"Antes estábamos mejor porque no teníamos muchos problemas para vender, pero ahora la situación del país está mal, así que para nosotros está peor", razonó en diálogo con Sputnik un joven llamado Mike.
La plaza de Once, en el centro de la capital argentina, es uno de los puntos neurálgicos que frecuentan los vendedores callejeros cuando las fuerzas de seguridad no peinan la zona.
Con toda su mercancía envuelta en un paño, los tres jóvenes apoyaron sus respectivos bultos en el banco de una esquina mientras oteaban el horizonte urbano.
Todos ellos encajan en el perfil predominante del senegalés emigrante que comenzó a dirigirse a este país sudamericano a partir de los años 90 para intentar procurarse una mejor calidad de vida.
A este país suelen llegar hombres jóvenes que se vieron expulsados por la desigualdad social imperante en Senegal pese al crecimiento económico anual superior al 6% del que presume el presidente de esa nación del África Occidental, Macky Sall, en el poder desde 2012.
Mike, reacio en un principio a conversar, finalmente explicó que estaban atentos a la aparición de la policía de la que habían huido instantes antes.
"Todo el tiempo la policía no nos deja trabajar, siempre estamos corriendo, nos tratan mal, nos sacan cosas, a veces nos golpean, 'negro de mierda, vete a tu país', nos dicen", describió.
Oriundo de la provincia senegalesa de Louga (noroeste), Mike llegó a Buenos Aires hace una década, cuando acababa de cumplir 25 años.
"Tenemos que comer y pagar el alquiler, pero a veces no llegas, en días como hoy que no ganamos nada y en los que nos dedicamos a correr por la policía, que no quiere que nadie venda nada en la calle para proteger a los comerciantes", relató Mike mientras su compañero asentía.
La Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina (ARSA) es la principal organización de referencia que tiene esta comunidad al llegar a Buenos Aires.
La entidad "a veces ayuda, pero no en la calle, así que no hay otra manera, no tenemos quién responda por nosotros, sí o sí tenemos que trabajar en la calle", admitió Mike antes de despedirse presuroso para retomar la venta de relojes, carteras y pulseras.
Diengo también suele trabajar en Once, donde a última hora de una jornada hábil miles de transeúntes caminan hacia la estación terminal de trenes que se asoma a la plaza o aguardan en las paradas de autobuses que pasan por una de las zonas más concurridas de la ciudad.

Diengo, procedente de una de las ciudades más grandes de Senegal, Diourbel (oeste), llegó a Buenos Aires hace seis años, seducido por el relato de amigos y compañeros que ya residían en la capital argentina.
Hoy, con 41 años, recuerda la urbe en la que dejó a toda su familia, integrada por más de una veintena de hermanos, tíos y cónyuges.
"Empecé a trabajar en la calle porque no se consigue otro trabajo, arrancamos siempre de vendedor ambulante", reconoció.
La crisis económica que atraviesa el país sudamericano presiona las ya de por sí precarias condiciones que trae aparejada la venta callejera, reconoció el joven.
Cada mes miles de senegaleses intentan mandar remesas a sus seres queridos "porque dependen de nosotros para sobrevivir, pero en estas condiciones no llegamos a tener algo para ayudar a la familia, porque estamos acá para ayudarlos desde acá", agregó.
Diengo vive como Malick en el barrio de Once, pero él paga el doble que su compañero, 12.000 pesos (274 dólares) de alquiler.
"Los que te cobran barato te piden garantía [de propiedad que salga como aval], y si no la tienes te cobran más caro", justificó.
Sin papeles
Algunos de sus compañeros senegaleses se han topado con un inconveniente añadido: la dificultad de regularizar su situación migratoria.
Entre 2015 y 2018 fueron regularizados 2.566 senegaleses, informó a Sputnik la Dirección Nacional de Migraciones.
Diengo consiguió su residencia en el Gobierno anterior, pero no conoce a ningún connacional que en los últimos tiempos haya podido recibir el documento de identidad argentino.
En el actual período de gobierno, "no vi ninguno que haya conseguido papeles, porque te piden los antecedentes penales de Senegal, y hay que ir a Nigeria para conseguir ese documento, cuando antes se podía obtener en la embajada de Nigeria en [la ciudad brasileña de] San Pablo", explicó.
Los senegaleses necesitan un visado para entrar en territorio argentino, por lo que es común que buena parte de los que se aventuran hasta estas tierras intenten ingresar por algún paso fronterizo que permita evitar los aeropuertos.
En la capital provincial, San Miguel de Tucumán, vive Moussa, un joven de 36 años que llegó hace seis años y cuatro meses a Argentina.
