El chavismo no entra en la figura de un presidente. Ni de una mesa de dirección, o una elección. La realidad del movimiento desborda esas dimensiones. "Hay un gobierno chavista, una forma chavista de hacer política, y el sujeto político que hace posible que el chavismo esté en el Gobierno", sostiene Reinaldo Iturriza, sociólogo, investigador del Centro Nacional de Estudios Históricos.
Iturriza es autor de varios trabajos de análisis, como su último libro publicado, El chavismo salvaje, y la obra en construcción llamada Genealogía sentimental del chavismo. El sociólogo desarrolla la categoría de sujeto chavista, marcando la génesis del movimiento que antecede a Hugo Chávez, a la vez que solo fue posible con Chávez.
El inicio: los años 90, el impacto arrasador del neoliberalismo en Venezuela. "Las pocas bases de la economía se vienen abajo, se derrumba la clase política, la inmensa mayoría de la población está de espalda a esa clase, sin representación en los partidos, sin mecanismos clásicos de intermediación como partidos, sindicatos", explica.
"Es la gente al margen de la política institucional, de la economía formal, ese era el lugar que ocupaba el grueso del chavismo, esa es la parte de la sociedad que se politiza y lo hace en interlocución directa con los militares bolivarianos", agrega.
El sujeto chavista
La fundación del sujeto, su raíz principal que luego se torna policlasista, permite entender varios elementos del pasado y la actualidad. En primer lugar, la centralidad de los barrios populares que, como imagen gráfica, no existían muchas veces en las mismas cartografías del Estado.
En segundo lugar, los vínculos que se establecieron entre el sujeto politizado, movilizado, con el liderazgo, tanto de Chávez como con el gobierno.
"Durante las etapas en las que Chávez se paró con mucha firmeza desde posiciones más radicalmente democráticas, afines con lo popular, había una muy clara identificación entre el chavismo y el Gobierno", señala.
Chávez también tuvo momentos en que "se corría al centro o se equivocaba", y su virtud como líder obedecía a su capacidad para "descubrir las maneras para reencauzar la relación", en aquellos casos en que la interlocución con lo popular dejaba de ser fluida, explica Iturriza.
Ese vínculo "permitía la identificación entre sujeto y Gobierno, sobre todo cuando se le identificaba con Chávez". Pero al margen de su figura, "la relación con el Gobierno siempre fue problemática, lo que es una característica positiva, esa tensión permanente fue como el motor de muchos de los cambios que ocurrieron".
La muerte de Chávez en 2013 puso preguntas medulares sobre la mesa: cómo reconstruir un árbitro a lo interno del movimiento, o cómo mantener el vínculo sujeto-Gobierno desde la potencia política del movimiento.
"Hay un chavismo que excede un Gobierno, existe un gobierno chavista, pero no necesariamente la mayoría de los factores de poder que hacen vida en ese espacio se identifican con eso que uno puede llamar la forma chavista de hacer política", indica el sociólogo.
Los barrios populares
La derecha, o el antichavismo, como lo define Iturriza, negó al sujeto chavista desde el punto cero del movimiento. Ahora reconocen que Chávez tuvo un apoyo popular, pero que como él ya no está, quieren creer que ese caudal pasaría a la oposición.
Para el sociólogo, esta es una posición tramposa, que "desconoce la tensión permanente entre base social, sujeto político y gobierno que define al chavismo", y sobre todo comete "fraude interpretativo al asimilar malestar con el Gobierno con simpatía con la opción por su derrocamiento", señala.
"Si la base social del chavismo fue severamente crítica con el Gobierno en su mejor momento, es normal que lo sea ahora que atravesamos una situación económica", cuando es la preocupación central para la inmensa mayoría de la población, aseveró el experto.
Sin embargo, aclaró que "una de las certezas populares es que el 'antichavismo' no es una opción de poder". La matemática de la propaganda opositora no se aplica a la realidad social venezolana que no es lineal.
