"Como le digo a mi mamá, para esto me formé, lo hago con todo el amor del mundo, siempre me ha encantado la medicina crítica, y ¿Si no la hago yo quien?, yo hago todo lo posible para que no nos pase nada malo, pero si es de morir prefiero hacerlo tratando pacientes y no en la casa esperando que otros los traten", señaló el médico a Sputnik.
Sánchez confesó que, no obstante, le resulta difícil quedarse en una oficina únicamente planificando el funcionamiento del hospital.
"Hace unos días tuve que subir a una sala de hospitalización con un paciente que estaba con una falla de ventilación importante y no podían entubarlo, tuve que subir y hacerlo yo y bajarlo a la ambulancia para trasladarlo a otra ciudad donde se les garantice el ingreso a cuidados intensivos", apuntó y señaló que su unidad está "llena con pacientes COVID".
Retos en el camino
"Es fuerte", "es difícil", son algunas de las palabras que Sánchez pronuncia repetidas veces a lo largo de la entrevista con Sputnik, para referirse a lo vivido desde marzo, cuando comenzó la emergencia en Ecuador.
El especialista llegó a esa nación suramericana en el año 2015, y se ha mantenido trabajando en diversos centros de salud; en febrero fue designado como director técnico de hospitalización y ambulatorio del Hospital General del Seguro Social de la ciudad de Santo Domingo, situado en la provincia homónima (oeste).
El hombre confiesa que "nadie se esperaba esto", y explica que los médicos han tenido que ir aprendiendo en el camino e improvisando en base a sus conocimientos cuando es necesario.
"Es difícil (…) esto es un método científico, de mero ensayo y error nos valemos de las experiencias de los países a los cuales se les afectó primero su sistema de salud, nos valemos de la experiencia de China, Italia, España, Alemania y desde luego nosotros vamos haciendo nuestras variaciones según nuestras posibilidades, pero no es algo para lo que estábamos preparados ni emocionalmente", dijo.
La última mascarilla
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que el virus SAR-CoV-2, que provoca la enfermedad de COVID-19, se contagia con mucha facilidad de una persona a otra, a través de gotículas de saliva.
Ante la presencia de pacientes con esta enfermedad, los médicos se protegen con trajes especiales, guantes, mascarillas, escudos faciales, lavan a cada segundo sus manos, pero aún así están expuestos, porque el más mínimo error cometido por ellos o algunos de sus compañeros puede sumarlos a las estadísticas de contagios.
"Se nos van acabando los equipos de protección personal, conseguir las mascarillas N-95 o las que están en esa misma categoría, se hace casi imposible, desde luego tengo que garantizarle la indumentaria, es difícil cuando sé estoy gastando la última mascarilla con el grupo de la mañana y que en la tarde cuando toque hacer el cambio de guardia, tengo que darles también para atender a los pacientes con COVID", agregó.
En este momento, es cuando el rol de Sánchez como jefe y como especialista, se hace más complejo, porque es consciente de que, para garantizar la debida atención a los pacientes, lo más importante es que todo el personal esté seguro y saludable.
"Ojalá y esta situación se solvente pronto, es muy duro", añade para referirse a lo que ve en el hospital, pero también para aludir a lo que ocurre en las calles, pues siente angustia cuando algunos desobedecen las medidas de aislamiento social que, insiste, es la única forma de parar los contagios.
El personal de salud está agotado, muchos ya no pueden batallar contra el COVID-19, porque forman parte de sectores más vulnerables; otros se encuentran aislados tras alguna alerta de posible contagio, y esto obliga a quienes acuden diariamente al hospital a redoblar esfuerzos y seguir dando batalla.