El mecanismo de coberturas petroleras funciona como un tipo de seguro contra los cambios de precios y consiste en una serie de operaciones que protege las finanzas públicas en caso de una caída drástica del valor del crudo y permite compensar la pérdida de ingresos presupuestarios.
México comenzó a aplicar a este método a principios de los 90. Inicialmente los detalles de estas operaciones se mantuvieron confidenciales para no permitir su encarecimiento, dado que su alto volumen podía generar un impacto en su propio precio.
Al mismo modo, México buscó garantizar sus ingresos por la venta del petróleo nacional a un precio de 49 dólares por barril durante 2020. Es decir, si el precio de venta resultase inferior, el país tendría que solicitar la prima de la cobertura para amortiguar el impacto que ese desajuste causaría en sus ingresos. Esta operación, según el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, pretende cubrir los ingresos de este año, los cuales representan alrededor del 4% del Producto Interno Bruto (PIB).
"El gobierno federal cubrió todo lo que teníamos en el presupuesto. No vamos a perder nada. Lo cubrimos a través de dos mecanismos: el 80% con una cobertura de mercado y el resto con una autoreserva", aseguró.
"La estrategia de coberturas del Gobierno permite que los ingresos petroleros estén garantizados en caso de que los precios del barril bajen. Con las coberturas se protegen los ingresos que el Gobierno espera obtener por esa venta. Hay que entender que, para el sector público federal, los ingresos obtenidos corresponden tanto al Gobierno como a Pemex, y los ingresos del primero están protegidos por sus coberturas petroleras", explicó en una conversación con Sputnik Víctor Gómez Ayala, subdirector de análisis económico de Casa de Bolsa Finamex.
Petróleos Mexicanos (Pemex), sin embargo, cuenta con un programa de coberturas petroleras independiente al lanzado por el Gobierno federal. Con él se pretende proteger la producción de la empresa estatal, aunque el monto cubierto representa solo el 14,3% de la producción promedio que registró en enero de este año y el 19,3% de las exportaciones de ese mismo mes, es decir, un monto de 230.000 barriles diarios, según cifras de Pemex.
"Para Pemex, los datos de cobertura indican que una gran parte de su producción no está cubierta, y esa parte deberá enfrentar los riesgos de la bajada en precios, lo cual presionaría el valor de sus ingresos", comentó Ayala.
El economista resaltó el caso de la venta de gasolinas como un rubro clave para el sostenimiento económico de Pemex. "La caída de los precios del petróleo a nivel internacional impacta en los ingresos por la venta de combustibles, ya que las ventas internas de gasolina se ven también afectadas por esa situación", comentó.
El experto también destacó la situación crediticia de Pemex, recientemente castigada por la perspectiva a la baja en las finanzas de la empresa estatal mexicana.

Con base en los últimos episodios de crisis, ocurridos en 2015 y 2008, donde se observaron ajustes a la estrategia del Gobierno para invertir en Pemex, Gómez Ayala advirtió que "se puede esperar una menor inversión en la subsidiaria de exploración y producción, y como consecuencia, una disminución en la producción de Pemex en comparación con 2019. Esto afecta los planes del Gobierno para aumentar la capacidad productiva de la empresa, que de por sí se veía complicado de lograr, pero ahora más con la caída de precios".
"Un elemento clave para medir el riesgo que tiene Pemex es la fortaleza que el Gobierno muestra para darle apoyo. En 2019, el Gobierno fue muy enfático en su compromiso con la empresa, pero este año, dada la caída en la actividad económica y en los precios del petróleo —a pesar de las coberturas y otros instrumentos adquiridos por Hacienda y Pemex—, la capacidad de apoyo del Gobierno está disminuida. Si el apoyo se deteriora más de lo esperado, las consecuencias serían mucho más severas de lo que esperamos", concluyó.
El 30 de marzo, el precio de la mezcla mexicana de exportación se desplomó a su peor nivel desde el año 2000. Se cotizó a 10,37 dólares por barril, lo que representó una caída de un 20,23%.