"Hemos trabajado más que nunca. Yo no sé qué cuarentena es esta si la gente en lugar de ir a un restaurante se viene ahora para el supermercado. Hay personas que las veo casi a diario, vienen a comprar una cebolla, a acompañar a la vecina, a encontrarse con una amiga", dijo a Sputnik Julio Cortez, de 48 años, empleado de una cadena de supermercados en el este de Caracas, mientras arreglaba las hortalizas.
Para entrar en el supermercado los ciudadanos deben hacer una fila. En los establecimientos grandes pueden estar unas 50 personas a la vez y cuando ya ha ingresado esa cantidad, van entrando de tres en tres, a medida que los otros van saliendo.
"Algunas veces entras rápido y otras te demoras más de 20 minutos, porque la gente viene al supermercado como a pasear", indicó a Sputnik un cliente, Miguel Sandoval, mientras cedía el paso en la fila para esperar a una amiga que lo iba a acompañar a hacer la compra.
En el área de las verduras resulta complejo mantener la distancia. Dos mujeres con sus coches de la compra atravesados se quedan hablando sobre las propiedades del limón y el jengibre en el sistema inmunológico.
"Yo todas las noches me preparo un té: picas el jengibre en pedacitos y después de que hierve le exprimes unas gotas de limón; eso mantiene fuerte el organismo", comenta a Sputnik una de las compradoras, mientras la otra coge en sus manos el trozo pequeño del picante tallo que le entrega.
En otro supermercado dos jóvenes de entre 16 y 18 años se levantan el tapabocas y se dan un beso y un fuerte abrazo al encontrarse. Una de las cajeras comenta: "Esos vienen aquí a verse casi todas las semanas, me imagino que en su casa no los dejan".
La mujer afirmó que en los últimos días ha tenido que pedirle, especialmente a jóvenes, que abandonen el lugar, pues asegura que "lo han tomado como un recreo".
Caminantes
Nieves Márquez, de 75 años, contó a Sputnik que va al supermercado para caminar un poco.
"Que va, uno no puede estar encerrado todos los días en la casa, porque después cuando uno se vaya a mover las piernas no le van a dar; yo vengo cuando ya casi no hay gente y me quedo como una hora caminando, viendo los productos, converso con los vendedores, porque aunque estoy acostumbrada a estar sola, nunca estaba tanto encerrada", apuntó.
El Gobierno venezolano ha instado a que la gente salga a la calle lo menos posible, y en los edificios muchos han prohibido las visitas con carteles en las puertas y ascensores, en los que amenazan con llamar a las autoridades si perciben reuniones.
Pero a los supermercados todos pueden ir.
Los funcionarios policiales y militares vigilan el acceso y la distancia de las personas en algunos pequeños mercados populares, pero en la mayoría esto no ocurre, por lo que el bullicio y la concentración de masas no han cesado; muchos se sientan incluso en los escalones de estos centros a jugar cartas o a leer un libro.
Bares, restaurantes, centros comerciales, teatros, cines y otros lugares de recreación ya llevan más de un mes cerrados, y recientemente el Gobierno anunció que así seguirán al menos por 30 días o el tiempo que sea necesario para mantener la pandemia controlada.