No hay nada extraño en que un país cuente con protocolos para hacer frente a los imprevistos. Sin embargo, lo valioso del documento es que demuestra cómo los analistas militares vislumbraron las problemáticas que incuba y produce el sistema político y económico capitalista.
La vigilancia sobre las "tasas de desempleo y malas condiciones económicas y sociológicas" junto a la "existencia de un sentido generalizado de injusticia y falta real o imaginaria de medios de reparación", conforman el cuadro de alerta.
Sin embargo, más adelante, "en los indicadores de violencia potencial" es que se evidencian las condiciones que a juicio de los expertos del Departamento de Defensa, provocarían la fractura social.
- Alta tasa de desempleo entre los grupos minoritarios.
- Aumento de las tasas de criminalidad entre los grupos minoritarios.
- Protestas derivadas por las disparidades de ingresos entre grupos minoritarios y mayoritarios.
- Disminución de la compenetración entre los funcionarios locales y los grupos minoritarios.
- Migraciones de grandes cantidades de grupos minoritarios.
- Protestas de grupos minoritarios a condiciones tales como barrios marginales, segregación en viviendas y escuelas, falta de trabajo, falta de instalaciones recreativas, brutalidad policial y práctica de sobreprecio (en productos y servicios).
Para el articulista Nate Jones, el despliegue de dicho plan era "común a fines de los años 60 y principios de los 70. Entre otros casos, los despliegues ocurrieron después del asesinato de Martin Luther King Jr., en respuesta a la invasión estadounidense de Camboya en 1970, y las convenciones republicanas y demócratas de 1972. Se especula que el Garden Plot fue evocado después de los disturbios de Rodney King en 1992 y los disturbios de la OMC en Seattle en 1999", afirma el analista.
Sin embargo, el ataque de las Torres Gemelas en 2001, sirvió de excusa para que las expectativas de control de la estructura militar estadounidense se ampliaran aún más.
Desde los programas de espionaje masivo PRISM y XKeyscore, cuya existencia fue filtrada a la opinión pública por Edward Snowden, hasta los ejercicios militares denominados Jade Helm-15, y que abarcaron el despliegue de soldados en siete estados (Texas, Arizona, Nuevo México, Utah, Misisipi, Luisiana y Florida) con el objetivo de prepararse para una guerra no convencional, quedó claro el notable interés del aparato político militar de anticiparse a un evento de dimensiones mayores.
La guerra civil que se aproxima
En 2018, la consultora de opinión Rasmussen Reports realizó una entrevista nacional a los votantes de Estados Unidos. Uno de los resultados más sorprendentes fue que el 31% de los estadounidenses entrevistados afirmó que era "probable que los Estados Unidos experimenten una segunda guerra civil en algún momento en los próximos cinco años".
La consultora señala que "las mujeres y los menores de 40 años" fueron los más preocupados por la posibilidad de este hecho, y que un 44% de los afroamericanos señalaba la guerra "como muy probable". Además, Rasmussen identificó un dato esclarecedor.
"Justo antes de la toma de posesión de Trump, la mitad de los votantes sintió que Estados Unidos era una nación más dividida después de los ocho años de la presidencia de Obama", destacó el estudio.
Para la investigadora Victoria Nikiforova "no solo los números son sorprendentes", sino además que son "bastante altos" para un país como Estados Unidos. Sin embargo, lo que sorprende a Nikiforova es que "por primera vez en muchos años, el tema del conflicto interno armado penetró en los medios de comunicación". Antes, la sola mención a esta posibilidad era considerada "un tabú absoluto" y material para "teóricos de la conspiración", afirma.
Los mismos levantamientos y disturbios. Similares acciones de brutalidad policial o fuerzas del orden, ejecuciones en masa (tiroteos de las escuelas estadounidenses, hoy). Incluso, el historiador señala que hasta se vive una crisis migratoria similar a la ocurrida a finales de siglo XIX en Estados Unidos, donde el país estaba lleno de "refugiados de Irlanda que morían de hambre". Este cuadro lleva a Blythe a afirmar que: "La guerra civil es un dragón gigante dormido de la historia estadounidense, listo para despertar en cualquier momento y quemarnos en el suelo".
