Hasta hace poco, en Washington nadie podría creer que un día un gobierno turco decidiría optar por el sistema de defensa antimisiles ruso S-400, rechazando el "Patriot" norteamericano. Turquía, por su posición estratégica entre Asia y Europa, fue uno de los principales baluartes de la defensa occidental durante la guerra y la pos Guerra Fría. Las bases de Incirlik y de Kurecik siguen siendo dos pilares estratégicos para Estados Unidos y la OTAN. El duelo verbal entre ambos aliados incluye —por parte turca— una amenaza sobre la futura utilización de los dos lugares.
El Congreso norteamericano pone a punto la Ley para Contrarrestar a los Adversarios de EEUU a través de Sanciones (Caatsa, en inglés), que castiga a los países que compran armas a Rusia. Y si de ello se puede salvar —de momento— India, no será el caso de Turquía, no solo por la alianza militar que une a Estados Unidos y la OTAN con el país euroasiático, sino por el papel que Ankara juega en el volátil tablero de Oriente Medio, donde el conflicto sirio se añadió a la disputa entre Arabia Saudí e Irán en el mundo musulmán, la situación de inestabilidad en el Golfo y el eterno conflicto palestino-israelí.
Bases turcas, vitales para EEUU
De momento, Donald Trump parece frenar los intentos de aplicar la Caatsa. Así lo ha manifestado personalmente a su homólogo turco, pero es difícil saber si la postura del presidente norteamericano no cambiará en un tuit nocturno. Por si acaso, el responsable turco de exteriores ya lo ha anunciado: las facilidades militares en las bases de Incirlik y Kurecik peligrarán como respuesta. Una decisión que supondría mucho más que un seísmo para el sistema de defensa de la OTAN y de Estados Unidos, el país que comanda esa organización militar.
Ankara comparten también el convencimiento de que la economía turca, en plena crisis, podría ser empujada al límite con algunos movimientos desde Estados Unidos, pero se siente capaz de responder, a sabiendas de que esa sería una opción peligrosa para el ánimo nacionalista turco y de incalculables consecuencias.
La OTAN, desarmada y desunida
La reacción del secretario general de la OTAN, Jens Stoltemberg, va encaminada a rebajar el golpe que supone el cóctel S-400/F-35. Para el noruego, la cooperación entre Turquía y la OTAN "es más profunda que los F-35". "Cada país escoge el sistema de defensa antimisiles que quiere instalar", concede apesadumbrado Stoltemberg, que, sin embargo, preferiría que esos sistemas "fueran compatibles con los de la Alianza Atlántica".
La medida adoptada por Erdogan se produce también en el tercer aniversario del intento de golpe del que el presidente turco acusó, más o menos indirectamente, a Estados Unidos. Desde julio de 2016, la relación de Ankara con la Administración de Barack Obama fue empeorando entre acusaciones y exigencias por ambas partes, protagonizadas en buena parte por el apoyo de Washington a las guerrillas kurdas de Siria.
Seis meses después, Trump accedía a la Casa Blanca y una nueva relación se abría entre los dos países. El actual dirigente norteamericano culpa a su predecesor de la actual crisis. Un argumento fácil, pero que no servirá para justificar un empeoramiento de las relaciones entre los dos aliados, especialmente, si Ankara sigue jugando con el "factor ruso".
Pero en Siria no siempre los intereses de ambos países coinciden. La obsesión turca con las milicias kurdas de Siria y su apoyo a ciertos grupos islamistas locales son ejemplos que demuestran que las diferencias de Erdogan con el presidente sirio, Bashar Asad, han bajado de tono, pero no han desaparecido por completo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK