Al salir de su trabajo, Manuel Gamboa echa unas monedas a la ruleta. No más de dos euros, confiesa. Este joven de 22 años, procedente de Santa Cruz, en Bolivia, toma así un poco de aire entre su jornada laboral y el regreso a casa. Exmilitar en su país, llegó a España hace ocho meses. Se ha empleado como "mantenimiento de alturas" gracias a un curso que hizo por una lesión en la pierna y no conocía el juego hasta que pisó Madrid. "Allá había ido al bingo alguna vez, con mi padre, pero no acostumbraba a verlo a diario", esgrime sorprendido.
"No creo que cree adicción, pero sí que habría que controlarlos. Sobre todo en algunos barrios", esgrime antes de apurar el cigarro y meterse de nuevo a la ruleta.
Se refiere, matiza, a zonas como Oporto o Cuatro Caminos, al sur y norte de la capital de España. Él ahora mismo está en el Puente de Vallecas, conocido como el Macao madrileño. Hay 10 salas de apuestas en el corto trecho entre una salida del suburbano y una de las avenidas principales, en aproximadamente 250 metros: más concentración que en la colonia portuguesa. Nada más ver la luz de la tarde tras la oscuridad del andén, uno se topa con este local del que sale Gamboa. El Dorado es un negocio particular que alberga las máquinas de Sportium, una de las grandes cadenas. Al lado hay otro de Codere, un Mega Slot y otro de Bet365: imposible no recalar en alguno, donde los carteles llamativos y el tintineo del dinero atrae a miles de usuarios. Según el censo regional, en esta zona se ha pasado de 37 negocios de este tipo en 2013 a 63 en 2018. Y el total de la Comunidad es de 625 en 2018 frente a los 356 de 2013. Casi el doble.
En esta última, criticada por su laxitud con las empresas, se reduce el horario para los anuncios o se prohíbe la promoción por medio de famosos, pero no restringe tanto como se había adelantado: la nueva normativa ha marcado las ocho de la tarde como la hora en que puede empezar a haber publicidad de apuestas (no la una de la madrugada, como se había dicho) y no ha prohibido la presencia de las marcas en estadios de fútbol.
"Es un real decreto que no va a contentar a todo el mundo, pero nos hemos partido la cabeza y creemos que la restricción es mejor que la prohibición", aseguró Garzón, que avisó: "Se inicia ahora un periodo de diálogo y propuestas para hacer los cambios pertinentes".
Unas medidas controvertidas, ya que las quejas por estos servicios llevan tiempo pidiendo mano dura contra estos negocios. La industria —según datos del Consejo Empresarial del Juego (Cejuego), la patronal mayoritaria del sector—movió solo en su versión online 2.580 millones de euros en 2019. Presencialmente fueron 18.252 millones (en casinos, bingos, salas de apuestas y tragaperras), más los 2.161 millones de la ONCE y los 9.000 millones de Loterías y Apuestas del Estado. Y que está en la diana por provocar casos de adicción y ludopatía: en los últimos meses, varias plataformas vecinales o algunos profesionales del deporte se posicionado en contra de estos locales, que invaden sobre todo las periferias más desfavorecidas (como Vallecas, este Macao del sur de Madrid donde juega Manuel Gamboa).
"Tienen muy estudiado el impacto. Por fuera, se ocultan como un negocio más, como si fuera una mercería, pero por dentro estudian la colocación, la falta de ventanas o la luz", apunta la portavoz.
Pantallas, taburetes y sofás se distribuyen con un objetivo claro: que la persona esté cómoda y que nada se sienta como una amenaza sino como amigable, alegre. Dependiendo del tipo de local, aparte, se sirve comida o bebida a precios bajos. Eso fideliza y lo convierte en un elemento más del ocio cotidiano. "No generan ningún tipo de alarma, al estar ocultas en el paisaje urbano", dice Irene, decepcionada por las medidas propuestas por el ministro de Consumo. "Nosotros solo aceptamos una cosa: la prohibición. No queremos medias tintas. La única regulación tiene que ser para prohibir", concluye, catalogándolo de un problema de salud pública (de hecho, la entrada está vetada a ludópatas inscritos en un registro del Ministerio de Consumo).
