Los pueblos indígenas de Venezuela suponen un 2,9% de la población total del país, pero si sumamos el porcentaje de mestizos, la población con ascendencia de los pueblos originarios alcanza hasta el 25%. Promover su supervivencia, su lengua y su cultura es parte fundamental de un proceso que comenzó con el Gobierno de Hugo Chávez, a partir de 1998, y que continúa siendo una prioridad para su sucesor, Nicolás Maduro, a pesar de la crisis que vive el país.
En Venezuela hay, al menos, 34 etnias que mantienen sus tradiciones pese a la colonización española y al paso del tiempo que irremediablemente juega en su contra. Según el último censo de 2011, la mayoría de los indígenas del país se encuentran en los estados Zulia, Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro, Sucre, Monagas y Apure; y suelen vivir en zonas de difícil acceso, aislados de la vorágine espacio temporal propia de la civilización occidental.
No obstante, se están haciendo esfuerzos por perpetuar su cultura y que los indígenas ocupen puestos de relevancia en las instituciones del país. Por ejemplo, ocuparon una lista especial con puestos reservados en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente.
Asimismo, Caracas acogió el Primer Congreso Internacional de los Pueblos Originarios, finalizado el 31 de octubre, como parte de las estrategias que se acordaron en el XXV Foro de Sao Paulo del pasado mes de julio también en Venezuela. Participaron representantes de los pueblos originarios de más de 20 países que debatieron, durante tres días, las luchas de los indígenas en el continente.

En Venezuela, los aborígenes más conocidos son los wayús o guajiros, ubicados mayoritariamente al occidente del país. Pero hay otros pueblos, menos conocidos a priori, que están protagonizando historias de éxito en lo que a recuperación de su cultura, lengua y tradiciones se refiere.
Es el caso de una de las comunidades indígenas más pequeñas que habitan el país caribeño. Se trata de la comunidad Mapoyo o Wanai, con apenas 400 personas que habitan un pequeño pueblo perdido en la mitad del estado Bolívar llamado Los Pijiguaos. Es una zona minera donde hay bauxita y aluminio y su terreno es tremendamente inhóspito, lo que ha provocado el olvido del Gobierno durante décadas. Allí se luchaba por no perder la lengua wanai.
De acuerdo con el investigador del Instituto de Patrimonio Cultural, el proceso de recuperación de una lengua como esta es una carrera lenta y que al menos se necesitarán cinco o seis años para conseguir una primera generación de niños mapoyos capaces de hablar fluido en wanai y de intercambiar conocimientos de textos escritos.
"Es posible recuperar la lengua si se hace una estrategia de seguimiento constante y de inmersión en la escuela, creando textos colectivos que puedan servir como herramienta para su uso", remarca.

"Es una tarea muy lenta que conlleva una revolución social y al final también depende de los propios hablantes porque son ellos y nadie más quien decidirá hablar un idioma u otro. Ellos son los que deben potenciar el uso del wanai y hacerlo o no es su derecho", completa Morales.
A su juicio, esta recuperación es emblemática porque se trata de una comunidad muy pequeña y el trabajo del Gobierno venezolano no responde únicamente a criterios que puedan dar un rédito económico o político sino que se trata de una política de salvaguarda universal del pueblo venezolano.
Aloha Núñez, ministra de los Pueblos Indígenas en Venezuela, ha reconocido que están haciendo un gran esfuerzo por parte de las autoridades: "el wanai es un idioma que prácticamente estaba perdido y lo estamos recuperando. Estamos trabajando mucho para poderlo plasmar y enseñar a los más pequeños al menos las palabras principales".

Tras el desarrollo del material pedagógico para la enseñanza del idioma local, los niños de todos los grados ya son capaces de cantar el himno nacional de Venezuela en wanai. La comunidad ha crecido en número y se ha reforzado la tradición oral. Los abuelos se preocupan por contar las historias familiares y del pueblo de los Pijiguaos a sus hijos y nietos y la sensación de pertenencia a una interculturalidad propia que es necesario preservar en el tiempo se ha convertido en una prioridad.

Dicen los cuentos sobre el territorio de los wanais, que allí el tiempo suena diferente porque solo se mira y se siente ligado a la luz y al Sol. La naturaleza por encima de todo. La pachamama. La tierra como una cumbre borrascosa responsable de la energía para perseverar en el paso de la historia.
Los wanais lucharon con el libertador Simón Bolívar contra los españoles y el prócer les regaló su espada como muestra de agradecimiento por su coraje en la batalla. Hoy, esta jácara, la escuchan los niños mapoyos de los sabios de la zona en su idioma ancestral, y responden con risas aborígenes mientras rehabilitan su propia memoria.