Oliver Cuadrado es entrenador de porteros en el Wuhan Shangwen Three Towns. Pedro Morilla, director deportivo. Ambos residen en Wuhan, ciudad del centro de China. Acababan de volver de Navidad cuando surgió el coronavirus, que ya ha provocado 1.868 muertos y 72.436 infectados, según las cifras de las autoridades chinas a 18 de febrero.
Ninguno de los dos se esperaba algo de tanta magnitud ni semejante repercusión mediática. Cuadrado cuenta desde Parla, al sureste de Madrid, que les pilló de sorpresa.
"Pasamos las fiestas en España y un compañero nos mandó un Whatsapp diciendo que se había descubierto un virus en Wuhan, pero no le hicimos ni caso", arranca.
Su historia empieza antes. Portero profesional, este madrileño de 42 años había iniciado su carrera en el Real Madrid. Luego jugó en Extremadura, Toledo o Zúrich hasta que dio paso a su etapa como entrenador, a los 37 años.
"Entrené a varios equipos y acabé en la selección china sub-15. Cuando se acabó, me llamaron del Wuhan", rememora por teléfono.
Cuadrado fue a esta urbe de 11 millones de habitantes en noviembre. En principio, para un año. "Es la duración del contrato, ampliable a dos", aclara. Allí vivía en una urbanización con los demás miembros del club. En total, 22 españoles enviados por la empresa Nama Sport, radicada en Barcelona. "Estamos todos juntos, en una zona pegada al río, al lado de una avenida principal que cruza a la otra parte", describe.
Cerraron pronto la ciudad. Ellos pensaban que sería algo pasajero, "de cuatro días". Justo querían haber aprovechado el Año Nuevo chino para hacer algo de turismo. De hecho, 10 personas ya se habían marchado a Tailandia, Vietnam o países de la zona. Pero la alerta no cesaba. Una mañana, Cuadrado salió por la terraza y vio vacía la avenida que generalmente está atestada.
"Suelo moverme en bici y ahí vas esquivando motos, coches. Y ese día me hice una foto en medio de la carretera", dice. Se comunicaban continuamente con la embajada y les dieron por fin la noticia: tenían que salir de allí para ponerse en cuarentena.
"Vinimos con otros 100 pasajeros, pero era un avión grande, de unas 500 plazas, con mucha separación", sigue Cuadrado. Iban 21 españoles con otros europeos. A ellos les mandaron directamente al hospital militar Gómez Ulla, en Madrid. Les metieron en la planta 17, vacía. Cada uno en una habitación con tele. También había zonas comunes y un espacio para posibles intervenciones. "Éramos 12 del equipo —nueve entrenadores y la mujer y dos niños de uno de ellos— y nueve personas más entre periodistas o empresarios que estaban por Wuhan", señala. Tenían libertad total para moverse, un tablero de ajedrez, una sala con cinta y otras máquinas para ejercicios. "Hacíamos crossfit y hablábamos todo el tiempo, yo lo prefería a encerrarme. Además, podían traernos de fuera cosas sin problemas y visitarnos 20 minutos al día, con todo el protocolo de precaución: guantes, mascarilla y bata. No podíamos tocarnos y estábamos sentados en sillas separadas", explica.
Morilla, de 47 años, relata los mismos episodios. Él llevaba desde julio en Wuhan. Llegaba desde Granada, donde había ejercido el oficio después otros tantos clubes, con ganas de una cultura nueva. "Me gustó la idea, por probar. También había estado con la selección y era algo muy chulo. Además, Wuhan es muy bonita aunque no se conocía antes del coronavirus", resume. Allí estaba "encantado" con el proyecto. Acababan de destacar su función en el citado torneo y tenía, anota, a gente muy buena y motivada.
"Esto no te lo puedes imaginar en la vida. Hemos tenido que caer en el epicentro de la pandemia", afirma Morilla. "Pero cada día estábamos en contacto con la embajada de España y el consulado, que nos han ido informando y ayudando", agrega.
Los dos compañeros coinciden en que han estado "tranquilos, pacientes" y que han sabido "relativizar las cosas". "Trabajamos en un mundo muy inestable, que cambias mucho de sitio, y esto te entrena para soportar una situación extrema o transmitir una cosa diferente a tus seres queridos algo diferente a lo que estás viviendo", narra Cuadrado.
"Sientes la cooperación, la fuerza colectiva", aduce Morilla.