Así, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus en los Estados Unidos a primera hora de la noche del 27 de mayo alcanzó los 100.047 y los casos confirmados ahora son más de 1,69 millones, según los datos oficiales. De acuerdo a estas cifras, la letalidad alcanza el 5,9%, un porcentaje menor que el de otros países europeos.
A finales de marzo, Estados Unidos rebasó a China con 3.500 decesos. Ahora, Estados Unidos no solo tiene una mayor cantidad de víctimas fatales, sino también la mayor cantidad de casos confirmados de COVID-19 a nivel mundial, con cerca de un 30% del total global.
Al comienzo del brote, el presidente Donald Trump minimizó la gravedad del SARS-CoV-2, virus responsable por la COVID-19, y afirmó que no era mucho peor que la influenza común. Previamente, había pronosticado que el país no llegaría a esta cantidad de muertos. Sin embargo, Anthony Fauci, principal experto en enfermedades infecciosas del Gobierno, advertía que el COVID-19 podría cobrar más de 100.000 vidas en el país.
"Creo que estaremos muy por debajo de ese número'', señaló el mandatario el 10 de abril. Diez días después, declaró: "vamos hacia las 50 o 60.000 personas''. Otros 10 días más tarde: "probablemente tengamos entre 60.000 y 70.000''.
El virus causó daños particularmente graves en Nueva York, y sus suburbios, donde ha matado a más de 21.000 personas. En su punto más alto, cientos de personas morían a diario en la ciudad de Nueva York y los hospitales, ambulancias y servicios de emergencia se encontraban rebasados por el número de pacientes. Incluso, se tuvo que recurrir a fosas comunes para poder enterrar a todas las personas que perdían la vida.