Está ahí pero no se ve, se siente. Las personas que habitan los alrededores de la Bahía de Quintero, región de Valparaíso, están acostumbradas al aire pesado de la zona, a sentir dolor de cabeza, mareos, a las constantes alertas sanitarias, a ver las playas negras, llenas de carbón. Principalmente los niños: ellos saben que no pueden correr en el patio de su escuela y que tienen que lavarse las manos constantemente.
Entre fines de agosto y septiembre de 2018, más de 1.700 chilenos fueron envenenados por gases tóxicos. Ellos viven en la "zona de sacrificio" que comprende Quintero, Ventanas y Puchuncaví, donde hay 19 industrias contaminantes que largan humo día y noche. Hasta hoy no se sabe cuáles fueron los gases que produjeron los envenenamientos, ni de qué empresas provinieron. Sin embargo, sí se sabe que esa no fue la primera vez.
En Quintero, Ventanas y Puchuncaví viven cerca de 40.000 personas que en los últimos 60 años han sido testigos del deterioro del ambiente y de su propia salud. La presidenta de la Sociedad de Toxicología de Chile, Fernanda Cavieres, denunció públicamente en septiembre de 2018 que hubo estudios sobre la contaminación del área desde la década de 1980 y que los sucesivos gobiernos no han tomado medidas para revertir la situación, según publicó el diario chileno La Tercera.
El estudio 'Suelo y polvo domiciliario como medios de exposición humana a metales en la comuna de Puchuncaví', publicado en mayo de 2019 y liderado por Maite Berasaluce —magíster en Ciencias Agronómicas y Ambientales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso—, halló que los niños de 1 a 5 años tienen el doble de concentración de arsénico en su cabello que los niños de 6 a 18 años, y hasta el triple que los adultos de más de 18 años.
"Descubrimos que efectivamente la gente que vive en un área expuesta por encontrarse más cercanos a la fundición de [cobre] local y al complejo industrial de Ventanas, eran personas que, sobre todo en el caso de los niños, sí tenían más concentración de arsénico en cabello y uñas", dijo a Sputnik Berasaluce.
Para los análisis se tomaron muestras de 100 hogares de la zona, donde vivían 205 personas, 71 de ellas menores de 18 años. El análisis halló que los niños pequeños (entre 1 y 5 años) de todas las áreas tienen más probabilidades de contraer cáncer debido a la exposición al arsénico, lo mismo sucede con los niños de entre 6 y 18 años que habitan el área expuesta.
Inaceptables: ¿por qué los más pequeños?
La científica explicó que los niños de 1 a 5 años de todas las áreas analizadas tienen ese riesgo por las grandes concentraciones de arsénico en el suelo y polvo, porque tienen menor peso donde "diluir" la misma exposición que los adultos, y porque en general su comportamiento implica que estén más expuestos: juegan en el suelo, llevan objetos y manos a la boca con mayor frecuencia, etcétera.
"Estos contaminantes no son orgánicos, no se degradan, siguen estando en las casas y en los suelos de la zona, entonces las personas siguen expuestas y esto puede producir que, a futuro, expresen cáncer, sobre todo los niños, que son los que demostraron que sí tienen riesgo cancerígeno", indicó Berasaluce.
Los valores de riesgo encontrados son clasificados como "inaceptables" por la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA, por sus siglas en inglés), por lo que Berasaluce considera que "las autoridades deben tomar ya medidas". También indicó que deberían continuar con estudios de epidemiología en la zona para que "puedan determinar bien lo que ocurre" y que den "seguimiento" a la situación.
¿Qué se puede hacer?
Algunas de las principales recomendaciones son: limpiar frecuentemente los hogares con paños húmedos desechables (para no levantar polvo), que los niños se laven las manos constantemente (para no llevar estas partículas a la boca e ingerirlas accidentalmente), y que la dieta no se base 100% en hortalizas cultivadas en la zona.
En 2016 el grupo de investigadores de la escuela de Agronomía de la Universidad Católica de Valparaíso realizó un estudio sobre seis tipos de hortalizas que se cultivaban en la zona y determinó que su consumo no implica un riesgo cancerígeno.
"De acuerdo al estudio, podemos decir que no existe riesgo [a contraer cáncer], pero si consideramos el total de todas las hortalizas que consume la gente, podría existir un riesgo", aclaró.
Además, en febrero de 2016 la subsecretaría de Pesca y Agricultura de Chile publicó un informe que reveló una alta contaminación por metales pesados en los peces de la Bahía de Quintero. Se encontró sobre todo aluminio, arsénico, cobalto, cobre, cromo, hierro, manganeso, mercurio, níquel, plata, plomo, selenio, zinc e hidrocarburos.
En ese entonces, la organización ciudadana Dunas de Ritoque denunció públicamente que los hallazgos indicaban que las cantidades de arsénico superaban 23 veces la norma establecida y que, evidentemente, los pescados no se podían consumir.
De todas formas, Berasaluce advirtió que "hay que ser cuidadosos con las recomendaciones, porque si bien las personas están expuestas, hay que pensar que hay gente que vive de [lo que se produce] en la zona", como pescadores "que no han podido vender debido a la difusión de estas noticias".
Derechos vulnerados
El 2 de agosto la Defensoría de la Niñez de Chile dio cuenta de las graves afectaciones que sufren los niños que habitan la zona de Quintero, Ventanas y Puchuncaví debido a la contaminación. Según un estudio que realizaron, se han vulnerado 17 derechos de la Convención sobre los Derechos del Niño.
El informe señala que la cotidianidad de los menores ha sido afectada por los diversos cambios que han tenido que realizar ante el permanente miedo que quedó tras la grave crisis medioambiental sufrida en agosto de 2018.
"No existen garantías mínimas de derechos al no poder resguardar espacios de esparcimiento. Se pierde la playa como un lugar de disfrute y los lugares de naturaleza se tornan como ámbitos que se extinguirán y donde no pueden disfrutar sin temer por su salud", precisó el informe.
Al respecto, la defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, hizo hincapié en que el Estado debe responder a su rol de garante de derecho, cuestión que todavía ha hecho.
"Hablamos de que el ministerio de Medio Ambiente y Educación tomen acciones concretas. Esperamos que existan medidas que mejoren las condiciones de salud y de vida de los niños y niñas de ese lugar", dijo Muñoz en declaraciones a la prensa.