En una entrevista con Sputnik, la antropóloga y experta en funk, Adriana Facina, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), cuenta que esa persecución se remonta a los inicios de la formación del Brasil actual, cuando el código penal de la primera República ya perseguía a los capoeiristas o sambistas, básicamente la población negra: "Es espantoso seguir viviendo eso en pleno siglo XXI, es algo naturalizado, cuando pasó lo de Paraisópolis generó una cierta conmoción pero después todo sigue funcionando como si nada, cuando jóvenes fueron acorralados y pisoteados por culpa de una acción del Estado".
Para Facina, el discurso que últimamente impera en Brasil, de mano dura contra la violencia o guerra en las favelas (el propio gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, aseguró el año pasado que la policía iba a disparar "a matar"), estimula los prejuicios contra las prácticas culturales propias de esos barrios.
"Es parte de un proyecto de deshumanización de la población negra y periférica; para que esas personas puedan ser asesinadas y que no pase nada, la criminalización de la cultura es esencial para eso, así deshumanizas y abres la posibilidad de exterminar", lamentó.
"Las músicas cantan lo que las personas viven, no podemos exigirle al funk que sea feminista y promotor de la igualdad si la sociedad brasileña no es eso", dice, y apunta que el "sertanejo" (una especie de country brasileño) es igualmente machista, pero no hay problema porque es la música preferida de la élite blanca del agronegocio.
Cuando en Río de Janeiro se inició el proyecto de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas hace más de diez años, una de las primeras medidas de la policía cuando ocupaba estas comunidades fue prohibir los "bailes funk", lo que acabó estimulando el "funk proibidão", con letras más violentas y de exaltación a los líderes del narco.
La mayoría de especialistas coinciden en que si el Estado abordara la realidad de las favelas de otra forma, podría estar facturando millones con una industria musical pujante que genera muchos puestos de trabajo, entre jóvenes que además están en una situación de extrema vulnerabilidad social.
El dj carioca Rennan da Penha, de 25 años, es una de las principales estrellas del género: revolucionó el funk al inventar canciones con un ritmo de 150 bmp, idealizó el "Baile da Gaiola", uno de los mayores bailes funk de los últimos años en Río y fue nominado en la última edición de los Grammy Latino.
En un primer juicio, fue considerado inocente por falta de pruebas, pero fue condenado en segunda instancia; su detención despertó una fuerte polémica y las críticas, incluso, de la Orden de los Abogados de Brasil (OAB), que lamentó el racismo y los prejuicios de la Justicia.
"Fui detenido en el auge de mi carrera, de repente te lo quitan todo, de un momento a otro, no te lo esperas, pero ahora estoy poniendo mi vida en marcha otra vez", comentó el dj en una entrevista con Sputnik; de momento, pocas semanas después de dejar la cárcel, ya prepara un macro concierto para grabar un DVD y acaba de firmar un contrato con Sony para lanzar su carrera internacional.
"La samba también sufrió mucha discriminación, creo que con el funk pasa algo parecido, pero al mismo tiempo estamos rompiendo muchas barreras, atravesando fronteras (…) creo que dentro de un tiempo esos prejuicios acabarán, espero que los artistas se profesionalicen más y den un nuevo empaque al funk", confió.