La Constitución norteamericana de 1787 es bastante clara al respecto del proceso de destitución, que consta de dos partes: juicio político y destitución.
Estipula que la Cámara de Representantes (la Cámara baja del Congreso):
- es la "única facultada" para declarar que es pertinente el juicio político y presentar las acusaciones;
- otorga al Senado (la Cámara alta) el "derecho exclusivo" de juzgar las acusaciones formuladas contra el presidente y regula que son necesarios los votos "de dos tercios de los miembros presentes" para que prospere la condena;
- finalmente, dictamina que el presidente será "separado de su puesto", es decir, destituido, tras ser acusado y declarado culpable de "traición, cohecho u otros delitos y faltas graves".
Son de una naturaleza que, con peculiar propiedad, puede denominarse POLÍTICA, ya que se relacionan principalmente con las lesiones causadas inmediatamente a la sociedad misma. Su enjuiciamiento, por esta razón, rara vez dejará de agitar las pasiones de toda la comunidad y de dividirla en partes más o menos amistosas u hostiles para el acusado".
Las pruebas de delito
¿Cuál es delito cometido? En un documento de nueve páginas que transcribe una conversación telefónica entre Trump y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ocurrida en julio, el jefe de la Casa Blanca parece condicionar la entrega de ayuda militar a Kiev a cambio de la reapertura de una investigación a Hunter Biden, hijo del exvicepresidente Joe Biden, su principal adversario demócrata para la reelección.
Las palabras de Trump serían la 'pistola humeante', la prueba definitiva de un supuesto abuso de poder, la excusa perfecta para abrir un procedimiento parlamentario que se antoja largo y complejo.
La denuncia resulta muy grave porque desvela no sólo el presunto abuso de poder de Trump y la participación de otros aliados suyos, como su abogado, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, o el fiscal general William Barr. También destapa que empleados y abogados de la Casa Blanca intentaron encubrir el escándalo, colocando la transcripción de la conversación en un sistema informático sólo reservado para información altamente clasificada.
Trump ya está digiriendo el espinoso asunto. Se hace la víctima ante lo que considera una persecución histórica. Ha sacado su artillería retórica a través de Twitter, alegando que se trata de otra 'fake news'. Sostiene que el impeachment es la "única herramienta" que poseen los demócratas para echarle, sin importarles las consecuencias. Ha empezado a desacreditar al "chivato" que sacó a la luz sus excesos.
Now the Fake News Media says I “pressured the Ukrainian President at least 8 times during my telephone call with him.” This supposedly comes from a so-called “whistleblower” who they say doesn’t even have a first hand account of what was said. More Democrat/Crooked Media con.....
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 23, 2019
Él ya sabe quién es pero no puede revelar su nombre. Su Gobierno ha filtrado que se trata de un hombre, empleado de la CIA, que hasta hace poco trabajaba en el equipo de inteligencia de la propia Casa Blanca. Con esos datos no parece difícil ponerle cara. Algunos ya ofrecen hasta una recompensa económica para conocer su identidad.
"Como cualquier norteamericano, merezco ver a mi acusador", ha declarado Trump, aunque una ley federal protege al confidente.
Adam Schiff es otro objetivo de la ira presidencial. Como presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Schiff encabeza la investigación autorizada por Nancy Pelosi, la líder demócrata del brazo legislativo. Trump ha acusado a Schiff de actuar de manera "descarada" y "siniestra" y quiere que sea investigado por "traición" "al más alto nivel", es decir, que se enfrente a la pena capital. Un exceso verbal.
La verborrea trumpista, en opinión de bastantes comentaristas locales, incluso moderados como David Gergen, exasesor de Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, ha entrado en una fase frenética, emocionalmente desequilibrada y peligrosa que nunca se había visto, o incluso imaginado, en la historia de EEUU. Por ejemplo, Trump difundió por Twitter la idea de que si los demócratas le destituyen, eso "provocará una fractura como la Guerra Civil" de la que la nación "nunca se recuperará".
....If the Democrats are successful in removing the President from office (which they will never be), it will cause a Civil War like fracture in this Nation from which our Country will never heal.” Pastor Robert Jeffress, @FoxNews
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 30, 2019
Suena alarmista.
Consecuencias
El impeachment puede tener poco recorrido porque la Cámara alta está controlada por los republicanos (53 escaños) frente a los demócratas e independientes (47). Para destituirle, 20 senadores republicanos tendrían que votar a favor de ello en un proceso que correrá paralelo a la campaña para las presidenciales de noviembre de 2020.
¿Qué ocurrirá en los próximos 12 meses? Algunos periodistas norteamericanos ya elucubran con posibles escenarios o "universos". Uno de ellos da mucho miedo pues especula que el presidente, en un intento de desviar la atención del ciudadano, favorecería un conflicto armado en Irán, Corea del Norte, el mar de China Meridional o Venezuela.
La Historia también le favorece a Trump. Tres presidentes antes de él se vieron en una tesitura parecida: Andrew Johnson (1868), Richard Nixon (1974) y Bill Clinton (1999). Ninguno fue destituido. El primero se salvó por un voto de diferencia. El segundo dimitió un mes después de que presentaran el pliego de acusaciones por el famoso caso Watergate. El tercero y último, implicado en el caso Lewinsky, fue absuelto por el Senado pues sólo 45 senadores de los 100 votaron a favor de su condena.