La selva Amazónica tiene una importancia vital para la supervivencia de la humanidad. No sólo porque alberga una biodiversidad inconmensurable y produce el 20% del oxígeno del planeta, sino porque toma mucho del dióxido de carbono emitido por nuestras ciudades y posibilita la vida.
De acuerdo al activista ambiental y exembajador de Bolivia ante la ONU, Pablo Solón, el origen del problema tiene que ver con la explotación del suelo en la región. Bolivia, uno de los países afectados, cuenta con disposiciones legales que, según explicó, ampliaron el área de desmonte, tanto para la producción de monocultivos de soja para biocombustibles como para la ampliación de la ganadería.
Brasil, país con una proporción mayor de su territorio cubierto por la selva, ha eliminado muchas de sus normativas ambientales, y ablandado su política de cuidado al medio ambiente. A tal punto ha llegado que su presidente, Jair Bolsonaro, ha retrasado la asignación de recursos destinados a la extinción del fuego.
"Aquí tenemos que ir hacia un modelo distinto si queremos salvar a los bosques, hacia lo que era el modelo original del gobierno del vivir bien, que estaba basado en la agroecología, no en la agroexportación monoproductora", apuntó Solón.
El diplomático criticó además a los países del G7, que a pesar de que ofrecieron ayuda para apagar los incendios, compran gran parte de esa producción por la que los países de América deforestan sus territorios.
"Lo primero que se tiene que hacer es suspender el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, porque va a alentar a que hayan 100.000 toneladas más de carne que vayan a Europa, lo que va a significar mayor deforestación. La ayuda que se necesita a nivel global es que cambien las causas que están incentivando estas quemas", concluyó.