El tratamiento consiste en utilizar unos minirriñones desarrollados a partir de células madre humanas. Estos organoides —tal y como se denominan a las diferentes estructuras contenidas en el citoplasma de las células— son creados mediante técnicas de bioingeniería capaces de recoger la complejidad del órgano real, lo que les ha permitido descifrar a las investigadoras del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) cómo el SARS-CoV-2 interacciona e infecta las células humanas del riñón, además de identificar una terapia dirigida a reducir su carga viral.
Desde el 2 de abril se podrá probar en 200 pacientes de COVID-19, tras demostrar su eficacia en minirriñones generados a partir de células madre humanas.
📢📢📢BUENAS NOTICIAS!!!
— IBEC (@IBECBarcelona) April 2, 2020
Expertos @IBECBarcelona liderados por @nmontlab contribuyen a identificar un fármaco en fase clínica que bloquea los efectos del virus #SARSCoV2:
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Hallazgos como este ponen de manifiesto que las técnicas de bioingeniería son imprescindibles para la medicina del futuro. Hasta ahora, han permitido la creación de organoides y órganos en un chip, entre otros.
Asimismo, la ingeniería molecular, que está muy ligada a la bioingeniería, lleva años demostrando su capacidad de prever la eficacia de tratamientos experimentales y reducir la experimentación con animales. Ahora, estas herramientas se ponen a disposición de la sociedad una vez más, para intentar hallar soluciones a la crisis provocada por el coronavirus.
"Estos hallazgos son prometedores como un tratamiento capaz de detener la infección temprana del nuevo coronavirus", concluye Núria Montserrat, directora de los proyectos del IBEC.
Además, Núria Montserrat lidera el grupo de Pluripotencia para la regeneración de órganos del IBEC y es miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red en Bioingeniería, Biomateriales y Nanomedicina (CIBER BBN). En este trabajado ha colaborado con las investigadoras Elena Garreta, Patricia Prado y Carmen Hurtado, entre otros.
Para la elaboración de este estudio se ha contado también con la participación de investigadores del Instituto Karolinska de Suecia, el Institute of Molecular Biotechnology de la Austrian Academy of Sciences y del Life Sciences Institute (LSI) de la Universidad of British Columbia.