No es el único escritor que piensa esto. Thomas Chittam, un exsoldado estadounidense que sirvió en países como Vietnam y Yugoslavia, escribió un libro llamado La segunda guerra civil: el colapso de América que viene, donde trató de vislumbrar cómo la presión económica y las contradicciones sociales podrían producir un escenario de balcanización similar al ocurrido en Yugoslavia.
En la explicación de Chittam, "en caso de una guerra racial, los estadounidenses negros se harían cargo de todo el sureste de los Estados Unidos y construirían una capital en Nueva Orleans. Los mexicanos llevarán a cabo su reconquista, tomarán el control de California y todo el suroeste, y construirán el socialismo allí. Y la población blanca será empujada hacia el norte y hacia el centro del país, donde luchará contra los enclaves negros".
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"Muchos denunciarán esta verdad como racista y como un llamado a la violencia", explica Chittam en su libro. Luego agrega: "Más bien, es el resultado de un examen objetivo de los desarrollos históricos, demográficos, políticos, económicos y militares que están impulsando implacablemente a Estados Unidos hacia una segunda guerra civil. En términos simples y directos, Estados Unidos explotará en la guerra tribal en nuestra vida y se romperá en varias nuevas naciones con base étnica. Y a medida que Estados Unidos se rompa, el concepto mismo de democracia multiétnica será igualmente destruido para siempre".
¿El socialismo evitará la guerra?
Al evaluar los "indicadores de violencia potencial", descritos anteriormente por el plan de control de disturbios Garden Plot, podemos afirmar que cada uno de ellos se mantienen muy vigentes a la hora de evaluar a la sociedad estadounidense.
Nikiforova explica que la cada vez mayor desigualdad económica en Estados Unidos y el empobrecimiento de la clase media, ha hecho insostenible la brecha entre los privilegiados y la mayoría de la sociedad. Y ha dejado la puerta abierta para la aparición de nuevas alternativas políticas.
Theodore Dreiser, señala Nikiforova, planteó a principios del siglo XX que si "el socialismo nunca se ha arraigado en Estados Unidos es porque los pobres aquí se consideran no un proletario explotado, sino un millonario temporalmente en una situación difícil". Una máxima, que a juicio de Nikiforova, ya no aplica.
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En el artículo El socialismo seduce a Estados Unidos, la periodista Ksenia Mélnikova, cita dos encuestas. La primera de la empresa de opinión publica Gallup, quien "ha señalado que el 57% de los demócratas ve con buenos ojos el socialismo". Por otro lado, la encuestadora Harris Poll, apunta que "el 49,6% de los jóvenes estadounidenses quisiera vivir en un estado socialista. El 57%, que el Estado dedicase más dinero a la educación. El 73,2% está a favor de que se cree un sistema de salud público", señala el reportaje.
"El socialismo no es sobre el medioambiente, no es sobre la justicia, no es sobre la virtud, es sobre el poder de la clase gobernante, miren lo que pasa en Venezuela y en otros sitios", señalaba Trump ante sus partidarios.
El periodista del New York Times, Paul Krugman, al analizar esta intervención dejó en claro que "aquellos estadounidenses que apoyan el socialismo en realidad lo quieren es lo que el resto del mundo llama socialdemocracia: una economía de mercados, pero en la que las penurias extremas se limiten gracias a una red de seguridad social y la desigualdad extrema se limite con impuestos progresistas. Quieren que Estados Unidos se convierta en Dinamarca o Noruega", sentencia.
"Quizá estemos a las puertas de un cambio de sistema en ese país", me confesó un entrevistado hace algunos meses. ¿Quién sabe? Puede que el tiempo le dé la razón.