De acuerdo al escritor y crítico musical argentino Diego Fischerman, fue creado en Alemania para acompañar la misa como reemplazo del órgano en pequeñas iglesias luteranas donde no contaban con este instrumento. Pero acabó siendo el sello y el sonido de una "música bastarda", "casi prostibularia", como era el tango en el Río de la Plata.
"El bandoneón es la prueba más clara que hay de que en la cultura no hay pureza y de que se forma precisamente con las mezclas, lo bastardo, y los malentendidos", afirmó Fischerman.
Que esté estrechamente ligado al tango no quiere decir que otros géneros musicales, como el jazz y el folclore argentino, no lo hayan adoptado. Por ejemplo, se lo utiliza en las chacareras y las sambas de Salta y Santiago del Estero, y en algunos casos como reemplazo del acordeón en el chamamé. Pero para el crítico argentino estas son "excepciones" y el acordeón "pertenece al tango".
"Es como si no existiera antes del tango. Y es como si este no existiera antes del bandoneón. Aquí hay una especie de simbiosis absolutamente extraña y extraordinaria", señaló.