Responde haciendo aspavientos en el aire. Generalmente cuando habla de desigualdad. Entonces, sus brazos son como vasos comunicantes que suben o bajan según el binomio elegido: hombre/mujer, europeo/sudamericano, blanco/negro. Pamela Palenciano expone sus ideas en una cafetería de Madrid, minutos antes de entrar a un colegio. Tanto en centros educativos como en teatros representa No solo duelen los golpes, un monólogo sobre su propia experiencia de maltrato.
Fue cuando ideó una solución: ser ella la que lo relatara. La que mostrara su caso como advertencia al resto de personas. Además, le servía de prevención y de catarsis. Y escribió el texto que ha mutado de charla en institutos a obra de teatro o vídeo con más de un millón de visualizaciones. No solo duelen los golpes lleva desde 2006 en danza. Lo ha paseado por ciudades de España y otros países como El Salvador, donde residió nueve años. También ha acarreado problemas legales: Pamela Palenciano ha sido denunciada dos veces. Por "incitación al odio" y "apología del maltrato". Este año, se la puso de ejemplo sobre lo que el llamado pin parental de Vox puede vetar. Y el gobierno de la Comunidad de Madrid (encabezado por el Partido Popular) no permitió que representase su obra en la Asamblea, a invitación de Podemos. La respuesta fue interpretarlo en la calle y congregar a decenas de personas.
"Generalmente, me cuestionaban. Me acusaban por ser joven o de Andalucía. Y metí chistes. Vi que de esa forma aflojaban y, así, pensaban", cuenta sobre los orígenes, allá por 2004.
Desde entonces, pasó los nueve años mencionados en El Salvador, trabajando con pandillas. Hacía intervenciones en zonas deprimidas y se encontraba con una escucha que a veces añora aquí. "Partía de mi privilegio de europea", remarca, con ese movimiento de brazos que indica quién está arriba y quién está abajo en la escala social. En el país centroamericano rechazó incluso trabajos porque no le pagaban a su compañera de allí lo mismo a ella. Pero no duda: volvería sin pensarla "ya mismo". Volvió, explica, por sus hijos, ambos nacidos en El Salvador, como su pareja.
Palenciano afirma en su monólogo que "la violencia es invisible, como el wifi de casa". De hecho, en ningún momento llega hasta las palizas sino a los silencios, a los gritos, a las coacciones. Y, en ese sentido, cree que ahora (a ella le pasó de los 12 a los 18 años de hace un par de décadas, sin tanta tecnología), el control es absoluto. "Pueden ver dónde estás desde el sofá. Es una tortura más psicológica. Pero lo vivimos como algo normal: 'Quiere saber dónde estoy por amor', decimos. Y eso es lo que no ha cambiado: el concepto del amor romántico", analiza.
Ahí está la aparición del término sororidad, que significa "hermandad entre mujeres", según la definición que lleva en su propia camiseta. Pamela Palenciano indica que le sorprende la falta de articulación del colectivo feminista. "Se puede hacer una lucha simultánea", dice, aludiendo a los debates internos y a cómo "se ha quebrantado" de cara al próximo 8 de Marzo.
"Yo discrepo con muchas de ellas, por ideas o por clase social, pero me tomaría un café con cualquiera y si necesitan mi apoyo, lo haré. Porque lo que nos hacen a una nos lo hacen a todas", remarca, asombrada del poco apoyo que tuvo en su representación frente a la Asamblea. También critica la postura hacia los transexuales.
"¿Ves el autobús ese de Hazte Oir, es de 'las niñas tienen vulva, los niños pene'?", pregunta, "pues yo no quiero que el feminismo sea así y lo parece. La violencia machista del hombre a la mujer es por el género. Por machacar a alguien que está en esos roles. Pasa en las relaciones homosexuales".
Contra esa desprotección, sea de quien sea, es indispensable la ayuda. "Necesitas gente que te acuerpe. No valen los libros. Y las adolescentes tienen que buscar a un adulto", matiza. Para eso también está No solo duelen los golpes. Para mostrar la luz de alarma. "Mi objetivo es incomodar. Cambiar la mirada. Y resaltar que el amor de verdad no duele. Es intentar ver que, aparte de que el amor no duela, el mundo no avanza si no perdemos ciertos privilegios", zanja, meneando los brazos en círculos antes de cargar un banco y salir hacia un instituto.