Alberto Fernández asumió la Presidencia de Argentina precisamente un mes después del golpe de Estado en Bolivia contra el Gobierno de Evo Morales. El mapa que rodea al nuevo mandatario en la región es adverso: todos los países fronterizos, es decir Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, están bajo gobiernos de derecha.
Esta imagen grafica un continente en disputa y transformaciones donde han sucedido hechos difícilmente predecibles en toda su magnitud, como las masivas movilizaciones que estallaron en Ecuador, Chile y Colombia contra el neoliberalismo, así como la presidencia en Brasil de un hombre que reivindica, entre otras cosas, la última dictadura (1964-1985) y que amenazó con no enviar a nadie para la asunción del nuevo presidente de Argentina.
"Seguimos apostando por una América Latina unida para insertarnos con éxito y con dignidad en el mundo. En 1974, el general Juan Domingo Perón señalaba que 'a niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza'. De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice", afirmó en su discurso de asunción en el Congreso de la Nación este 10 de diciembre.
En cuanto al actual momento continental, el presidente lo caracterizó de la siguiente manera: "han crecido en varios países movimientos autoritarios, ha habido golpes de Estado y al mismo tiempo en varios países crecen reclamos ciudadanos contra el neoliberalismo y la inequidad social".
A quién reconocer y a quién no
La lista de delegaciones internacionales invitadas fue una toma de posición en dos casos particulares: Bolivia y Venezuela. Si bien la política del nuevo Gobierno fue invitar a todos los mandatarios democráticamente electos independientemente de su signo político —por ejemplo, los contrastantes presidentes Sebastián Piñera (Chile) y Miguel Díaz Canel (Cuba)— tal invitación implica una definición política específica.
Así fue que el Gobierno de facto boliviano no estuvo invitado a su toma de posesión en Buenos Aires, una posición contraria a la que había tomado el mandatario saliente, Mauricio Macri, quien nunca reconoció el golpe en Bolivia y el carácter antidemocrático de la actual gestión de Jeanine Añez a frente del país.
La posición de Fernández no fue solamente opuesta a la de Macri, sino a la de gran parte de los gobiernos de América Latina, al de Estados Unidos, y la Organización de Estados Americanos (OEA), quienes reconocieron a Añez como presidenta legítima de Bolivia.
Lo mismo sucedió respecto a Venezuela. Desde principios del 2019, con la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente del país, varios gobiernos dejaron de reconocer a Nicolás Maduro. Ese fue el caso, entre otros, de Argentina: Macri había aceptado como embajadora a quien fuera enviada por Guaidó, Elisa Trotta.
De esta manera, el nuevo Gobierno de Argentina se posicionó claramente sobre los dos temas más complejos del año: el intento de golpe de Estado en Venezuela con la amenaza explícita norteamericana, y el derrocamiento por la fuerza del Gobierno boliviano. Su decisión se basó en los principios leídos en el Congreso de la Nación.
"Defenderemos la libertad y autonomía de los pueblos a decidir sus propios destinos", pronunció Fernández.
Se trata de una postura minoritaria en un continente gobernado por presidentes de derecha que han adoptado como política exterior la política norteamericana para América Latina.
La integración regional y política
Fernández se refirió a la necesidad de continuar con el proceso de integración latinoamericano. "Vamos a robustecer el Mercosur y la integración regional, en continuidad con el proceso iniciado en 1983 —año en el que ganó Raúl Alfonsín, primer presidente luego de la dictadura cívico-militar (1976-1983)— y potenciado desde el 2003".

Asimismo, Fernández anunció otra voluntad en cuanto a su política exterior: esta vez con el Gobierno de Brasil: "tenemos que construir una agenda ambiciosa, innovadora y creativa, en lo tecnológico, productivo y estratégico, que esté respaldada por la hermandad histórica de nuestros pueblos y que vaya más allá de cualquier diferencia personal de quienes gobiernan la coyuntura".
De todos modos, la integración latinoamericana seguirá una clave política. Fernández ha sido parte central en la construcción del Grupo de Puebla, un espacio más de integración regional que fue fundado en julio de este año en México. Tuvo su segundo encuentro el pasado noviembre en Buenos Aires. Allí estuvieron presentes los expresidentes José Mujica (Uruguay); Dilma Rousseff (Brasil); y Fernando Lugo (Paraguay), entre otras emblemáticas personalidades progresistas de la región.
Varias preguntas tendrán su respuesta en los próximos meses. Una de ellas es qué relación se tendrá con el proceso político venezolano. Fernández anticipó en varias oportunidades que tendrá posiciones similares a las que mantuvo el Frente Amplio en Uruguay, es decir, de promover el diálogo entre partes y rechazar la intervención norteamericana. Lo subrayó en su discurso: "no hay más lugar para colonialismos en el siglo XXI".
La otra gran pregunta es: ¿qué márgenes de actuación tendrá en un continente tan convulsionado? Un continente donde un golpe de Estado fue respaldado por la mayoría de los gobiernos; donde Estados Unidos lleva adelante un bloque declarado contra Venezuela; donde han regresado los militares a las calles de Ecuador, Chile y Colombia para hacer frente a las protestas sociales.