La respuesta a la primera pregunta es Honduras. En este país se originó la primera caravana y, a pesar de que en estos momentos estos grupos se componen de ciudadanos de otros países centroamericanos, la mayoría siguen siendo hondureños. Este hecho en sí representa el primer problema político para el Gobierno de Estados Unidos, puesto que el origen de estos migrantes no les representa ningún valor político. Si la caravana proviniese de Gobiernos enemigos como Venezuela, Bolivia o Cuba, pudiese ser utilizada como instrumento propagandístico contra los mismos, como ha sido utilizada la oposición venezolana, cubana o nicaragüense.
La respuesta a la segunda pregunta es que esta caravana no se compone de refugiados de zonas en guerra, a pesar de los altos niveles de violencia de sus países. Los datos confirman que en su mayoría se trata de refugiados económicos. Estos son producto de las mismas políticas neoliberales impuestas por EEUU a México durante 30 años por medio de sus Gobiernos sátrapas y apoyados por la colaboracionista Organización de Estados Americanos. Ahora imaginemos ese mismo sistema corrupto y de despojo que ha venido viviendo México aplicado a países con muchos menos recursos naturales e infraestructurales.
¿Qué vive un migrante al entrar a México? https://t.co/BiS9NWq4DS
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) April 19, 2019
El que estas caravanas logren alcanzar o no su destino depende no solamente de la actitud del Gobierno mexicano, sino del entramado geopolítico regional. El más claro ejemplo es que, en un primer momento, el entonces presidente electo, López Obrador, había manifestado su intención de mantener las puertas abiertas a los hermanos centroamericanos. Inmediatamente después, el presidente de EEUU, Donald Trump, previendo una crisis humanitaria en la frontera y una lluvia de denuncias internacionales, obligó a Obrador por medio de la extorsión económica a utilizar la recién creada guardia civil para cerrar la frontera sur, con la amenaza de aranceles. Obrador tuvo que ceder y en su lugar anunció medidas para la integración cultural y económica de los hermanos centroamericanos.
Por otro lado, el presidente estadounidense ha declarado que la caravana está compuesta por "lo peor". Tristemente, estas declaraciones, más propias de un miembro del Ku Klux Klan que de un presidente, ya tuvieron resonancia en los mexicanos blancos y mestizos en su mayoría, tradicionalistas, burgueses y conservadores (los coloquialmente llamados morenazis) que esconden su racismo y clasismo en frases como "no soy racista pero...", "los centroamericanos son pandilleros..." o "no tenemos trabajo ni para nosotros". Como si 7.000 personas pudiesen desestabilizar una sociedad de 120 millones. En todo caso, estas vomitivas expresiones deben ser combatidas en los hechos por todas las fuerzas progresistas del país que tienen la decencia de solidarizarse con personas que comparten la misma persecución y sufren bajo los mismos ataques que los migrantes mexicanos en el vecino país del norte.
Bajo estas circunstancias es que se debe saludar la decisión humanitaria de integrar a estos migrantes al país y se debe condenar en los más duros términos no solo la criminalización de la migración, sino también el racismo encubierto en argumentos económicos o prejuicios culturales. Pero sobre todo se debe señalar y condenar la política neoliberal diseñada por EEUU para la región e impuesta en nuestros países por medio de la burguesía local apoyada en todo momento por los medios de comunicación a su servicio y bajo el auspicio de la OEA. Es esta política económica que ha creado las tragedias sociales que obligan a los migrantes a abandonar sus países en busca de una mejor vida y no las trivialidades achacadas a las idiosincrasias de los pueblos, provenientes de estereotipos prejuiciosos y xenófobos.
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