Las reformas educativas en España atienden a variopintas siglas o al nombre de los ministros de Educación que las promovieron, y se suceden cada pocos años. Así, el actual Gobierno español de coalición entre los partidos PSOE y Unidas Podemos, reunido en Consejo de Ministros el martes 3 de marzo, desplazará la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Educación (LOMCE o ley Wert, aprobada en 2013 por Gobierno del PP) y la sustituirá por la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE o ley Celaá), un cuerpo legal que modifica aspectos de la Ley Orgánica de Educación (LOE, aprobada a su vez en 2006 por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero). Se trata de la octava ley educativa en España desde la recuperación de la democracia en los años setenta.
Un modelo híbrido con centros públicos y privados concertados
Uno de los puntos más polémicos a los que se enfrenta la nueva ley es la financiación de los colegios concertados y su gestión. Dotados de subvenciones públicas para paliar el déficit de centros públicos que arrastraba España a principios de los años ochenta, devinieron en una suerte de sector subsidiario de la enseñanza pública en España. Es decir, el Estado buscó garantizar la gratuidad de la enseñanza aun cuando no dispusiese de una red pública completa.
En la práctica, centros privados pasaron a formar parte del sistema público de enseñanza, disfrutando de su financiación, aparte de la aportada, en muchos casos, por la Iglesia Católica. Más de tres décadas después de su implantación, el mapa educativo en España apenas tiene parangón en Europa; España es uno de los países de la UE con menos centros públicos y más centros concertados, sólo superada por Bélgica y Gran Bretaña (ya fuera de la UE). Y muchos de los problemas que afectan a la educación en España tienen especial plasmación en el ámbito de los centros concertados.
Y si el concierto educativo da problemas, ¿por qué se mantiene?
Muy sencillo: al Estado le sale más barato este sistema híbrido, pues con una inversión pública del 17,7% en Educación, la concertada escolariza al 29% de los alumnos. Entre otras, las causas radican en las condiciones laborales de los profesores, que son peores; trabajan más horas y con menos salario con ratios de alumnos por clase superiores. Además, los colegios concertados no cubren las zonas rurales, donde el servicio público es más caro. Por otro lado, la escuela concertada goza de exenciones fiscales: no paga IVA (unos 1.500 millones de euros anuales). Y los colegios que son religiosos tampoco pagan el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), un tipo de centros que escolariza a casi el 70% del alumnado de la escuela concertada.
"Y es que la educación pública aloja a la mayor parte del alumnado con necesidades educativas especiales, el 80% de los inmigrantes y todo el alumnado de los centros rurales", comenta Muñiz Pérez.
Según cifras ministeriales, en el curso 2019/2020 en España hay 19.184 centros públicos y 9.632 privados o concertados. El gasto total en educación en 2017 ascendió a 49.463 millones de euros, de los que 6.179,4 millones (el 12,5% del gasto total, últimos datos consolidados) financiaron a los centros concertados. La nueva ley prevé que las admnistraciones intervengan en el reparto de alumnos en los centros atendiendo a las necesidades educativas y específicas, sin contemplar pagos adicionales. Los centros concertados y la oposición política aducen que estas medidas pasarían por encima de la libertad de las familias de elegir el centro deseado.
La Constitución y las palabras de la ministra
En su punto 3, el artículo 27 de la Constitución española dice así:
"Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".
Es decir, el Estado tiene la obligación de ofrecer un colegio público y gratuito a cada alumno y los padres a elegir el que quieran. Pero la interpretación es libre, porque, tal y como afirma Muñiz Pérez, "A partir de ahí, que se entienda que el sector público tiene la obligación de pagar el colegio que cada uno quiera, es completamente incierto". Y esto es precisamente a lo que se agarró en 2019 la ministra Isabel Celaá cuando declaró:
"De ninguna manera puede decirse que el derecho de los padres a escoger una enseñanza religiosa o a elegir centro educativo podrían ser parte de la libertad de enseñanza".
