Michael Peck, redactor del portal especializado National Interest, señala que las aeronaves con plena capacidad para realizar una misión son aquellas que pueden llevar a cabo todas las misiones que se les han asignado y que corresponden a ese 8,7% de la flota de prueba. Son datos del Departamento de Defensa estadounidense, a cuyo documento con la información sobre las pruebas tuvo acceso POGO (Project On Government Oversight), organización sin fines de lucro que investiga el despilfarro, el fraude, el abuso y los conflictos de intereses en el Gobierno federal de EEUU.

"La tasa de junio fue en realidad una mejora con respecto al mes anterior, cuando la flota gestionó una tasa de solo el 4,7%. Desde el comienzo de las pruebas operativas en diciembre de 2018, la flota ha tenido una tasa media de capacidad de misión completa de solo el 11%", señala el POGO. Lejos del 80%.
"Para ser justos, con solo 23 aviones pasando por las pruebas es cuestión de unos pocos aviones operativos para modificar los porcentajes. Aun así, que menos del 10% de 23 aviones sea completamente funcional significa que las pruebas completas se limitan a solo un par de aviones", puntualiza Peck.
Dónde radica el problema
Existen multitud de factores que pueden haber influido en que los porcentajes sean tan bajos. "El estado operativo de las aeronaves puede degradarse por razones como la falta de piezas de repuesto o un fallo en uno de los sistemas de la misión, como el radar o los instrumentos de guerra electrónica", señala el POGO. Y prosigue:
"Según fuentes del programa F-35, un componente que falla con frecuencia es el Sistema de Apertura Distribuida — Distributed Aperture System—. Este sistema advierte [a los pilotos] de los misiles entrantes y genera las imágenes en el casco de 400.000 dólares que usa el piloto".
Los problemas en la interfaz del costoso casco del F-35 ya salieron a la luz en 2018. También problemas en los neumáticos y en el suministro de oxígeno para el piloto. Entre otros.