Según las leyes, el Jurado Nacional de Elecciones de Perú (JNE) deberá convocar a elecciones generales en julio próximo, pero con un matiz inédito producto de la reforma política emprendida por el Gobierno en 2019: esta vez se celebrarían elecciones primarias generales y obligatorias para ver qué partidos, pasando el 1,5% de votos del padrón, quedarían en carrera definitiva.
Antes situaciones extraordinarias, hay que tomar decisiones creativas y prácticas, es lo que sugiere José Tello Alfaro, abogado miembro del Instituto Peruano de Derecho Electoral.
"Las elecciones primarias tendrían un costo de entre 200 a 300 millones de soles (60 a 90 millones de dólares) y como está el país, tratando de reactivar la maquinaria económica, es una posibilidad que no conviene y que sería mejor dejarla de lado con las respectivas modificaciones legales", comentó para Sputnik Tello Alfaro, catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima.
"Ya la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) ha ido desarrollando el VENP, pero estas internas tienen que desarrollarse con la fiscalización del JNE de manera obligatoria para evitar la informalidad que se ha visto antes", señala el experto.
Según ley, el Congreso está habilitado para legislar en materia electoral hasta septiembre de este año, algo que podría presentar un problema considerando que la convocatoria a elecciones se da en julio, pues en ese lapso (julio a septiembre), el Legislativo podría variar las reglas del juego electoral en plena campaña.
"Para evitar este problema y garantizar la seguridad jurídica del proceso, se podría variar los plazos excepcionalmente para que la convocatoria a elecciones se haga en octubre, de manera que el Congreso no pueda introducir cambios (pues su plazo para legislar habría vencido en septiembre)", dice Tello Alfaro.
Con la incertidumbre de cuándo se podrá volver a la normalidad, otro problema es la celebración de la segunda vuelta presidencial, una constante en las elecciones de Perú desde el año 1990.
El abogado afirma que quizá, por la excepcionalidad de la situación, los peruanos tendrán que renunciar a ese mecanismo que exige que si un presidente no supera el 50% de los votos, debe enfrentarse en otra elección con su perseguidor más cercano.
Desde luego, toda propuesta está supeditada a lo que venga en el futuro, tan incierto que lo único que demandaría es, tal vez, que las autoridades se pongan en el peor escenario posible para tratar de mantener intocable el sistema democrático por una desgracia que nadie en el mundo imaginó como posible.