De resultas, y más de un año después de estas palabras, los partidos opositores PP, Vox y C's argumentan que es el Estado quien coarta la libertad de elección del centro educativo. Pero la tan cacareada libertad de enseñanza o el derecho de los padres para que sus hijos reciban una formación acorde con sus propias convicciones religiosas y morales amparada por el artículo 27, no pueden ocultar que la cuestión principal es su financiación: ¿la educación religiosa tiene que pagarse con dinero público? O, por el contrario, ¿ese dinero tiene antes que garantizar la igualdad de oportunidades y el acceso a una educación de buena calidad a quienes disponen de menos recursos? En los próximos días, el debate en torno a estas cuestiones seguirá en liza, evidenciando también el interés por parte de las distintas élites económicas, políticas y eclesiásticas de controlar la educación.
La asignatura de Religión
Y es que para la jerarquía católica española, el estatus al que depara la nueva ley a la asignatura de Religión es inconcebible. En concreto, esta seguirá siendo una asignatura de obligada oferta en los centros educativos públicos de enseñanza infantil, primaria y secundaria, pero su carácter será optativo y no computará de cara al expediente y nota media en las pruebas de acceso a la universidad o para la recepción de becas.
La controversia con los repetidores
Otro de los puntos controvertidos de la LOMLOE es la situación en la que quedan los alumnos que suspenden más de dos asignaturas y repiten curso. En España este porcentaje afecta casi al 30% del alumnado de 15 años de edad (la media en la UE es del 13%). La LOMLOE se propone revertir el dato, permitiendo que se pueda repetir curso sólo al final de cada etapa en Primaria (segundo, cuarto y sexto).
Con carácter excepcional, se podrá pasar de curso con más de dos asignaturas suspendidas en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) si el profesorado estimase que no fuera obstáculo para rendir con éxito el siguiente curso. Y se podrá conceder el título de Bachillerato con una asignatura suspensa también de manera excepcional. El anuncio de esta medida en 2019 produjo expectación, pues muchos interpretaron que desde el Ministerio de Educación se alentaba a pasar de curso aun con un mal expediente.
En el caso de los centros concertados, el número de repetidores es mucho menor que en los públicos, que asumen casi íntegramente la integración de alumnos de familias con pocos recursos. Estadísticamente hablando, estos niños tienen hasta 5,5 veces más de probabilidades de repetir curso que los de clases pudientes.
Hoy se publica el informe Las cifras de la educación en España 2017-2018, que indica que tres de cada 10 alumnos de 15 años estaban matriculados en un curso inferior al que les correspondía en el curso 2017-2018. https://t.co/FFUy2X5zHf
— Ministerio de Educación y Formación Profesional (@educaciongob) February 26, 2020
Mismo título y más contenidos decididos por el Estado
Otro aspecto que desaparece con la nueva ley son los llamados itinerarios en función de las capacidades académicas. Hasta ahora, los alumnos que no conseguían superar 1º o 2º de ESO (Educación Secundaria Obligatoria, entre los 12 y 16 años de edad) eran derivados a la Formación Profesional Básica. La nueva ley elimina esta vía y recupera la diversificación curricular (ya contemplada en la LOE de 2006), por la que se modificaba el currículo desde 3º de ESO para que esos alumnos pudieran también obtener el título de educación secundaria.
Como en la LOE, el Gobierno central volverá a decidir sobre el 55% de los contenidos de las materias en las autonomías con lengua cooficial y sobre el 65% en aquellas comunidades con sólo el castellano como lengua oficial. El modelo todavía vigente auspicia grandes diferencias entre los contenidos en cada territorio autonómo. En principio se busca una mayor colaboración entre el poder central y el autonómico.
El #CMin ha aprobado el Proyecto de #LeyDeEducación.
— La Moncloa (@desdelamoncloa) March 3, 2020
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La batalla de las lenguas
No termina de quedar claro en la nueva ley la cuestión de la lengua en la enseñanza en aquellas comunidades donde haya dos idiomas cooficiales. Supuestamente se proporcionará una "regulación acorde" a lo que falló el Tribunal Constitucional de España en 2018 sobre Cataluña, cuando quedaron anulados algunos aspectos de la LOMCE en los que se regulaba el derecho a recibir las clases en castellano. El nuevo texto únicamente alude a la garantía del derecho a que se imparta enseñanza en castellano y las demás lenguas allá donde sean cooficiales.