Habla de "un nuevo paradigma sobre la igualdad de sexos" en un libro con índice casi enciclopédico. Loola Pérez (Molina de Segura, Murcia, 1991) es una filósofa y sexóloga que pretende darle una visión angular al movimiento feminista. Lo hace mediante una reflexión personal basada en el estudio y en la independencia de criterio. En Maldita feminista (Seix Barral) aboga por la causa sin dogmas ni autos de fe. En este ensayo realiza una panorámica de la historia y enumera los tipos de feminismo. También apela a los temas más controvertidos del movimiento, como la prostitución o el puritanismo, y a la discordancia de voces para componer un relato rico y diverso.
— Empezamos por el título del libro. ¿Has querido hacer un juego de palabras entre ser maldita y las críticas a las feministas? ¿Es el feminismo una secta donde se señala a las herejes?
El título tiene hace referencia a la impureza, a que no todas pensamos como ese feminismo hegemónico que está en los partidos políticos o en los medios de comunicación. También observando cómo se dan ciertos comportamientos y actitudes que, por pensar diferente, te quitan el carné o tienes un estigma o te ponen en cuestión el compromiso. O incluso se lleva a situaciones muy desagradables como que seas objeto de acoso o difamación.
— De hecho, en las redes suele llevarse más golpes de mujeres.
Me llevo más de mujeres porque también son las que se sienten más interpeladas por el feminismo. Hay muchas que se sienten ofendidas porque no pienso como ellas, porque son incapaces de asimilar que el feminismo no es un dogma. No siempre tengo la razón, pero intento siempre expresarme con contundencia, datos y análisis. Eso debería ser suficiente para establecer cierto consenso. Algo tan simple como "no pienso como tú, pero entiendo que tengas tu propia opinión". No obstante, los ataques más duros en redes sociales, al menos en mi caso, vienen de la ultraderecha.
— ¿Esas discusiones en redes sociales son buenas o malas? ¿Merece la pena hacer pública cada diferencia?
Creo que depende de cada persona. No puedo aconsejar nada porque me parece algo individual. Depende de las aspiraciones o las expectativas que tengas. A mí, discutir en Twitter me ayuda a fundamentar mejor mis argumentos o a aprender ideas nuevas, pero entiendo que a otras personas la dinámica de las redes sociales les resulte muy violenta y no se atrevan a hacer pública su opinión sobre ciertas cuestiones sobre feminismo, género o sexualidad.
— Hay un estudio del feminismo y resulta que tiene muchos apellidos (liberal, disidente, terf, radical…). ¿Por qué?
Bueno, en realidad es algo que está muy bien. Refleja la diversidad de pensamiento y de corrientes.
Estas corrientes emanan de los años 70 y 80, ponen su foco en el rechazo a la prostitución y la pornografía, considerándolas actividades que oprimen y discriminan a las mujeres o proponen el lesbianismo político como una opción para evitar el contacto con los hombres y no traicionar el movimiento...
— Se habla incluso de que en los países occidentales vivimos con un "burka invisible".
Creo que es muy sensacionalista. En España las mujeres tienen una situación muy diferente, empezando por el sistema que tenemos, una democracia. Esos paralelismos son muy sensacionalistas y no nos dicen nada de la situación de las mujeres aquí. Porque las discriminaciones de violencia de nuestras ciudadanas tienen que ver muchas veces por la falta de sensibilización que hay en instituciones o por el uso interesado de ciertos partidos políticos en ciertos temas de la igualdad o el género.
Tenemos leyes muy buenas, pero nos falta presupuesto y recursos. Se habla de violencia de las mujeres, pero hemos perdido el foco en la reinserción de maltratadores y en un abordaje profesional de la violencia contra las mujeres. Yo pongo como ejemplo en el libro que la ley de violencia de género es muy importante, pero que tiene que ser revisada y evitar reduccionismos y para ello debe incorporar una visión más criminológica y forense. No tengo ninguna duda de que las mujeres sufrieron una discriminación y violencia generalizada en el pasado y que hoy siguen enfrentándose a ambas en algunos espacios y ámbitos de sus vidas, pero creo que nos estamos conformando con soluciones puramente ideológicas y populistas que no están conduciendo a un cambio comunitario gradual.
— Escribe que parece que las feministas están cabreadas, que prima la gresca.
Creo que el movimiento feminista que yo llamo hegemónico está pidiendo que seamos solamente emocionales, no reflexivas.
Yo entiendo la indignación por las violaciones, pero no la fundamentación, que es culpa del patriarcado, y la propuesta que es exhibir el enfado. Es frustrante porque parece que ya no se pueden hacer estudios sobre la violación porque según el feminismo la única causa es el patriarcado. Esto tiene un impacto en los consejos que se dan a las mujeres, en cómo se hace educación sexual y en el tratamiento para los violadores. Una mala interpretación de la violación llevan a una mala gestión de los programas de prevención y de reinserción.
— ¿Y los políticos?
Los políticos se suman a muchas reivindicaciones feministas. Y a mí me parece bien, siempre y cuando sean coherentes y manifiesten ese compromiso también en sus políticas y en las dinámicas de sus partidos. Lo que desapruebo es que haya partidos políticos que usen del movimiento feminista como fetiche, como asimismo se viene haciendo con el movimiento LGTBI. Lo vemos en Ciudadanos, pero también en Podemos. Mucha gente en política defiende el feminismo sin ningún tipo de titubeo, pero otras veces vemos que lo esgrimen más por poder o por imagen que por el compromiso social que acarrea.