"Cuando falleció mi padre, me vi en una situación complicada económicamente porque su pensión no era suficiente para sostener los gastos de la casa", contextualizó.
Su primo, que vivía en Tucumán, le comentó de la tranquilidad de la capital tucumana, "así que con dinero ahorrado de locales que tenía mi abuelo viajé a Ecuador, porque no tenía visado, y entré por Jujuy [provincia del norte fronteriza con Bolivia]", recordó.
"Aquí no te molesta la policía, nunca tenemos ese problema de pelear por trabajar, por eso algunos vienen para acá; si bien no estamos en el centro, no tenemos problemas con la municipalidad, mientras que los que viven en Once y en Flores viven situaciones complicadas", confió.
Moussa tampoco tiene residencia legal en Argentina, pese a que intentó tramitar sus papeles como estudiante de un colegio secundario que no es reconocido dentro del circuito oficial, por lo que esperará al año que viene para solicitar su residencia cuando comience a estudiar el profesorado de francés.
Con el nuevo programa de Radicación a Distancia de Extranjeros, se dificultan más aún los trámites y se alargan hasta más de un año los plazos para conseguir un turno, sin que esta comunidad encuentre asistencia para comenzar el proceso.
"El 95% entramos sin visado, así que muchos chicos se presentan como refugiados, y entonces la Comisión Nacional de Refugiados toma tu pedido y te dan la 'residencia' precaria que se renueva cada tres meses, pero a los dos años deniegan la solicitud y te la quitan", relató Moussa.
La dificultad para acceder a la documentación afecta la condición de vida de los grupos más vulnerables, entre los que se reconoce este joven.
"Afecta la integración, afecta el trabajo, e impide muchas cosas que queremos hacer y no podemos", lamentó.
Límites oficiales
El actual presidente de la ASRA, Arfang Diedhiou, reconoció en diálogo con Sputnik que la situación se ha complicado en los últimos años "por los problemas que están encontrando con la policía y el espacio público".
"Como la mayoría de los chicos en Argentina no tienen papeles para conseguir un trabajo formal, lo que pueden hacer es trabajar en la calle, pero al estar prohibida la venta ambulante, se ven perseguidos por la policía", corroboró.
La ARSA es prácticamente el único canal de diálogo oficial que esta comunidad puede tener con el actual Gobierno.
En 2017, la alcaldía de la capital argentina habilitó en la zona de Once unos galpones para los trabajadores ambulantes, "pero los senegaleses no obtuvieron un lugar ahí", dijo.
"Eso también se habló la última vez, tratando de ver también si pueden vender en algún lugar bajo techo y no en la calle", afirmó Diedhiou.
El titular de ARSA también admitió las dificultades de sus compatriotas para regularizar su situación migratoria.
"Eso lo discutimos también y nos dijeron que la mayoría entran [al territorio] ilegalmente; que como no tienen visado, entran igual por las fronteras, pero no hay consulado para pedir visado, hay que ir hasta Nigeria, y es un viaje largo y costoso", coincidió.
La Asociación estima que solo el 30% de los senegaleses residentes en Argentina tienen la documentación en regla.
Denuncias
La venta ambulante trae aparejadas situaciones de tensión con la policía que pueden terminar con detenciones o denuncias de los trabajadores.
ARSA no tiene números consistentes sobre el número de senegaleses detenidos en 2018 o la cantidad de denuncias tramitadas en comisarías, pero Diedhiou calcula que al menos un centenar de sus compañeros fueron arrestados el año pasado.
"Tratamos de hacer todo lo que podemos, pero es por ley que no se puede vender en la calle, por eso les decimos a los senegaleses que no hay que pelearse por la policía, que hay que encontrar soluciones", justificó.
El presidente de ARSA aseguró que acompañan a las víctimas de atropellos o abusos policiales a presentar la denuncia, y aunque algunas de las solicitudes se resolvieron a favor de los senegaleses, en la mayoría de los casos "quedan sin respuesta", admitió.
Los senegaleses también se han visto atropellados en sus derechos con allanamientos irregulares por parte de agentes policiales que no tenían orden a tal efecto.
"En su momento lo hablamos con sus abogados y ahora cada vez que vienen a hacer un allanamiento vienen con la orden", afirmó Diedhiou.
Dentro de la migración africana, la comunidad senegalesa es la más numerosa en Argentina y en el resto de América del Sur.
En 2013, la Dirección Nacional de Migraciones aprobó un régimen especial para agilizar la regularización de senegaleses que residieran en Argentina, un programa interrumpido por el actual Gobierno.