La Conferencia de Seguridad de Múnich (CSM) en su versión 56 exhibió su pánico ante el ascenso del nacionalismo global que sustituye al fracasado globalismo financierismo.
La Decadencia de Occidente, sin necesidad de leer a Oswald Spengler que la detectó en 1918/1922 —y eso que no conoció la putrefacción del globalismo unipolar post-1991—, se exhibió a plena luz en la CSM donde la tríada de Pompeo/Esper/Pence del Gabinete Trump de EEUU trató de diluir arremetiendo contra China y Rusia.
Mike Pompeo —exdirector de la CIA, zelote del evangelismo sionista y hoy secretario de Estado—intentó apaciguar la angustia, más alemana que europea, al proclamar sin sustento que la OTAN "está ganando colectivamente" y que "la muerte de la alianza transatlántica está gruesamente sobre exagerada".
El secretario de Defensa, Mark Esper, criticó que EEUU considera a China como una amenaza prominente en su búsqueda por una "ventaja por cualquier medio y a cualquier precio" y advirtió que en 2035 China tiene como objetivo "completar su modernización militar" y en 2049 desea "dominar Asia como la prominente potencia militar global".
Aquí Europa y EEUU fracturan a sus enemigos: para los primeros era Rusia y para los segundos ya es China.
No hay que ser genios para entender que la salida del Reino Unido de la Unión Europea mediante el Brexit dejó a Francia como la única potencia nuclear de lo que queda de la Unión Europea, cada vez más balcanizada, lo cual es aprovechado por el presidente galo, Emmanuel Macron, quien se posicionó durante la CSM en las antípodas irrendentistas de la tríada estadounidense Pompeo/Esper/Pence.
Más allá de los consabidos diagnósticos de Macron sobre el devenir de Europa —"muerte cerebral de la OTAN" y necesidad geoestratégica de acercarse a Rusia para no empujarla a los brazos de China—, el presidente galo aceptó que existe "un debilitamiento de Occidente".
Comentó que "hace 15 años pensamos que nuestros valores eran universales, que dominarían para siempre al mundo y que éramos dominantes en términos de tecnología militar, entre otros", pero "en el mundo de hoy, los valores cambiaron y nuevas potencias emergieron" en referencia a China y Rusia.
Macron se pronunció a favor de una arquitectura de seguridad europea con Rusia, así como la búsqueda de un desarrollo de "reglas de juego en un espacio compartido".
La postura de Alemania, país anfitrión de la CSM, bautizada también como Wehrkunde, no es nada fácil ya que ha sido puesto en peligro su posicionamiento como la primera potencia geoeconómica de la Unión Europea con el Brexit, así como el retorno de Francia como la primera potencia nuclear europea que, de facto, brinda su paraguas nuclear.
Ahora parece que Trump ha dejado a Alemania a su suerte entre Rusia y Francia cuando esta última coquetea abiertamente con Rusia.
Las declaraciones de los responsables alemanes parecen agónicas. El embajador Wolfgang Ischinger, jerarca de la CSM, comentó una perogrullada: "podemos entonces estar al borde de la era posoccidental, en la que los actores no-occidentales reconfiguran los asuntos internacionales, seguido aún en detrimento de precisamente aquellos marcos multilaterales que formaron el cimiento del orden internacional liberal desde 1945".
Mas realista, en medio del ascenso nacionalista germano que los globalistas tildan de "populista", fue la ministra de defensa germana Annegret Kramp-Karrenbauer, quien sentenció estar "completamente de acuerdo con Macron".
Más allá de la corta visibilidad del embajador Ischinger, el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, puso el dedo en la llaga al denunciar el egoísmo nacional de Trump: "nuestro principal aliado, EEUU, rechaza en la actual Administración la idea misma de una comunidad internacional".
Wang Huiyao, presidente del Centro de China y la Globalización, además de consejero del Gobierno chino, comentó que el eslogan de la CSM de Westlessness (debilitamiento de Occidente) reflejaba la necesaria corrección de la forma en que Occidente mira al resto del mundo.
El canciller chino, Wang Yi, replicó las andanadas de la tríada de Pompeo/Esper/Pence que sufren de "una mezcla de megalomanía y paranoia" cuando "Occidente necesita también evitar su creencia subconsciente de la superioridad de la civilización y abandonar sus prejuicios y angustias en relación a China".
El canciller chino conminó a EEUU a "espetar las opciones del pueblo chino y aceptar y bien recibir el desarrollo y la rejuvenización del mayor país del Este, que tiene un sistema diferente de Occidente". En referencia a las diatribas conjugadas de Pompeo y Esper, comentó que son la repetición de las "campañas de calumnia y criticas a China" cuya totalidad de acusaciones "son mentiras".
Mucho más diplomático, ya que la andanada de EEUU se concentró en China, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, apeló para un "nuevo orden mundial posoccidental" y, de paso, desechó a la OTAN como una "reliquia de la Guerra Fría".
Lavrov abogó por el desarrollo de relaciones bilaterales, cuya conceptualización colisiona con las anacrónicas visiones medievales del vicepresidente de EEUU, Mike Pence, quien había sentenciado que tendría a Rusia como "responsable" del deterioro de las relaciones cuando en forma paradójica, el mismo Trump busca una agenda común con el Kremlin.
El canciller Lavrov se posicionó sin tapujos por la creación de un "orden mundial justo y democrático”, a lo que los "líderes responsables" del mundo deberán adherirse.
La ponencia de Lavrov fue a favor de las soberanías "dentro de las reglas de las leyes internacionales" y puntualizó que Rusia y EEUU nunca han tenido un conflicto directo, poniendo énfasis en que ambas súper potencias son "vecinos cercanos a través del estrecho de Bering".