— En el libro se expone una teoría del feminismo muy profunda, pero no sé si es también útil que se hable del feminismo de forma sencilla, para que llegue a más gente.
Bueno, lo que hace falta es pedagogía. Lo otro es una forma de simplificar el mensaje. Lo importante es que se pueda hacer feminismo completo o analítico, cogiendo el altavoz y sabiendo qué nos vamos a decir.
— Al principio dice que va a ‘enfurecer al rebaño’ con varios temas controvertidos. Los principales, contradecir la brecha salarial y la cultura de la violación.
Creo que son dos temas que se abordan desde el eslogan. Por brecha salarial a veces pensamos discriminación salarial, y eso está prohibida por ley. Otra cosa es el tipo de contrato que tienen las mujeres o cómo influye la conciliación en su actividad laboral, por ejemplo, si hacen menos horas extra que los hombres, si tienen más contratos a media jornada… Ahí es interesante abordar las motivaciones de la gente. Me relaciono día a día con mujeres y hombres y a lo mejor ellas tiran más por la familia que por el trabajo. Y esos intereses son los que mueven sus elecciones.
Es ilógico sostener que las profesiones deban regirse por un 50% de participación masculina y un 50% de participación femenina. Las personas tenemos motivaciones e intereses que abarcan más que esa cifra. Las motivaciones e intereses de las personas no son extensibles a todo un grupo sino que son individuales y a menudo, intransferibles. Mujeres y hombres elegimos diferentes trayectorias y hacemos valoraciones distintas: hay quien privilegia la familia al trabajo y viceversa, ¿eso es desigualdad o forma parte de nuestra elección? Y la cultura de la violación no existe. La violación ha sido históricamente perseguida. Se consideraba una ofensa para la víctima y su familia.
— Lo ha vivido en primera persona. Sufrió una violación y la acusan de contarlo.
— En ese sentido, critica la sororidad como que está derivando en unirse en torno a las desgracias.
Creo que la sororidad puede tener un enfoque positivo. Pero el uso que se le da es bastante interesado y superficial. E incluso no sé hasta qué punto está en contra de los valores del feminismo: que no puedas discutir con otra mujer, enfrentarte, disentir… Las relaciones entre mujeres son muy complejas y no son ajenas al conflicto, pero el feminismo hegemónico, en lugar de enfrentarse a ello lo que hace es apelar a la sororidad para evitar el conflicto y dar apariencia de una homogeneidad que verdaderamente no exista en el movimiento feminista. Se manda un mensaje muy tóxico, muy sumiso: cállate y no lo estropees.
— ¿Cuáles son los debates actuales dentro del feminismo? ¿El trato a las mujeres transexuales, la prostitución, la gestación subrogada? ¿Cómo van a evolucionar?
De esos tres, creo que el que mejor futuro tiene es la formación de una ley trans.
Y no sé si el tema de la gestación subrogada es del feminismo. A lo mejor debería haber un debate más jurídico o de bioética que de género.
— Y se sugiere que el feminismo se ha vuelto más puritano. Que está capando la seducción.
Creo que alguna corriente del feminismo ha sido muy puritana y que ahora mismo, pese a que existe una mayor libertad sexual, el feminismo hegemónico está revitalizando el puritanismo a través de los pánicos morales. Con #MeToo hemos aprendido cosas muy positivas como la importancia de romper el silencio, pero también hemos importado el puritanismo estadounidense. No se puede considerar agresión que un hombre te toque la rodilla o que intente ligar contigo… Sin embargo, tenemos corrientes teóricas como el feminismo prosex o el feminismo liberal que abordan la sexualidad de una forma más seria y abierta. De todos modos, incluso en esas corrientes continúo echando de menos una visión del sexo más científica. El feminismo no puede construir una teoría del sexo a espaldas del conocimiento científico.
— ¿Tiene que ver con que se censuren actuaciones de humoristas como Jorge Cremades o canciones de Maluma?
Yo misma me enfadé con Jorge Cremades y luego pensé '¿Qué estoy haciendo? Todo el mundo tiene derecho al mal gusto'. Creo que el hecho de ejercer censura sobre cosas que no estamos de acuerdo nos coloca dentro de un nivel de reivindicación primigenio, porque entonces no viene unido a la libertad de expresión. Y perdemos la esencia de los que era.
— Otro apartado habla del feminismo pop. ¿Quién se incluye en él?
Incluiría a mucha gente. Pero tanto a mujeres como a hombres. Todo lo que sea populista, superficial o facilón repercute negativamente en tanto en los logros como en el futuro del feminismo. A través de ese feminismo pop ha calado el relativismo y la gente tienen mucho menos interés en verificar un testimonio, un hecho, en argumentar una idea, en investigar sobre los datos. Hay mucha gente crédula y mucha falta de pensamiento crítico. Y está muy feo decirle a alguien, ya sea un sonao de Twitter o una ministra de igualdad, "eso que has dicho es una estupidez". Pero hay que decirlo, hay que señalar la mera opinología y huir de la posverdad. El feminismo comprometido es aquel que no se conforma con las mentiras, la exageración o el interés partidista.
— ¿Tener esos referentes tan populares en redes genera sentimiento de culpa si no comulgas con lo que dicen, como concluye en el ensayo?
Lo que hay es mucha presión de grupo. Parece que, lejos de ese feminismo de grupo, lo que se piensa es falso. Y eso provoca que no podamos pensar por nosotras mismas. En ese sentido, hay que perder el miedo a tener mala reputación. Porque tener mala reputación significa que eres libre.