Entender "los efectos de aumentar la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera y cómo esto impacta en la vegetación" fue la premisa de una investigación de cinco años publicada recientemente en la revista científica Nature Geoscience. Los investigadores diseñaron 14 modelos diferentes de vegetación para analizarlos, variando las cantidades de carbono, nitrógeno y fósforo.
"Lo que encontramos es que si aumenta la concentración de dióxido de carbono (CO2) pero hay una limitación de fósforo en el suelo, la respuesta de la vegetación es más débil", detalló Lapola.
El resultado del estudio es clave a la luz de las experiencias que demuestran que, en los suelos que sí tienen una mayor concentración de fósforo, el incremento de dióxido de carbono produce "un gran aumento de la productividad de biomasa", término utilizado para referirse a los productos de la fotosíntesis.
Los modelos utilizados por el equipo de investigadores liderado por Lapola demostraron que, cuando se da la limitación de fósforo, la productividad de árboles y plantas se reduce en un 50%. Esta situación se produce, aclaró el investigador, en todas las especies vegetales del mundo.
El problema aparece al comprender que "en aproximadamente el 100% de los suelos de la Amazonía se presenta esta limitación de fósforo". En efecto, las especies vegetales que viven en la región han sobrevivido gracias a que "desarrollaron estrategias para hacer un uso muy eficiente del fósforo". Cuando un árbol muere, explicó el científico, otros árboles echan sus raíces para absorber el fósforo del ejemplar que deja de existir.
Ahora bien, al imaginar un escenario de incremento de dióxido de carbono en la atmósfera en los próximos 50 años, siguiendo la tendencia actual, los expertos comienzan a preocuparse por la capacidad de "resiliencia" que tendrán los bosques amazónicos.
Intentando responder a esta pregunta es que la Unicamp desarrolló a partir de 2014 el experimento denominado 'Amazon-FACE' (Enriquecimiento de CO2 del aire, por sus siglas en inglés), que consistió en la colocación de un sistema de torres circulares conectadas a un tanque con dióxido de carbono puro. Lapola explicó que, para el experimento, se emitía sobre una cantidad específica de árboles un aire "enriquecido" con una concentración de dióxido de carbono 50% mayor a la habitual.
Originalmente, el proyecto 'Amazon-FACE' tenía un presupuesto total estimado en 88 millones de dólares. Sin embargo, los recortes presupuestales que sufrieron las universidades públicas brasileñas en los últimos años, además de la caída de algunas líneas de financiamiento internacional, hicieron que el proyecto se estancara. A cinco años de haber comenzado, solo se pudieron construir dos de las seis torres previstas para realizar los experimentos.
De acuerdo con Lapola, si los experimentos comprueban los estudios realizados, se constatará que la Amazonía "va a absorber menos dióxido de carbono de lo que pensábamos".
Según Lapola, el dióxido de carbono, "puede ser considerado un alimento de los bosques, dado que es un insumo básico de la fotosíntesis". El experto apuntó que, a medida que aumente el dióxido de carbono en la atmósfera, llegará un punto en que la vegetación no podrá absorberlo más, dado que habrá alcanzado su límite.
Lapola aclaró que no podría aplicarse artificialmente más fósforo en la zona de los bosques amazónicos, por lo que la única salida sería "no echar más CO2 en la atmósfera, porque estamos haciendo que la vegetación se aproxime a ese límite de crecimiento".
El científico de la Unicamp señaló que "aparentemente los bosques tropicales como la Amazonía, los bosques del Congo o del sudeste asiáticos, están absorbiendo más carbono de la atmósfera en su biomasa pero no sabemos si ese aumento va a continuar en las próximas décadas, ya que para eso necesitamos hacer experimentos como el 'Amazon-FACE'".
En caso de que la vegetación de la Amazonía ya no pueda absorber el incremento del dióxido de carbono, se corre el riesgo de confirmar la hipótesis de 'sabanización', manejada por la comunidad científica. Según Lapola, esta hipótesis afirma que el calentamiento global y el aumento de CO2 "podría hacer que la región pasara a tener las condiciones típicas de una sabana, como en Argentina y Paraguay, algo más seco y con menos biomasa", lo que impactaría en la temperatura de la región y en sus recursos hídricos.