"Con cenizas, con desgarros
con nuestra altiva impaciencia,
con una honesta conciencia,
con enfado, con sospecha,
con activa certidumbre
pongo el pie en mi país,
(pongo el pie en mi país)
y en lugar de sollozar,
de moler mi pena al viento,
abro el ojo y su mirar
y contengo el descontento".
De ahí, el recorrido a través de Masaya, el recorrido por la ciudad y la estrecha carretera (hoy amplia avenida), que unía a esta ciudad con la capital en la que mujeres, hombres y niños que desbordaban alegría y entusiasmo, nos apabullaban con el cariño y la admiración que sentían por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que había logrado, por fin, abatir a la dictadura.
Nuestra primera parada fue en un espacio desierto después de transitar las polvorientas calles del Reparto Schick (en ese momento no sabía que se llamaba así) rodeados de niños que se subían a los camiones para acribillarnos a besos; mujeres y hombres que nos colmaban de amor y nos regalaban café y frutas, hasta que recibimos la orden de trasladarnos al Chipote (en la loma de Tiscapa) donde hasta hace dos días atrás se ubicaban las oficinas de la seguridad nacional de Somoza, lugar en que debíamos dislocar las unidades de artillería hasta recibir nueva orden.
Hoy, volví a hacer una parte del recorrido por la carretera de Masaya, los barrios orientales, la loma de Tiscapa y la plaza en la que reposan los restos inmortales de los comandantes Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge, fundadores del FSLN, y el coronel Santos López, enlace histórico entre el ejército del general Sandino y esta nuevo milicia que se habría de transformar para crear el nuevo escudo de defensa que ahora sí, para siempre, garantizaría la defensa de la soberanía y la dignidad de Nicaragua.
Como dice la canción del Inti Illimani, he vuelto a poner el pie en mi país, cuya sangre comenzó a fluir por mis venas desde el mismo momento que entronicé mi vida con la de su pueblo, con sus luchas y sus emociones, con sus angustias y dolores, con sus alegrías y celebraciones.
"Vuelvo hermoso, vuelvo tierno,
vuelvo con mi espera dura.
Vuelvo con mis armaduras,
con mi espada, mi desvelo,
mi tajante desconsuelo,
mi presagio, mi dulzura.
Vuelvo con mi amor espeso,
vuelvo en alma y vuelvo en hueso
a encontrar la patria pura
al fin del último beso".
Aquí me formé, aquí crecí, aquí comencé mi transitar por el mundo de las relaciones internacionales, aquí fui constructor y lo más importante, aquí pude ser hacedor de la voluntad del pueblo. ¿Qué más se puede esperar? A Nicaragua solo le debo agradecimiento, "…vuelvo con mi amor espeso, vuelvo en alma y vuelvo en hueso, a encontrar la patria pura, el fin del último beso".
Ni siquiera el infortunio que produjo la intempestiva salida de mi responsabilidad diplomática muchos años después, pudo alterar mi relación de amor con Nicaragua, con su pueblo, con su ejército y con tantas personas que me prodigan con su amistad fraternal, sincera, profunda y desinteresada, amistad pura, amor incondicional, de ese que se acera con la vida y con la lucha, que se pone a prueba todos los días en la gloria y en las celebraciones pero sobre todo en la derrota y los retrocesos, porque cuando se tiene la convicción de que se ha elegido el camino de enfrentar a los poderosos, se debe saber que la vida no solo será de laureles y de miel, sino también de espinas y tumbas.
Vuelvo a Nicaragua una vez más agredida, 40 años después el enemigo es el mismo, hoy agazapado detrás de los medios de comunicación, no bombardean con los Push and Pull y los obuses de 105 mm, lo hacen desde los cómodos estudios de televisión imperiales, desde la irracionalidad de la administración que pulula por la Casa Blanca de Washington, desde el afán desmesurado de lucro de los grandes propietarios de la riqueza y desde ese engendro que se llama redes sociales, que es el nuevo escenario donde al parecer se desarrolla el combate y donde las clases medias deliberan acerca de cuál es el mejor lugar para ubicarse en su eterno afán de ser y parecerse a sus explotadores para colmar sus aspiraciones de dos carros y tres televisores.
Visionario Sandino, el General de Hombres Libres dijo. "Solo los obreros y campesinos llegarán hasta el final".
Fueron tres meses entre abril y julio en que la realidad conjeturaba el fin del gobierno presidido por el comandante Daniel Ortega.
Sin embargo, el pueblo tuvo capacidad para reorganizarse, resistir la embestida y bajo conducción del FSLN recuperar el control y comenzar a estabilizar el país; no obstante, el daño hecho a la economía ha sido letal, pasarán muchos años hasta que el país pueda volver a los índices previos al conflicto. Todos fueron afectados y la armonía en que se vivía y que permitía dar gobernabilidad, estabilidad, crecimiento económico y mejora en las condiciones de vida de los más humildes se ha paralizado transitoriamente.
La propaganda imperial hizo lo suyo, haciendo que, para algunos, los errores cometidos en la gestión del gobierno y el FSLN fueran el epicentro del conflicto. Como si hubiera obra realizada y revolución ganada que no cometa errores. Solo quien ha participado de ellas sabe lo que es enfrentarse todos los días a la presión y a la coacción imperial en sociedades donde nadie, ni siquiera los dirigentes están exentos de los cantos de sirena que vienen del norte a ofrecernos un futuro mejor bajo su cobijo.
Ilusos que llevan años diciendo que son de izquierda, muchos sin haber ganado nada nunca en su existencia, cuyas vidas militantes han estado plagadas de errores y no entienden que, como dije antes que 40 años después el enemigo es el mismo.
Si Daniel Ortega hubiera sido como Lenín Moreno, traidor, mentiroso y cobarde, Estados Unidos le hubiera perdonado todo y estaría sentado en el olimpo de los dioses junto a Trump. En esto me sigo apegando a las enseñanzas de Fidel que Tomás Borge me recordaba cada vez que nos veíamos: "Cuando estés confundido y no sepas donde estar, fíjate en qué lado se encuentra Estados Unidos y ponte en la trinchera de enfrente". Con Nicaragua, ahí estoy y ahí estaré siempre.
Cierro con la canción Vuelvo de Inti Illimani, que me ha servido para recrear este sentimiento de amor por Nicaragua:
"Vuelvo al fin sin humillarme,
sin pedir perdón ni olvido.
Nunca el hombre está vencido:
su derrota es siempre breve,
un estímulo que mueve
la vocación de su guerra,
pues la raza que destierra
y la raza que recibe
le dirán al fin que él vive
dolores de toda tierra".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LOS TEXTOS ESTÁN AUTOEDITADOS POR LOS PROPIOS BLOGUEROS