Esa base social tiene una dimensión organizativa en los territorios, en cerros caraqueños, los barrios de ciudades del interior, pueblos, zonas rurales de campesinado y pequeños productores.
Se puede ver en consejos comunales, comunas, estructuras de base del Partido Socialista Unido de Venezuela, comités locales de abastecimiento y producción, batallones de la milicia bolivariana, casas de alimentación, sistema de economía comunal, entre otras experiencias.
El chavismo duro
Junto con eso existe una dimensión identitaria, que no necesariamente tiene un correlato organizativo. Es lo que Iturriza define como el chavismo duro, que en términos electorales permite que el chavismo tenga "de entrada un 20 o 30%".
"Tiene que ver con que la relación de la identidad política de lo popular va mucho allá de un gobierno", que es "una circunstancia, evidentemente muy importante, ya que hay un plan y unas políticas a ser ejecutados".
Para Iturriza, puede haber mucho descontento, "pero no es solamente una masa que refrenda una opción política, tiene aspiraciones que van más allá de lo electoral".
"Su politización excede al Gobierno, y eso explica en parte por qué cuando ocurre la posibilidad de dirimir el conflicto por la vía electoral lo que está en juego es mucho más que el Gobierno sino un horizonte".
El fraude interpretativo de la derecha no es entonces solamente plantear que el chavismo ya no tiene realidad organizativa e identitaria en los barrios, sino además afirmar que ganaría cualquier elección de manera automática.
No significa tampoco afirmar que el chavismo ganaría, sino que es necesario salirse de la trampa de (no) análisis de la oposición y buscar en los pliegues, las preguntas, identidades, sus vínculos con las realidades materiales, pasados, anhelos y voluntad.
"Hay que tratar de indagar qué está pensando la mayoría de la población venezolana respecto de los dos polos: chavismo en el Gobierno y el antichavismo intentando derrocarlo".
Unidos
¿Cómo se ha logrado mantener unido el movimiento? Es una de las preguntas centrales, en particular ante las actuales adversidades, amenazas, desgastes, las operaciones permanentes para dividirlo. Pensar esa unidad es en primer lugar no buscarla en clave clásica de cómo se piensan las divisiones.
"Una dimensión es tratar de dividir al movimiento a la manera clásica, dividir el liderazgo y que un sector se vaya con uno y otra con otro", pero esto no sucede en el chavismo. En varios momentos, desde el inicio, varios comandantes y grupos se deslindaron, pero "el chavismo no hace sino crecer en fuerza, porque lo que ocurre a nivel más de tendencia de grupo tiene muy poco que ver con lo que pasa por debajo".
Ahora "se produce un fenómeno muy interesante": una parte del chavismo "sigue apostando a la defensa del Gobierno para defender a la revolución, y hay otra parte que ya no cree tener que pasar por el trance de defender al Gobierno con el cual se siente poco identificado".
Sin embargo, "su identificación con el chavismo, con sus ideas fuerza permanece en buena medida intacto. Eso explica el contraste entre la popularidad del presidente la república y la del comandante Chávez".
El resultado arroja conclusiones complejas: "a lo interno y por debajo estamos viviendo un proceso de reconfiguración de la identidad", porque hay "una fuerza popular enorme todavía", que "no se reconoce toda en el Gobierno", pero que, en la medida en que se siga reconociendo como chavista, "no se reconoce en el antichavismo".
¿Cómo piensa EEUU reconfigurar a Venezuela con el antichavismo en el Gobierno? Por un lado, siguiendo sus declaraciones, encarcelar, extraditar a una parte principal de la dirigencia del proceso.
La pregunta es: ¿qué proyecto aplicarían contra el sujeto chavista? ¿Qué lugar tendría la experiencia política, organizativa e identitaria? En la respuesta a esa pregunta está otra de las razones de la voluntad de pelea, de la no renuncia a un proyecto que siempre fue mucho más que un gobierno.