Se eligió el 29 de agosto en recuerdo al cierre de un polígono de ensayos nucleares ocurrido en esa fecha pero de 1991, el cual funcionaba en territorio kazajo, integrado entonces a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La existencia de una bomba nuclear conmocionó y espantó al mundo cuando el 6 de agosto de 1945 EEUU la utilizó por primera vez contra la ciudad japonesa de Hiroshima, mientras que tres días después lanzó otra sobre Nagasaki.
Estos ataques provocaron cientos de miles de víctimas directas entre muertos y heridos, incluyendo a quienes con el paso del tiempo comprobaron que la radiación liberada por la bomba seguía causando estragos en generaciones futuras.
Esta demostración de poder estadounidense impulsó a la URSS, Reino Unido, Francia y China a fabricar sus propias bombas nucleares como medida disuasiva.
"Hace 10 años en los foros donde se trabajan estas cosas de ONU, normalmente la gente que hablaba era de los poderes que tienen armas nucleares. Decían, 'las necesitamos para nuestra seguridad'", indicó Robinson al referirse a la época en que se aprobó la fecha ONU contra los ensayos.
"A partir de 2010 esto cambió, y en vez de hablar de las necesidades de seguridad de estos poderes comenzó un proceso de hablar sobre los efectos y las consecuencias para la humanidad", apuntó el editor en Londres de la agencia internacional Pressenza, productora del documental estrenado este 29 de mayo.
La película repasa la historia de las luchas civiles en diferentes partes del mundo contra el uso bélico de la energía nuclear y llega hasta el 7 de julio de 2017, día de la aprobación del Tratado por parte de 122 países sobre la prohibición de las Armas Nucleares.
"Votaron a favor los que no tienen armas nucleares, pero viven bajo su amenaza", se dice en el filme.
"En una de las entrevistas [del documental], un médico dice, 'nosotros podemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para mantener el estado de salud de nuestros pacientes, pero si viene una bomba nuclear será en vano, es el peligro más grande que hay contra la salud humana'", Ilustró Robinson.
En caso de desatarse una guerra atómica no habría ningún ganador por las consecuencias globales que provocaría, ya que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki han sido superadas ampliamente a esta altura en cuanto a su poder destructivo.
"No hay manera de ganar una guerra atómica sin eliminar la civilización humana como la conocemos hoy", apuntó Robinson.
Se estima que un posible enfrentamiento atómico entre India y Pakistán "puede acabar con la vida de hasta 2.000 millones de seres humanos y no solo en esto dos países. Así que es un problema muy importante y urgente para la humanidad", concluyó.