"La generación de Internet, compuesta por personas de entre 18 y 30 años, es la más expuesta al consumismo desbordado de productos preferentemente tecnológicos con sus facilidades de financiación inmediata, como pueden ser los videojuegos o dispositivos móviles. A esto se ha sumado un efecto reciente: las apuestas deportivas o juegos en red. El aumento de concesión de créditos con estas finalidades ha crecido considerablemente en los últimos meses. El problema reside en que estos jóvenes, con el nivel de sueldos actuales, van a tener muchas dificultades para afrontar esta deuda. Además, esta deuda que probablemente se alargará varios años mermará sus futuros proyectos vitales", resaltaba en el comunicado Mario Mazaira, CEO de iMorosity. Según la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ), entre el año 2012 y el 2017 la facturación del juego online en España creció un 387% hasta superar los 13.000 millones de euros.
"Hay bastante ignorancia. Y se empieza de la misma forma que antes, cuando quedabas en el parque: se va en grupo a una sala de estas, se pone algo de dinero y se pasa la tarde. Se convierte en un plan habitual", suspira Hurtado.
"Vincularlo a gente famosa, a la que elogia, o exhibirlo en grandes competiciones deportivas, que lo relacionan como algo sano, es determinante. Limitar la publicidad es importante, pero lo de que salga en partidos de fútbol de prime time, en que se convierte en algo complementario al partido —como tuitear o discutir con tus amigos— y estás en un momento de euforia, con la posibilidad mucho mayor de engancharte, porque atraviesas un modo emocional, no racional", explica Hurtado. "Lo novedoso", insiste, "es este perfil joven. Y no solo por la multiplicación de salas, sino por el juego online, que es muy sencillo y fácil de no esconder", sentencia la especialista. Según la DGOJ, España pasó de 2.471 locales de apuestas en 2016 a 2.986 en 2017.
Así han amanecido las sedes de las empresas de juego y de la patronal en Madrid ‼#ApuestaPorTuBarrio#SuLucroNuestraRuina
— Apuesta por Madrid (@apuestaXmadrid) February 24, 2020
[1/7] Codere 🔥 pic.twitter.com/7Ehw6plxVU
Como los que afloran en Puente de Vallecas, esta zona cero del juego en Madrid. En otra distinta a la de Mario Gamboa, Cristian se apoya en el quicio de una puerta y entorna los ojos con la luz del sol. Es un hombre rumano de 45 años. "Me gustan solamente las de fútbol y la tragaperras", suelta. En su país, indica, también hay "mucho juego" y se alegra de que pongan algo de coto. "Es peligroso para menores", resume, sin considerar un posible enganche. "Yo apuesto como mucho 50 o 100 euros, pero recupero algo", concede. Acude a algunos inmuebles de la zona unas tres veces por semana.
"Yo llevo bastante tiempo y no he tenido ningún problema", sostiene a su lado un vecino de 44 años que, sin embargo, ve perjudicial este tipo de actividades. "Si no se tiene cuidado, se ven muchas historias difíciles", añade dentro de un local.
Borja, el encargado de la tarde, matiza que se trata de un bingo mientras le pide el documento de identidad a dos personas mayores. "Su normativa es diferente: no ponemos trabas al entrar, pero en las máquinas no se puede jugar si tienes menos de 18 años o estás metido en la lista", aduce. La "lista" es el mencionado registro de ludópatas. La antesala al habitáculo principal, con sillones y mesas donde apoyar los refrescos o el café, es similar a la de cualquier otro salón de apuestas. Las máquinas mantienen en pie a cuatro clientes y Borja previene: "No todo lo que hacemos es malo. Esto sirve también como un respiro, como un pasatiempo después del duro día de trabajo".