Para dar con la explicación, el geólogo de la Universidad Federal brasileña de Rio Grande do Sul, Rualdo Menegat, llevó a cabo un análisis geoarqueológico de la zona donde se ubica la antigua urbe para trazar las fracturas y las fallas tectónicas. Los hallazgos fueron sorprendentes.
Según lo explicó el científico durante una conferencia de la Sociedad Geológica de América, realizada en Phoenix, EEUU, el 23 de septiembre, estas fracturas varían drásticamente de tamaño: algunas de ellas tienen la apariencia de unas pequeñas grietas en las piedras y llegan a ser tan grandes y largas que incluso determinan la dirección de flujo de los ríos locales.
Menegat descubrió que estas grietas siguen dos direcciones principales: desde el noreste al suroeste y en sentido contrario. De este modo, las fracturas crean una forma de X y Machu Picchu se encuentra precisamente en el lugar de intersección. El investigador sugiere que todas las estructuras de la ciudad fueron construidas siguiendo estas fallas en el suelo.
Toda la ciudad tiene el mismo patrón que las fracturas en el suelo, lo cual daba ventajas insuperables a la ciudad. En primer lugar, destaca Menegat, en estos lugares las rocas son más fáciles de esculpir.
Además, las fallas en el suelo ayudaban a direccionar el agua procedente del hielo derretido o de las lluvias a la ciudad, creando así una fuente estable de agua fresca. Al mismo tiempo, durante tormentas y lluvias intensas estas mismas fallas ayudaban a drenar la ciudad de los excesos de agua.
"Aproximadamente dos tercios de los esfuerzos puestos en la construcción del santuario tenían que ver con los drenajes bajo la superficie. Las fracturas preexistentes ayudaron en esta labor y contribuyeron a la excelente conservación de este lugar", destacó el geólogo.
Asimismo, al construir la ciudad en un lugar tan alto, los incas se protegieron de las avalanchas y los deslizamientos de tierra, que son tan comunes en regiones montañosas como los Andes.