado —a menudo a través de sobornos—, compraban billetes de barco y los enviaban a un lugar seguro.
Uno de los monstruos a quien salvó fue el arquitecto del Holocausto y el culpable de la muerte de cuatro millones de personas, Adolf Eichmann. Se escondió durante dos años en diferentes monasterios de Italia. En 1950 obtuvo documentos falsificados y se mudó a Argentina, donde vivió casi una década hasta que lo capturaron los servicios especiales de Israel en mayo de 1960 y lograron trasladarlo al país hebreo.
El obispo Hudal también ayudó al infame capitán de las SS y excomandante del gueto en la capital letona Eduard Roschmann, conocido como el Carnicero de Riga, quien fue culpable de la muerte de unos 40.000 judíos en el país báltico. El sacerdote austriaco ayudó al criminal nazi a mudarse de Génova a Argentina.
Alois Hudal fue uno de los primeros, pero no el único obispo que prestaba ayuda a los fugitivos nazis en aquella época.
El sacerdote croata cómplice de EEUU que ayudó a los nazis a encontrar cobijo
Estados Unidos también jugó su propio papel en el uso de las líneas de ratas. A finales de la década de 1940 los servicios especiales norteamericanos ayudaron a dar cobijo a los exoficiales de la Gestapo y de las SS por una simple razón: querían usarlos para su propio beneficio. Y este trabajo sucio se le encomendó al sacerdote croata Krunoslav Draganovic.
Sin embargo, los aliados decidieron no tomar ninguna acción porque querían evitar que se revelasen detalles sobre su cooperación con los exmiembros de las SS. Entonces Washington ideó un plan: solicitaron la ayuda de Draganovic, quien usó el dinero estadounidense para conseguir pasaportes italianos y argentinos, visados y billetes de barco para enviar a centenares de torturadores de las SS a América Latina.
Enseñó a los oficiales estadounidenses el arte de las interrogaciones violentas. También trabajó en la República Federal de Alemania. Cuando Francia se enteró del paradero del Carnicero de Lyon, los estadounidenses crearon una identidad falsa y consiguieron los papeles necesarios para el criminal nazi con tal de enviarlo a Bolivia, donde vivió durante 30 años en la ciudad de Cochabamba. Pero en 1983 las nuevas autoridades bolivianas lo extraditaron a Francia.
Hudal y Draganovic no fueron los únicos sacerdotes que ayudaron a los nazis a escapar a América Latina. Hubo otros obispos que organizaron la fuga de más de 5.000 exoficiales de las Schutzstaffel. A menudo la Iglesia católica estaba al tanto de lo que hacían sus clérigos, pero efectivamente no se lo impedía.
Ayudar a estos monstruos debería considerarse un pecado y un crimen, y las personas que ayudaron en su huida no merecían pertenecer a la Iglesia.