La legislación vigente establece turnos de ocho horas, pero nadie las cumple: todos trabajan demás, sin recibir la paga correspondiente y a veces trabajando (literalmente) hasta la muerte. Trabajar más de la cuenta en Japón es la regla, no la excepción. Y más de la cuenta no es una, cinco, diez o 20 horas extras por mes, sino muchas más. No es trabajo forzado, los nipones entienden que así demuestran su "lealtad" a sus empleadores.
La reciente ley tampoco se aplica a todos los rubros productivos, los sectores donde escasea la mano de obra —como el de la construcción, el del taxímetro, el camionero y el médico—, estarán exentos durante cinco años.
Las compañías que violen las reglas serán castigadas, posiblemente con una multa de 300.000 yuanes (42.275 dólares), según la información de The Japan Times. La ley entrará en vigor para las pequeñas y medianas empresas en abril de 2020.
Los karōshi se cobran más vidas que los accidentes de tránsito, según France 24. La necesidad de contar con una regulación se hizo evidente en 2015, cuando una trabajadora de la empresa Dentsu Inc. se suicidó; al año siguiente su muerte fue reconocida como karōshi.
En enero de 2019 The Japan Times informó que Subaru no había pago horas extras durante dos años a unos 3.400 empleados que no reportaron el trabajo demás. Los salarios pendientes ascienden a 776 millones de yuanes (unos 109,3 millones de dólares).
En 2017 Japón tuvo 190 muertes por exceso de trabajo, incluyendo suicidios, según datos del Gobierno publicados por The Japan Times.
Morir de tanto trabajar: el desenlace infeliz de cientos de japoneses cada añoSin embargo, un estudio publicado en 2016 indica que Japón pierde 138.000 millones de dólares por año (2,9% de su PIB) por insomnio. Sí: la falta de sueño está relacionada con una menor productividad en el trabajo, lo que provoca que cada año se pierda una cantidad significativa de días de trabajo. De esta forma, Japón pierde una media de 600.000 días laborables al año.
Desde 1969 se han registrado casos de karōshi, pero la costumbre se instaló antes. Según France 24, después de sufrir los embates de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro japonés Shigeru Yoshida se propuso reconstruir el país convenciendo a grandes corporaciones de que se instalaran en el territorio y contrataran a los nipones a cambio de su lealtad y entrega laboral.
Con el paso del tiempo —y la consolidación del país como una potencia industrial—, los empleados, movidos por un profundo sentido del deber, empezaron a medir su nivel de productividad en función del número de horas trabajadas. El trabajo duro se convirtió en una muestra de ambición y lealtad a los superiores. Aunque a costo de su propia vida.