Los investigadores de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania descubrieron que una proteína llamada CoRest (un represor neural que también está presente en los seres humanos), juega un papel central en la determinación del comportamiento social de las hormigas.
Cada colonia está compuesta por la reina (que lleva a cabo toda la puesta de huevos) y todos sus descendientes. Son miles de individuos con una composición genética casi idéntica, muy parecida a la de los gemelos humanos, se explica en Penn Medicine News.
Según un estudio publicado en Molecular Cell, las hormigas que se desempeñan como obreros "mayores" y defienden la colonia pueden ser reprogramadas epigenéticamente para buscar comida de manera análoga a los obreros "menores" hasta cinco días después de que se convierten en hormigas adultas, pero no más allá de los 10 días.
"La forma en que el comportamiento se establece en los seres humanos es profundamente fascinante —sabemos que es bastante plástico, especialmente durante la infancia y la primera adolescencia—, aunque, por supuesto, no podemos estudiarlo ni manipularlo experimentalmente", dijo a Penn Medicine News la autora principal del estudio, Shelley Berger.
"Las hormigas, con sus sociedades y comportamientos complejos y su plasticidad similar, proporcionan un maravilloso modelo de laboratorio para entender los mecanismos y caminos subyacentes", agregó.