Quedaron sellados para siempre valores como la libertad de expresión, la soberanía nacional y cultural o el rechazo a la censura por parte de la colonia. Y hoy, más de dos siglos después, el discurso de la dirigencia chavista durante la celebración de los diferentes actos por el Día de la Independencia, podría recordar perfectamente a la oratoria de aquellos días de guerra y paz.
La Venezuela del siglo XXI no cuenta con el dominio de la Monarquía Española, pero tiene un designio de fuego en su contra en forma de país vecino continental: EEUU, que celebró, casualmente, su independencia un día antes con pirotecnia inédita sobre el Monumento Lincoln, y no tolera otros territorios libres. Y si tienen las reservas petroleras certificadas más grandes del mundo, menos.




Caracas amaneció de fiesta. Tranquila. Es una capital extraña Caracas, porque no tiene aires de capital de un país, de actividad, de ruido, salvo por el de los constantes claxon de los carros que se mueven sin manual de tránsito hasta que se va el sol. No son autos vampiro como no lo es la ciudad a la que pertenecen.
Caracas es como un pueblo grande y desordenado, asustado por la crisis y con poca oferta en general. El ocio está en las casas de los barrios desordenados hechos a golpe de bulla minera (o petrolera). Es algo muy venezolano. Un carácter como hecho a empujones, pero siempre listo para la batalla y para sacar pecho un 5 de julio.
Los Próceres, rodeados de verde caribe y tranquilidad militar, es el lugar de los desfiles y los actos importantes, y allí se ha celebrado el tradicional desfile de las Fuerzas Armadas que conmemora aquella firma de hace 208 años en la Capilla Santa Rosa de Lima. Iglesia activa en Caracas. De paredes coloniales y Santos tallados en madera que callan como mirando expectantes lo que parece que siempre puede pasar en el país de la incertidumbre política.
Gaby está caminando hacia el punto de encuentro con su hijo de nueve años de la mano. Caminan sin prisa rodeados de tambores por la autopista. "Estamos acá para reafirmar el compromiso que tenemos con la independencia. Seguimos creyendo en los procesos de libertad que dejó Bolívar en nuestra sangre", señala. Y las palabras fluyen de su boca de manera natural. "Estamos con Chávez y con Maduro siempre".

Gaby opina del último informe de la alta comisionada de la ONU, Michelle Bachelet, publicado recientemente tras su visita a Venezuela entre los días 19 y 21 de Junio. El informe ha sido negativo y el Gobierno de Nicolás Maduro ha respondido punto por punto lo que considera un texto lleno de imperfecciones, incongruencias y errores en la metodología, sin tener en cuenta los datos oficiales aportados por el chavismo y basando sus conclusiones en entrevistas realizadas en más del 80% de los casos fuera de las fronteras del país.
"Me gustaría que Bachelet hubiese tenido en cuenta todo lo que hemos hecho durante este tiempo", dice la madre del niño. "Nosotros en Revolución hemos dignificado al pueblo, hemos protegido nuestros derechos. Ella solamente escuchó a una parte del país y nosotros hoy salimos a la calle para demostrarle que seguimos en unidad y trabajando por nuestros ideales. Aquí venceremos", concluye.
Una de las cosas que más llama la atención de Venezuela es que cualquiera puede arrancarse un discurso político propio de tarimas habituales en los Parlamentos, de estudiosos de la política del ágora o de los dedicados a inspeccionar leyes y argumentos maniqueos de unos y otros. La politización de una sociedad dividida, pero culturizada hasta la médula espinal.
La marcha chavista arrancó extrañamente temprano para llegar también temprano a la mencionada avenida de los héroes de la independencia patria donde el desfile transcurrió con absoluta normalidad.
El pueblo que llega hasta Los Próceres se queda esperando en la plaza del centro comercial que precede a la avenida de los libertadores. Bailan tambores que son típicos de las playas del Caribe y de sus ascendentes africanos mientras suenan los cazas coordinados para impresionar. Sobrevuelan el cielo bajo que está azul y caluroso y desde tierra firme la música grita independencia o libertad.
Bailar tambor es difícil o lo parece, pero los venezolanos se mueven en el asfalto como los aviones que están surcando el aire del 5 de julio en ese preciso momento.
"Estoy aquí por la dignidad del pueblo venezolano", dice un chico de franela negra y piel morena. Se llama Carlos y habla alto a pesar del ruido: "Por los logros de la Revolución bolivariana, reivindicando nuestros valores y dispuestos a defender la patria a costa de nuestra vida", dice y se va como si no pareciese que ha dicho algo que conlleva un compromiso muy serio. Como si no viviese en una alerta permanente de guerra no convencional.
Antes de la marcha hubo una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional Constituyente que tuvo un invitado de honor: el jefe del Comando Estratégico Operacional, Remigio Ceballos.
El comandante, de la brigada paracaidista y uno de los hombres más imponentes del chavismo, señaló en la tribuna que la Fuerza Armada de Venezuela combatirá "a cualquier grupo armado de cualquier naturaleza" que atente contra las familias del país.
Ceballos señaló directamente a EEUU como el responsable de tratar de tomar el poder en el país caribeño obviando la vía electoral y afirmó una verdad incuestionable: "los venezolanos y venezolanas contamos con un elevado potencial para salir adelante ante cualquier crisis y ante cualquier ataque".
La historia reciente de los últimos meses lo demuestra con creces. La tensión sofocada, el eterno drama absoluto 'finmundista', el consiguiente "parece que esta vez sí" que se repite en Venezuela desde hace dos décadas bolivarianas y de repente, nada. Los titulares de prensa internacional llenan de aire las bolsas de oxígeno de la oposición en el exilio que habla más hacia fuera que hacia dentro.
Frente a la Constituyente, dentro del mismo espacio físico que ocupa el Palacio Legislativo, mientras Ceballos hablaba sobre las vicisitudes de su Fuerza Armada, la Asamblea Nacional, considerada en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia del país, hacía lo propio con el diputado opositor Juan Guaidó a la cabeza.
Un acto solemne para reivindicar su independencia tras 208 años de la firma del Acta y para pedirle a la comunidad internacional que intervenga en Venezuela.
La marcha opositora fue mucho menos numerosa que las que sembraban las calles hace unos meses. Hacía tiempo que los líderes opositores no convocaban tras algunos llamados fallidos por el hartazgo de una sociedad que pensaba que habría un cambio, pero que nunca lo hubo.
La de hoy pretendía llegar hasta la sede de la DGCIM (Dirección General de Contrainteligencia Militar) para protestar por la muerte del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, muerto, presuntamente, a manos de dos oficiales de este grupo. El caso está siendo investigado por el Ministerio Público después de que se detuviese al militar por haber participado en una nueva intentona golpista que estaba prevista para los pasados 23 y 24 de junio y que el Gobierno de Nicolás Maduro desarticuló.
El documento ha dado alas a una oposición en coma que también ha celebrado su Día de la Independencia con banderas norteamericanas. A las tres de la tarde, hora local, todos estaban en su casa. Guaidó se había ido mucho antes en su camioneta blanca habitual saludando con apretones de manos a unos cuantos que se acercaron tras su último discurso de megáfono.
Después de él habló un sacerdote ataviado con la vestimenta de la misa dominical. La multitud rezó unas oraciones y algunas mujeres sacaron sus rosarios. El cura habló después del político en un país donde la independencia se viste de colores y formas distintas dependiendo de quién la invoque en el tablero de ajedrez de blancos y negros.