Para empezar, bastaría señalar los términos claramente rusófobos que utiliza el premio para describir las obras de los periodistas del New York Times. El medio ha sido galardonado en la categoría de periodismo internacional por la información publicada sobre el "depredador régimen de Vladímir Putin". Son palabras expresadas en un contexto claramente negativo que exponen la posición sesgada que tiene el periodismo occidental hacia Rusia y su gestión política.
Las pruebas presentadas por el medio parecen ser infundadas. El NYT afirma que sus periodistas pasaron semanas estudiando registros de vuelos de los aviones rusos y estos, según asevera, confirman que Rusia es responsable de los ataques contra hospitales. Sin embargo, no ha compartido todos los registros de vuelos: solo mostró algunos en su vídeo y esos no comprueban que Rusia es culpable.
Esto hace crecer las dudas en cuanto a la veracidad de la información y no se puede excluir que las imágenes hayan sido fabricadas.
En el vídeo sobre los supuestos ataques rusos contra las zonas civiles en Siria, el NYT afirma haber analizado los registros de vuelos de los aviones militares rusos que habían sido "interceptados", según asevera el medio. Pero no es posible evaluar la fiabilidad de la fuente. Además, en el vídeo aparece una imagen de un supuesto avión ruso, pero es tan borrosa que no queda claro a qué fuerza aérea pertenece dicha aeronave militar. Pero el medio asevera que es rusa, por alguna razón.
The New York Times asevera que al bombardear la infraestructura civil, Rusia trata de expulsar a los habitantes de estas zonas. Sin embargo, fue Rusia quien redujo, junto con el Gobierno de Bashar Asad, la presencia de terroristas en el país y acordó su evacuación y la de sus familiares a Idlib. Asimismo, el Ministerio de Defensa ruso oficialmente confirmó que en dichas fechas la aviación rusa no había realizado operaciones en estas áreas.
Es más, Moscú no tiene por qué bombardear blancos civiles y ataca exclusivamente las posiciones terroristas.
El contenido de otros materiales que fueron galardonados también ha sido refutado en reiteradas ocasiones. Este es el caso de los supuestos asesinos rusos en Europa como también el caso de una unidad de la inteligencia militar rusa —GRU, por sus siglas en ruso— que trata de desestabilizar la situación en el Continente Viejo al llevar a cabo operaciones en el Reino Unido, Montenegro, Bulgaria y Moldavia.
El ejemplo más emblemático de la información no comprobada difundida por el NYT y otros medios occidentales fue el caso de Serguéi Skripal, exespía ruso que fue un doble agente y trabajó también para la inteligencia británica MI6. Precisamente este es el caso del que habla, entre otros, el autor del artículo al referirse a una unidad especial de la GRU que trata de desestabilizar a Europa. Este caso está lleno de incoherencias y efectivamente carece de pruebas contundentes respecto a la injerencia rusa.
El NYT también acusó a la supuesta unidad de GRU de estar involucrada en la intentona golpista en Montenegro en 2016. Rusia rechazó enérgicamente todas las acusaciones sobre su supuesta participación. Esto tiene que ver con el hecho de que desde hace años, Moscú no tiene interés estratégico en los Balcanes.
Los medios occidentales decían en ese entonces que Rusia había tratado de evitar el ingreso de Montenegro en la OTAN, pero ese país no está ni cerca de los límites rusos. Por eso, si bien Rusia está en contra de la ampliación de la alianza en general, el ingreso de ese país en el bloque militar atlántico no tiene por qué preocupar a Moscú.
El NYT prestó especial atención a la presunta involucración rusa en los asuntos de algunos países africanos. En el foco de atención de los periodistas del medio estadounidense se encontraron tres países africanos: Libia, República Centroafricana y Madagascar.
El medio acusa a Moscú de haberse involucrado en las elecciones en esta isla y el autor compara este caso con la supuesta injerencia rusa en las elecciones de EEUU en 2016, otro cuento de hadas inventado por los medios norteamericanos.
Se explica que la Unión Soviética tuvo interés en África, por lo cual Vladímir Putin, quien, según el NYT, tiene nostalgia por los tiempos soviéticos, también ordena operaciones rusas en el continente. Así, el medio quiere justificar sus aseveraciones en cuanto a la presunta presencia rusa en África. Pero hay un lugar donde Rusia realmente cuenta con una presencia militar y es la República Centroafricana.
Rusia envió armas a este país y mandó sus instructores militares a la República Centroafricana. También las tropas rusas están presentes en la zona como parte de las fuerzas de paz: en abril de 2019, el presidente ruso firmó un decreto para enviar hasta 30 militares a la república para que participen en la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas. Las demás cosas que dice el NYT sobre la presencia rusa en ese país resultan ser una mentira.
Esto último parece ser una mentira porque Moscú todavía no ha exportado sus aviones militares avanzados a ningún país africano.
En cualquier caso, si ciudadanos rusos de verdad están en Libia, esto no significa que representan los intereses de Rusia. Así lo dijo el propio presidente ruso, Vladímir Putin, en enero pasado. Esto significa que las aseveraciones de los medios como el New York Times sobre el vínculo entre los mercenarios rusos y el Kremlin son puramente ficticias.
En otras palabras, el periodismo en EEUU está en estado de decadencia. Los medios como el NYT publican sus noticias sobre Rusia sin pensar y con solo una meta: manchar la imagen del país euroasiático y sus militares. Es una parte de una gran campaña mediática contra Moscú que es fomentada por la ardiente rusofobia de algunos medios y periodistas estadounidenses y occidentales. Por ahora, no parece que esta campaña vaya a acabar pronto.